Colonia Roma y Centro SCOP: especulación inmobiliaria y murales peregrinos
El sismo del 19 de septiembre dañó algunos inmuebles representativos de la arquitectura civil del siglo XX en la Ciudad de México. El Centro SCOP y la colonia Roma, dos sitios emblemáticos, aún exhiben los daños, quizá irreversibles
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POR GERARDO ANTONIO MARTÍNEZ
Nos dieron un lago y construimos multifamiliares. Nos dieron ríos y construimos ejes viales. México, una ciudad navegable, es también un catálogo de estilos arquitectónicos: del art nouveau al bauhaus, del eclecticismo porfiriano al funcionalismo. Si muchos de estos edificios aún mantienen la galantería de haber llegado a la vejez con todas sus columnas bien puestas, desde el sismo del 19 de septiembre de 2017 —también conocido como #19S— algunos de ellos están a punto del colapso. De otros, sólo queda el cascajo y el recuerdo de un pasado ahora en ruinas.
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El sismo de 7.1 grados en la escala de Richter que golpeó el centro del país dejó decenas de edificios dañados. Sólo en estas la colonia Roma y Condesa, el comité de emergencias de la Secretaría de Desarrollo Urbano y Vivienda de la Ciudad de México (Seduvi) calcula que al menos once inmuebles con estas características presentan distintos grados de daño que llevarán a sus propietarios al apuntalamiento o demoliciones parciales y totales. En toda la ciudad este mismo grupo de evaluación tiene un registro de 79 inmuebles –72 de ellos en la delegación Cuauhtémoc–, todos ellos catalogados por el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) como monumentos arquitectónicos del siglo XX, que resultaron dañados por el sismo.
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Hasta ese día, en el número 95 de la calle Chihuahua, en la colonia Roma Norte, existía un edificio de estilo ecléctico, construido en la segunda década del siglo XX. Aún en Google Maps es posible apreciar su fachada de color azul, con sus tres ventanales y la entrada principal tapiadas. Su propietario, el arquitecto Salvador de María, cuenta las particularidades de este inmueble, antes y después del #19S: “Esta casa la tuve que tapiar desde antes del sismo porque me amenazaron con invadirla. Los daños del sismo me obligaron a derribar días después la barda perimetral que daba al patio del edificio contiguo, en Chihuahua 93. Tenía aproximadamente dos pisos de altura, había quedado muy dañado y representaba un riesgo para los vecinos”.
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En el interior sólo quedan algunos rastros, irreconocibles, de los acabados originales de esta casa: restos de una fuente que adornó el patio central y parte del mosaico de los pasillos, además de la cimentación original y una parte de la barda principal.
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Salvador de María es una de las personas que mejor conoce la historia del corredor Roma-Condesa, colonias gemelas que hoy ocupan los predios de la extinta hacienda de la Condesa de Miravalle, un proyecto urbano gestado en 1902 y que se concretó dos décadas después. Mientras andamos las calles señala edificios. Los describe y da los nombres de los ingenieros que dieron forma a estas colonias, reliquias urbanas del Porfiriato: José de la Lama, Adamo Boari, Gustavo Peñasco e Ignacio Capetillo y Servín.
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El arquitecto Salvador de María, presidente del Comité Vecinal de la colonia Roma, llama la atención sobre un inmueble ubicado en Córdoba 1, esquina con Avenida Chapultepec. Desde el exterior de esta casona de dos pisos, estilo art nouveau, se aprecian los tapiales sobre ambas calles. Este es un ejemplo, dice, de una nueva variable que determinará la reconstrucción de los inmuebles dañados por el sismo del 19 de septiembre: el Reglamento para la Reconstrucción de la Ciudad de México, en el que se concede hasta un 30 por ciento más de superficie construible en los inmuebles que hayan tenido afectaciones graves.
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“Ese es un inmueble catalogado que no presenta daños estructurales. Tiene daños previos pero no ocasionados por el sismo, sino por una ‘demolición hormiga’. Hace unos meses estaban promoviendo aquí una torre de ocho niveles en este mismo predio, donde hay un inmueble catalogado. Si los propietarios obtienen el permiso para la demolición aduciendo daños irreparables causados por el sismo y se hacen acreedores al beneficio de reconstrucción, en lugar de los ocho niveles que les permite la norma actual, podrían construir once niveles. Esta es una clara muestra de especulación inmobiliaria”.
