Contempodanza: 30 años “entre viento y marea”
POR JUAN HERNÁNDEZ
Una mujer de mediana edad se me acercó para preguntarme, sin más, si la danza que había visto en el escenario era algo “sobre Dios ”. Sin dar tiempo a respuesta alguna, preguntó en tono de urgencia: “¿Sí era eso lo que nos quería decir la obra o estoy equivocada?”. La espectadora había presenciado En la piel de mi memoria (2014), y Arkanum (2007), de Cecilia Lugo, con la compañía Contempodanza, y estaba genuinamente conmocionada.
La respuesta que le pude dar a bote pronto, en el recibidor del Teatro Metropolitano de Tampico, en donde Contempodanza acababa de ofrecer la función conmemorativa de sus 30 años de existencia, fue también instantánea: “Lo que usted entendió es lo que la obra quiso decir”, le dije. Ella respiró aliviada.
Este tipo de reacciones no suelen ser frecuentes en la capital del país, en teatros a los que asiste el público cautivo y diríamos conocedor del arte coreográfico. Y ser testigo de lo que la danza puede provocar en espectadores que se acercan sin prejuicios a este fenómeno artístico, resulta altamente apreciable.
También pude ver con nuevos ojos el quehacer de Contempodanza, que durante los últimos 30 años ha marcado una de las rutas estéticas sobresalientes del arte dancístico en México y más allá de nuestras fronteras.
Comprendí a cabalidad que la calidad de la hechura de las coreografías de Cecilia Lugo, directora artística y coreógrafa, no sería posible sin ese compromiso que se manifiesta en el esfuerzo por conseguir la estabilidad necesaria para consolidar no sólo líneas creativas, sino lazos emocionales entre los miembros de una agrupación a favor de un proyecto de vida común.
Contempodanza celebró los 30 años de su fundación en Tamaulipas —estado en el cual Cecilia Lugo nació en 1955—. Primero con una función en el Teatro Metropolitano, de Tampico, y después en el escenario del Centro Cultural Tamaulipas, de Ciudad Victoria, en donde la acogida del público no pudo haber sido más cálida y amorosa.
Como buena directora artística Cecilia Lugo estaba pendiente de cada detalle para que la función fuera una experiencia digna de ser vivida. En ella aplicaría aquel viejo dicho entre los creadores escénicos de: “Hágase lo que se deba aunque se deba lo que se haga”. Cecilia no escatima y busca siempre las mejores condiciones para sus bailarines, a quienes exige disciplina y rigor, pero siempre con un trato amable y amoroso.
Pocas son las compañías estables de danza contemporánea que hay en México. Pocas reales. Es decir: con un elenco, repertorio, trabajo diario, la infraestructura y los recursos necesarios para consolidar un proyecto. Hay muchas “compañías” que se ostentan como tales, pero no lo son. Algunos coreógrafos llaman a bailarines para realizar proyectos aislados y se hacen llamar “compañía”, pero carecen de esta organización estable que permite, a través del tiempo, solidificar una poética en la escena.
Contempodanza es una organización artística que ha dado frutos gracias al poder organizativo, entrega y disciplina de Cecilia Lugo quien, como buena hechicera, ha embrujado a varias generaciones de bailarines para que permanezcan con ella y trabajen en la búsqueda de una danza al mismo tiempo efímera y eterna.
Gracias a eso es que puede presumir que tiene a Gabriela Gullco, una de las mejores bailarinas de México, desde hace 21 año trabajando de manera ininterrumpida en Contempondanza; o a Marely Romero, con 14 años dentro de la organización, y a Guadalupe Acosta, quien ya lleva una década en esta empresa.
He tomado este espacio para esbozar, brevemente, factores que están detrás de obras que estremecen, hacen pensar e imaginar mundos. Piezas como: En la piel de mi memoria (una visión del paraíso) o Arkanum, en donde encontramos esa poética de lo sagrado, a través de la cual Cecilia Lugo consigue crear universos míticos para ser habitados desde perspectivas infinitas.
En la piel de mi memoria parte de un homenaje a la tribu familiar de la autora, pero no por ello deja de estar abierta a la experiencia humana universal; del mismo modo que Arkanum, en donde los bailarines son personajes que han escapado de las cartas del Tarot, para tener vida, en un tiempo y espacio sagrados.
Considero a Arkanum una obra magistral, a la que no le falta ni sobran elementos: un telón pensado para la escena, pintado por Alberto Castro Leñero, se trasforma en danza y se deja colorear de distintos modos por la iluminación; una escultura de metal con una cuneta de agua transparente —también realizada por el artista plástico— que es un tótem, cuya presencia imponente se apodera de la escena, para trasladarnos a realidades míticas y primigenias; y el diseño de iluminación de Ivonne Ortiz y la música de Joaquín López Chaz creando una atmósfera sensorial divinizada.
De más está decir que los bailarines Guadalupe Acosta, Gabriela Gullco, Guillermo IV Obele, Marely Romero, Jorge Ronzón y Leonardo Schwartz gozan de una técnica impecable y hacen trascender su quehacer mediante la creación de personajes que no son más humanos, sino una revelación de lo sagrado.
En esa atmósfera divinizada por la composición, la música y los movimientos se expresa una poética identificable que Contempodanza ha consolidado en 30 años de trabajo “entre viento y marea”, bajo la mirada incisiva y amorosa de Cecilia Lugo: sin duda una de las matriarcas de la danza mexicana de nuestro tiempo.
*FOTO: Entre las obras que Contempodanza presentó en esta gira están En la piel de mi memoria (una visión del paraíso) y Arkanum/ Cortesía: Martín Sánchez Castellanos.
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