Como un ave roja de madrugada
POR ÉRIQ SÁÑEZ
Como un ave roja de madrugada,
como un grito en la fibra del temor,
suena el teléfono mientras dormimos
resucitándonos con brusquedad.
Toda la noche y su sombra en los ojos
gritan silentes un presentimiento:
algo terrible debe haber pasado.
Y zumban las imágenes de muerte
con cada nuevo sonar del teléfono,
dejamos el extrañamiento, el pasmo
y vamos hacia la mesa pequeña
como quien se aproxima a un alacrán,
tomamos la bocina lentamente,
decimos “bueno” y surge un gran silencio.
*
Hoy quiero hablar del otoño. Del otoño inédito, de ciertas hojas sin encuadernar. De sinfonías que no se acaban. Porque se me dio nacer en el tiempo en que los árboles derrumban la memoria de sus meses verdes. Y el viento suelta sus cabellos como látigos. Cuando los días y su neblina se recuestan en la esquina de las cosas, yo puedo caminar sin asustarme. Yo puedo ir de la mano del otoño, darle vuelta a sus tres meses y volver. Y es que todos nacemos en un clima diferente de ser hombres. Y es que, como los trenes, los hombres también hacernos patria en la estación que nos recibe.