Dos poemas
POR CORA SIRÉ
Traducción de Marina Porcelli
Volver a casa
Encontré un par de botas
–ajadas, remotamente solitarias
con cordones de hilo fuerte
en los seis pares de ojales–
en un charco de nieve derretida
fuera de la puerta de mi departamento.
Adentro, nadie, ni siquiera
detrás de la cortina de la ducha
o escondido en el placard.
Levanto el teléfono para preguntar
a mi madre sobre las botas
pero cuelgo a la tercera llamada.
No tiene sentido
querer llamar a un muerto
y no hay forma de encajar
los desaparecidos
en un marco simple
de una fotografía mental.
El Holocausto permanece,
Norman Mailer
dijo una vez en una sinagoga
calle abajo,
como una obsesión al reflexionar sobre el pasado.
Los números son una abstracción
hasta que te incluyen.
Me calzo las botas despreciadas
–el charco de nieve derretida ahora–
y me inclino para atar los cordones.
Como todo regalo materno
son del talle correcto.
Ir hacia la oscuridad
Entra en la oscuridad y enciende tu vela.
Acércate para focalizarte en la llama.
Siéntate en la permanencia. Internalízala y concéntrate.
Espera hasta que las alucinaciones, tus sombras jueguen a esconderse
y hundirse, fusionadas con la oscuridad. Ahora pellizca
tu parte más suave –la piel interna de tu brazo, dije–
y destroza la carne. El dolor es un tono aún efímero
la herida, un recuerdo de la existencia. Entonces
sobrevives. Ahora anda más lejos, toma una astilla
–lo cerebral con lo coronario–: arráncala.
Sangra. Examina. Comparte. Acá está lo mejor de mí. ¡Cuidado!
Está caliente como cera líquida
pero ahora es tuyo, para modelarlo.
Amor, recibe la dádiva
hasta que se acabe.
FOTO: Fotografía de las botas de trabajo del campesino norteamericano Floyd Burroughs, captada por Walter Evans en 1936. / Especial
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