Cora Flores: maestra de la danza universitaria
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Con una vida dedicada a la danza, disciplina que ha enseñado a varias generaciones, Cora Flores recibió este año la Medalla Bellas Artes. Aún está pendiente el reconocimiento que por tanto tiempo ha postergado la UNAM
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POR JUAN HERNÁNDEZ
Dos sucesos importantes para la danza mexicana ocurrieron recientemente: Cora Flores (San Luis Potosí, 1936) ingresó a la Academia de Artes de México, a petición del escenógrafo Alejandro Luna y aceptada con la unanimidad de sus integrantes; asimismo, recibió la Medalla de Bellas Artes, por su trayectoria de poco más de 50 años en la escena mexicana e internacional.
Mientras esto ocurría, Cora Flores decidió renunciar a la Universidad Nacional Autónoma de México, institución en la que inculcó el amor por la danza a varias generaciones que participaron en Los Talleres Libres de la UNAM. En la máxima casa de estudios también fue bailarina y coreógrafa del Taller Coreográfico, que dirigió Gloria Contreras, y fundó el grupo Danza Libre Universitaria, junto con Cristina Gallegos y Aurora Agüeria.
La artista nos cuenta la anécdota que la llevó a tomar la decisión de renunciar a su labor en la máxima casa de estudios. “Me reuní con Evoé Sotelo (Hermosillo, 1970), actual directora de Danza UNAM, y le dije: estás destruyendo lo que se edificó con mucho esfuerzo. Y la única frase que le pude sacar fue: pues a mí me han felicitado”.
Pese a la tristeza que le provocó renunciar a la UNAM, en donde se le debe el reconocimiento como figura fundamental de la danza universitaria, Cora Flores dice sentirse mejor ahora: “Porque ya no veo las injusticias, ni el desastre actual en mi querida universidad”.
Cora Flores llegó a la danza por casualidad. Lo primero que hizo fue ballet acuático, de ahí fue a tomar clases a Ballet Concierto, hoy Compañía Nacional de Danza, en donde se encontraría con esta disciplina artística que, dice ella, “ya no me soltó”. Llegó a ser primera bailarina. Bailó Fuego muerto, de Jorge Cano, quien creó para ella Café concordia, y tuvo los roles principales en obras como El lago de los cisnes, Coppelia, La bella durmiente y Romeo y Julieta, entre otras.
Bailó el celebérrimo Huapango, de Gloria Contreras, en su estreno con el Ballet Concierto, en el Palacio de Bellas Artes, en 1959. En 1961, se integró al Ballet Folklórico de Amalia Hernández, y participó como solista, en la gira que esta compañía hizo por Europa, en ese mismo año. En 1968, fue llamada para interpretar el personaje simbólico de “La Patria”, en Zapata, de Guillermo Arriaga.
A partir de 1971 se integró al Taller Coreográfico de la UNAM, dirigido por Gloria Contreras, en plenitud como intérprete, luego de haberse formado en las escuelas de Louis Falco, en Nueva York, además de tener como maestros a Socorro Bastida, César Bordes, Sonia Castañeda, Nelsy Dambré, Natalia Dudiskaya, Lupe Serrano, Guillermo Keys, Nellie Hapee y Xavier Francis, entre otros.
“A mi sólo me ha faltado bailar tubo”, dice en son de broma Cora Flores. Siempre sonriente, pese a que, como gente de danza y ciudadana del mundo, ve una crisis espiritual de la humanidad en la época contemporánea. “No es sólo la danza, es todo. Ya no hay solidaridad. Se cometen injusticias y se dejan pasar. En la universidad se están cometiendo atrocidades contra el legado dancístico y a nadie le ha importado. Por eso me fui”, acomete.
Cora ha sido “chile de todos los moles”: incursionó en la comedia musical, en obras como Brigadoon, con Agnes de Mille, y Paren al mundo que quiero bajarme, de Alfonso Arau, y también dirigió la Compañía Nacional de Danza de Costa Rica, entre 1987 y 1990, para la que hizo Bolero, obra que la agrupación presentó en Nicaragua, El Salvador, Honduras, Guatemala, México, Puerto Rico y Brasil.
Fue columna de Los Talleres Libres de la UNAM, en donde inculcó el amor por la danza a varias generaciones. Los talleres tenían y tienen una vocación recreativa. Las funciones de los alumnos de los talleres, canceladas hoy por la actual administración, recuerda Cora, llenaban la Sala Miguel Covarrubias, y aquellos quienes vivieron la experiencia del movimiento no se alejaron más de la danza, independientemente de estudiar otras disciplinas.
“Imagínate tú, nos pagaban 172 pesos por clase. No creo que en una academia particular te paguen eso. Pero aún así, llegaron las actuales autoridades y lo primero que hicieron fue quitarnos dos meses de sueldo”. Cora Flores remarca: “A mí no me corrieron, yo me fui porque no podía seguir viendo como se destruía el patrimonio dancístico universitario, construido con tanto esfuerzo”.
Con esa dignidad recibió la Medalla de Bellas Artes e ingresó a la Academia de las Artes. Reconocida por la alta cultura nacional y desdeñada por las autoridades actuales de Danza UNAM, Cora Flores actualmente trabaja en el área de Documentación del Cenidi Danza José Limón del INBA, identificando personajes, en fotos históricas, que nadie sabe quienes son, pero ella sí, gracias a la memoria de quien ha sido protagonista y observadora del quehacer dancístico mexicano y latinoamericano durante más de medio siglo. “Nunca creí que me pagarían por algo que hice impulsada por el amor a las artes, esto sí que me hace feliz”.
La investigación a profundidad de Cora Flores, leyenda viva de la danza mexicana sigue pendiente. Por ahora, festejamos con ella no sólo su ingreso a la Academia de las Artes y el otorgamiento de la Medalla de Bellas Artes, también y quizá, sobre todo, la pasión por la danza que, gracias a su vocación, ha dejado en miles de mexicanos. Enhorabuena.
FOTO: Cora Flores en Ballet concierto, de Gloria Contreras (1959). / Cortesía: Cora Flores.
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