Conversación a solas

Dic 21 • Ficciones • 2734 Views • No hay comentarios en Conversación a solas

POR RAUL DE CARVALHO

 

Verás, Mila, la vitrina está llena
de chocolates pequeños.
Tal vez Pessoa haya escrito aquí
la Tabaquería.
Tal vez digan que está todo escrito
y, a lo mucho, lo que yo demuestro es habilidad.

 

Tal vez un día, como tú dices,
las escuelas me reciban de nuevo
y aprenda verdaderamente
cómo se dice amor en inglés.

 

Verás, Mila, a decir verdad
estoy muy olvidado de esas cosas
y todos los libros que leí sobre la memoria
no me dieron memoria alguna.

 

Para imitar a Pessoa, digo:
precisamente en este momento
entró aquí un joven y pidió: —
¡Licor!
Eso prueba que el amor es diferente para cada quien.
Eso prueba que a la sangre del joven le falta
para que él se sienta lleno y a voluntad.
Eso prueba que los chocolates, los bollos y el resto
son mediocres formas de entendimiento mutuo.

 

Verás, Mila, entre los miedos que me asaltan y cultivo,
el principal es que mi madre no me quiera más.
Veras, nunca leí con calma a Álvaro de Campos
porque aquello era demasiado mío para ser de él.
Porque las multiplicaciones de él
son mis multiplicaciones.
Porque nunca puse oído para escuchar
que no sintiera enmudecido todo a mi regreso.

 

Porque no es fácil escribir poemas
cuando los poemas son difíciles de roer
y es más fácil esconder la vergüenza
que la locura.

 

Verás, Mila, si la poesía no está en los versos
tampoco está aquí.
A lo mucho, lo que la gente puede
es pedir que ella venga,
y, cuando llegue,
poner en la mesa un plato y un cubierto más.
Entretanto, todos los sueños son buenos,
porque son inútiles.

 

Entretanto, el payaso de cuerda recuerda
el infeliz vuelo de Álvaro y los otros.

 

Mañana que es domingo
diremos: pasó una semana más.
Nuestra mayor felicidad
será quedarnos todo el día en la cama
sabiendo que el sol, allá afuera, es violento
y nos odia.

 

Verás, Mila, todas las cosas siguen siendo ciertas
cuando las certezas nos abandonan.

 

Hay quienes tienen la voz tan alta
y tanto que les basta hablar
para que todas las distancias los oigan.
Nosotros, no.
Nosotros no sabemos escribir a máquina,
no escribimos ni leemos las cartas
de los otros, que cruzan el mundo.

 

Por eso es que los patrones nos pagan por caridad,
la angustia no es fingida, y amamos todo por obligación.

 

Por eso es que la gente nunca sabe
cuando dice la verdad,
porque, para ser nuestra, la verdad es mentira.

 

Verás, Mila, a mí no me importa nada
que digan que Pessoa
estuvo conmigo hoy, en esta pastelería;
que hayamos nacidos los dos en el mismo sitio,
un sitio donde se nace por inmoralidad.
Y todo lo que él no vio
—playas, puentes, ciudades y navíos—
haya querido ahora
inundar el poema.

 

No juzgues, Mila
que sienta alegría
en callarme.

Versión de Mijail Lamas

 

 

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