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Otro inmueble también catalogado por el INBA con daños por este sismo está en el número 32 de la calle Ámsterdam, en la colonia Hipódromo. Desde esa fecha, Claudia Guerra Buj y su hija viven en la cochera con todas sus pertenencias ordenadas en dos hileras. A un costado hay una cama y al fondo, detrás de un arco que ya manifiesta grietas recientes, un cuarto en el que han improvisado una cocina.
Recorremos la planta baja y el primer piso de esta casa construida en la década de 1920 por el padre de Claudia Guerra, su propietaria. Salvador de María, quien la ha asesorado desde que se presentaron los daños explica que el principal origen de los daños es el inmueble colindante, Ámsterdam 28.
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“El edificio vecino, de once pisos, tiene una estructura distinta a las colindantes de Ámsterdam 32, Ámsterdam 26 y Cacahuamilpa 19. Cuando se presenta un sismo tienen dinámicas distintas y ese edificio afecta, golpea a estas tres casas. Incluso si la casa de Ámsterdam 32 fuera restituida a las condiciones que tenía antes del sismo –algo incosteable–, el riesgo va a continuar en la medida que ese inmueble colindante que levanta once niveles siga presente. El día de mañana que haya otro sismo de la misma magnitud se va a comportar de la misma manera”.
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Aquí nadie dijo demoler
A punta de pilotes y gatos hidráulicos, los chilangos hemos intentado domar las chinampas, sobre las que corren nuestras avenidas y algunos edificios gubernamentales. Sobre el Eje Central, a unos metros de la entrada principal del Centro SCOP, como se le conoce a este grupo de edificios que desde 1954 hasta septiembre de 2017 fue la sede de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes (SCT), cuelga una plomada, el instrumento que usan los albañiles para calcular la inclinación de un edificio. Entre el punto más bajo de la pared y la plomada hay al menos un metro de distancia. A la vista de un ojo inexperto las heridas son notorias: lozas desprendidas, tuberías rotas, puertas desvencijadas.
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Durante más de setenta años, el Centro SCOP ha dado identidad a la colonia Narvarte. Sus paredes reunieron a dos de los artistas mexicanos más destacados de la primera mitad del siglo XX: Juan O’Gorman y José Chávez Morado. Desde su torre de telecomunicaciones, construida una década después, por primera vez se transmitieron en vivo unos Juegos Olímpicos a todo el mundo en 1968. En estas oficinas se planearon los proyectos carreteros, las líneas ferroviarias y concesiones de radiodifusión; se administró la aeronáutica civil y los puertos del país.
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Si se le mira en un mapa, el Centro SCOP tiene la forma de un cuadrado imperfecto en los límites de la colonia Narvarte. Al norte, el Metrobús pasa de largo sobre la avenida Xola. Desde el Eje Central, al oriente, el transeúnte puede contemplar el relieve escultórico que Francisco Zúñiga esculpió sobre 200 metros cuadrados de esa piedra que los artesanos de la cantera llaman “chiluca”. Parte del proyecto de este centro fue la unidad habitacional y una serie de pequeños locales comerciales que se ubican al sur, sobre Cumbres de Acutzingo y un tramo de Avenida Universidad, al poniente.
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Durante más de veinte minutos, Rodrigo Ramírez, oficial mayor de esta secretaría, nos da una lección de un pequeño pero efectivo género retórico, el eufemismo, para evadir la palabra demolición. No es para menos, pues el dictamen a cargo de la consultora Dirac, con el que se decidirá el futuro del inmueble, aún sigue en trámite. En éste, los ingenieros determinarán las condiciones de los cimientos y las estructuras para concluir si el inmueble puede remodelarse o se deciden por la demolición, palabra prohibida.
Ve el video del recorrido por el Centro SCOP
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“Algunos de nuestros compañeros que vivieron aquí no sólo el sismo de 2017, sino el de 1985, nos han dicho: ‘Licenciado: si me obligan a regresar a estas oficinas, yo prefiero renunciar’. Imagínense cómo fueron sus experiencias. No podemos ser indolentes”.
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Pero, ¿qué hay detrás de aquellas lozas de concreto, revestidas de mosaico y pedrería? En el país de la incertidumbre, el edificio destinado a las obras públicas es hoy un juego de Jenga. El paisaje es solitario, próximo a las ruinas, pero tampoco es Alepo. Es la colonia Narvarte. Su construcción pudo ser un capricho de la historia. En 1952, la entonces Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas —de ahí las siglas que dan nombre al conjunto— necesitaba una nueva sede, pues el edificio que ocupaba, donde hoy se aloja el Museo Nacional de Arte, resultaba inoperante. Cinco años atrás el gobierno de Miguel Alemán había construido un par de edificios en la colonia Narvarte, de diez pisos cada uno y unidos en forma de una letra T y que estaban destinados a ser un hospital. En 1952, Adolfo Ruiz Cortines anunció la construcción del Centro SCOP, que estaría dirigido por los mismos arquitectos que años atrás se habían encargado de la construcción de la Ciudad Universitaria de la UNAM: Augusto Pérez Palacios, Raúl Cacho y Carlos Lazo, titular de la secretaría.
