Con nobleza, Buchbinder en el FIC

Oct 11 • destacamos, Miradas, Música, principales • 2887 Views • No hay comentarios en Con nobleza, Buchbinder en el FIC

 

POR IVÁN MARTÍNEZ

 

Si tuviera que escoger un adjetivo que englobara las cualidades del recital del pianista Rudolph Buchbinder (Leitmeritz, antigua Checoslovaquia, 1946) escuchado el pasado jueves 9 en el Templo de la Valenciana, en Guanajuato, dentro del Festival Internacional Cervantino, sería el de noble. Buchbinder tocó con nobleza. Cada uno de los sentidos hacia los que pueda viajar la mente del lector al leer esa palabra tan generosa lo califica y califica bien a su pianismo.

 

Un pianismo que para muchos puede parecer frío, incluso superficial, pero que se toca con una firmeza que es antipoética a la vez que cariñosa; que sabe tejer los enramados de la música que toca de manera muy personal, con un modo de contener la pasión y los ímpetus haciéndolos pronunciar en los momentos precisos, sin caer nunca en exageraciones o manierismos; no creo, como dicen algunos críticos, en la ausencia del virtuosismo sonoro de otros pianistas actuales, sino en una manera muy firme de permanecer inamovible en la tradición de la que es parte, aquella que lo coloca en línea directa con Ludwig van Beethoven, compositor hacia quien ha volcado una devoción obsesivamente religiosa, sensible e intelectual.

 

Ello ha convertido sus interpretaciones en referenciales, y, particularmente, sus grabaciones de Las 32 sonatas y Los cinco conciertos de Beethoven, que dirigió desde el teclado al registrarlos con la Filarmónica de Viena, guardan lugar privilegiado entre melómanos y pianófilos. Pueden no ser favoritas, pero sí son obligadas.

 

(Permítanme la obsesión personal para hacer notar la del Trío op. 11 con Sabine Meyer y el violonchelista Heinrich Schiff, donde también tocan el op. 114 de Brahms; quizá la menos cuestionada grabación camerística de esta clarinetista a quien suele criticarse, precisamente a diferencia de Buchbinder, por privilegiar la pasión arrebatada ante el temperamento controlado requerido en repertorios contemporáneos y previos a Beethoven; el elemento Buchbinder, pues, da cimiento y cohesión.)

 

Es precisamente el compositor de Bonn quien lo trae a México para presentar lo que para la mayoría es el inciso más notable y ostentoso en el apartado musical de la edición 42 del Festival Internacional Cervantino: la integral de sus 32 sonatas para piano, en siete conciertos durante cinco días consecutivos, en el Templo de la Valenciana; un espacio ciertamente incómodo acústicamente para un recital de piano.

 

Hay que reseñar para el registro que este tour de forcé, así para él como para el público, no fue agrupado cronológicamente (a excepción del último recital donde se tocarán las últimas tres sonatas), sino en variadas paletas, cada una como muestra de las varias etapas de ese universo que el lugar común conoce —entre otros enunciados menos poéticos pero más obvios— como “el nuevo testamento pianístico”; aunque a decir verdad, hay en cada sonata algo del Beethoven anterior y, cada vez, mucho del Beethoven posterior.

 

Este primer llamado inició con la Primera sonata, la no. 1 del op. 2, en fa menor, como sentencia manifiesta que augura, bien repiten los musicólogos, el camino tempestuoso de la vida del compositor y de las siguientes 31; pero también de esta experiencia: una técnica impecable, de articulaciones precisas y control absoluto del tiempo y los matices, combinada con la paradójica espontaneidad en la ejecución de un pianista cuyos antecedentes nos pondrían en el prejuicio de una interpretación cansada, repetitiva, igual: nada de ello, en cada relectura a cada sonata, en cada nueva posibilidad de escucha o de ejecución, se dice algo nuevo, pero no cualquiera puede encontrarlo tantas veces.

 

Qué tanto habrá en éste, el Beethoven más íntimo, que un obsesivo suyo como Buchbinder, años y decenas de interpretaciones integrales después, lo continúa descubriendo y mostrándonoslo con tal naturalidad.

 

La primera parte fue concluida con una de las más relucientes de las sonatas, la Décima, no. 2 del op. 14, en Sol Mayor, empatada muy bien con la Décimo tercera, la no. 1 del op. 27 , en Mi bemol Mayor, “quasi una fantasia”, cuyos movimientos están ligados: fueron esos puentes evidencia de las capacidades de Buchbinder para tejer redes, para unir texturas con transparente sutileza.

 

Dos sonatas tituladas conformaron la segunda parte del recital: la no 17, segunda del op. 31, La Tempestad, de gran teatralidad en su escritura, inspirada en Shakespeare, y la no. 18, tercera del op. 31, en Mi bemol Mayor, La caza, una de las más penetrantes y enérgicas.

 

Al final de este primer llamado, Buchbinder regaló un bis: el final de la no. 8, la Patética. Desconozco a estas alturas ya qué proeza significa eso y si lo hará en cada recital, no deja de ser eso: un regalo indescriptible.

 

¿CUÁNDO Y DÓNDE? El ciclo de las sonatas de Beethoven interpretadas por Rudolf Buchbinder continuará hoy en el Festival Internacional Cervantino con recitales a las 12 del mediodía (nos. 2, 9, 15 “Pastoral”, 27 y 23) y a las 5 de la tarde (nos. 11, 20, 8 “Patética”, 25 “Cuckoo” y 21 “Waldstein”) y concluirá este lunes 13, a las 5 de la tarde con las nos. 30, 31 y 32.

 

* Fotografía: El pianista austriaco Rudolph Buchbinder durante su recital de este jueves en Templo de la Valenciana, en Guanajuato / CORTESÍA FIC.

 

 

 

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