CND: danza sin pasión

Ago 29 • Escenarios, Miradas • 10278 Views • No hay comentarios en CND: danza sin pasión

POR JUAN HERNÁNDEZ

 

Asistir a las funciones de la Compañía Nacional de Danza (CND) es prioritario porque se trata de la agrupación dancística mexicana más importante, que opera con recursos del Estado y cuyo quehacer es de interés público. En los últimos 25 años hemos asistido a sus temporadas y no hemos podido ver un desarrollo importante. Los años recientes se han caracterizado por una aguda crisis ante la falta de un proyecto artístico digno de resaltar.

 

El Palacio de Bellas Artes, el máximo recinto para la expresión de las artes del país, abre sus puertas a la CND. Ese recinto es su casa. Y ahí, jueves y sábado, la agrupación artística, dirigida por Laura Morelos, presentó una gala con varias obras de estilos: clásico, neoclásico y contemporáneo.

 

Se volvió a montar la obra Allemande, del coreógrafo Joshua Beamish, con música de Johann Sebastián Bach, que la compañía adquirió y presentó en noviembre del 2013, para celebrar su 50 aniversario. En su momento dijimos, sobre esta composición del coreógrafo canadiense, estrenada en un pequeño teatro del Soho, de Nueva York, que resultaba bastante fría en un espacio enorme como el del Palacio de Bellas Artes.

 

La propuesta, en la reciente presentación, no fue distinta. La obra dejó al descubierto a bailarines que marcaban los movimientos, se esforzaban por la limpieza técnica y jamás se comprometieron con la interpretación.

 

Este parece ser el mal que aqueja a la actual Compañía Nacional de Danza, la falta de compromiso de sus integrantes con lo que bailan, seguramente por la ausencia de un proyecto artístico seductor, trascendente, claro en lo que se busca decir.

 

Planimetría del movimiento, coreografía de Irina Marcano, pudo salvar la función de la compañía. La selección musical de Armand Amar, de una fuerza dramática espectacular, sacudió los corazones de los presentes. El movimiento parecía bien planteado, en el sentido de buscar un lenguaje sensual, hasta erótico, de éxtasis; sin embargo la interpretación fue débil, el dueto realizado con parsimonia, de una frialdad que reflejaba la preocupación de los bailarines por conseguir apenas la limpieza técnica elemental.

 

Un bailarín clásico que no trasciende la técnica y consigue la gracilidad del ave al levantar el vuelo sobre el escenario —sin esfuerzo aparente—, es verdaderamente triste. Y eso es lo que privó en la función de la CND. Bailarines desconectados, ante la falta de un motivo real para moverse, funcionando como máquinas pero sin alcanzar la precisión que éstas pueden lograr.

 

Concerto lacónico, de Carlos Carrillo, con música de Vivaldi, no sólo adoleció de esa falta de fuerza interpretativa, sino que la obra en sí misma careció de una estructura y una búsqueda propositiva en términos de lenguaje —si es que se quiere llegar a la expresión verdaderamente contemporánea y a un diálogo con el tiempo que nos ha tocado vivir—.

 

Carrillo está lejos de ser un coreógrafo sólido. Lo que nos lleva a la pregunta de: ¿Cuáles son los criterios de la CND para seleccionar a los creadores de sus obras? ¿Una compañía como la nacional no merece convocar a coreógrafos de renombre, que vengan y enriquezcan el repertorio, así como la experiencia de los intérpretes?

 

La suite de Raymonda, del repertorio clásico de la agrupación, variación de Fernando Bujones, según la original de Marius Petipa y música de Alexander Glazunov, dio el golpe mortal a la gala de la CND. Se supone que es el estilo fuerte de la agrupación. Paradójicamente fue en esta obra en donde se pudo ver el estado lamentable en que se encuentra la compañía. El cuerpo de baile descoordinado, y el primer bailarín, Argenis Montalvo, pesado, torpe, lento en la escena, incapaz de controlar el movimiento de alta dificultad.

 

Montalvo fue nombrado, recientemente, primer bailarín de la compañía. Uno vuelve a preguntarse: ¿Cuál es el criterio para seleccionar a quienes ocuparán los cargos principales dentro de la agrupación? Se supone que debería ser la excelencia técnica, el virtuosismo interpretativo y una cierta excelsitud en la forma de moverse, que permita al bailarín llevar sus roles a niveles sublimes. Tampoco parece ser esta la realidad dentro de la agrupación mexicana.

 

Muy lejos estuvo Montalvo del nivel técnico de la primera bailarina Ana Elisa Mena, quien al menos mostró dominio técnico y escénico indispensable. El joven Argenis, ¿primer bailarín?, o quizá deberíamos usar aquí los signos de admiración para expresar la sorpresa que causa ver a un intérprete sin la menor gracia, ni limpieza técnica, encabezando el elenco de una compañía que, se supone, debe aspirar a un primerísimo nivel.

 

Seguiremos esperando que dentro de la CND haya voluntad de evolucionar en el sentido artístico, que se analice seriamente nombrar a un director o directora que pueda sacar a la compañía del atraso y la dote de un proyecto trascendental. ¿O acaso México no se merece una compañía de danza de clase mundial?

 

 

 

*FOTO: La Compañía Nacional de Danza, dirigida por Laura Morelos, presentó las obras Allemande, de Joshua Beamish; Planimetría del movimiento, de Irina Marcano; Concerto lacónico, de Carlos Carrillo, y la Suite de Raymonda, variación de Fernando Bujones según la original de Marius Petipa, en el Palacio de Bellas Artes, el 27 y 29 de agosto/INBA.

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