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Ya había pasado la época de la efervescencia muralística. Aquéllo que en la década de 1920 fue tomado como una extravagancia de José Vasconcelos a su paso por la Secretaría de Educación Pública (SEP), para 1954 había sido asimilado y convertido en un sello de identidad mexicana, un distintivo que se había incluido en algunas de las obras más importantes de esos años, como varios edificios de Ciudad Universitaria y el Multifamiliar Juárez, en donde se instalaron murales de Carlos Mérida. Dejar su obra en alguno de estos muros, a la vista de no pocos transeúntes fue una tentación que encendió disputas y desaires entre muralistas.
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Mientras al pintor y también arquitecto Juan O’Gorman –invitado por Carlos Lazo– se le asignó el espacio para los murales Canto a la patria, Los libertadores e Independencia y progreso, tres en total, José Chávez Morado –por invitación de Raúl Cacho– se le encargaron cuatro murales: Los mayas, Los aztecas, Conquista y libertad y Cuatro siglos de telecomunicaciones.
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O’Gorman montó su taller a un lado de las obras, justo como había hecho durante los trabajos para el mural de la Biblioteca Central de la UNAM; Chávez Morado, en el Taller de Artesanos, un proyecto que fundó en 1949 con Raúl Cacho en la Ciudadela. Pero si en los murales demostraron un innegable oficio por la plástica y una capacidad para sintetizar la historia nacional —desde la época prehispánica hasta la época contemporánea— en los hechos ambos muralistas también demostraron oficio por el argüende. En su autobiografía, O’Gorman narra diferencias que tuvo con Carlos Lazo por hacerse de los muros que hay sobre avenida Xola, cuatro envidiables lienzos que fueron asignados a los alumnos de Chávez Morado: Arturo Estrada, Jorge Best, Guillermo Monroy y José Gordillo. Los dos murales de los patios interiores fueron hechos por Rosendo Soto y Luis García Robledo.
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Sobre el futuro de estos murales, Rodrigo Ramírez menciona una propuesta, que aunque reconoce está en una etapa inicial, le parece la más sensata: “Tiene que ver con el traslado de estos murales al nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México. Es un proyecto que se puede desarrollar en armonía y nos ayudaría preservar nuestro patrimonio en un espacio funcional”.
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Aun cuando es una idea inicial, Archivo Diseño y Arquitectura –uno de los espacios que se han dedicado a coleccionar y exhibir las corrientes más destacadas de estas disciplinas en México– tiene abierta una exposición dedicada al Centro SCOP. En ella se expone la relevancia de este conjunto arquitectónico de la colonia Narvarte. Una de sus piezas centrales es una maqueta del Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México en la que se incluyen los trece murales. Archivo es uno de los proyectos personales de Fernando Romero, arquitecto encargado de la construcción de este aeropuerto. Eufemismo en miniatura para evadir la palabra traslado.
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Desde su nacimiento, los alrededores del Centro SCOP se adaptaron a la presencia de la burocracia federal. Sobre avenida Universidad surgieron decenas de taquerías, torterías, fondas, restaurantes y hasta karaokes. Hasta el #19S más de 2 mil 500 empleados de gobierno trabajaban en estas oficinas. Hoy, la hora del almuerzo la disfrutan otros inquilinos. En una de las jardineras, un gato gris atigrado, y dueño del espacio, caza a una presa que queda fuera de nuestra vista. Salta y se pierde entre los arrayanes. Con la presencia del gato no queremos decir que el Centro SCOP está copado por animales ferales, para nada. Sólo es la descripción de una pradera apacible en la que la presencia menos abundante es la especie humana. La naturaleza sigue su curso.
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Sí, sus oficinas tienen rostro, pasillos, ventanales y vestíbulos de hospital. El Centro SCOP es un espectáculo de la incertidumbre con diagnóstico reservado.
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FOTO: Las oficinas centrales de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes fueron construidas en 1954 por los arquitectos Carlos Lazo, Raúl Chacho y Augusto Pérez Palacios. / Ariel Ojeda / EL UNIVERSAL
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