“Las vacunas contra el Covid-19 tienen detrás muchos años de trabajo”

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Venki Ramakrishnan, Premio Nobel de Química 2009, hace una defensa de la inversión científica, una apuesta de las naciones en vías de desarrollo para romper la exclusión
de los países ricos en sus planes para enfrentar la crisis mundial del coronavirus. Con motivo del lanzamiento de su libro La máquina genética, publicado en México por la editorial Grano de Sal, tuvo esta conversación sobre el papel de la ciencia para resolver las necesidades de la humanidad

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POR MANUEL LINO GONZÁLEZ

“Suele suceder que los países ricos, ‘el Norte’ como le dicen, resuelven los problemas que son importantes para ellos; no se enfocan en problemas que son importantes para países pobres como la India o los de Latinoamérica”, dice el premio Nobel de Química 2009 Venkatraman Ramakrishnan, quien recientemente presentó la versión en español de su libro La máquina genética. Este libro es el número siete de la Biblioteca Científica del Ciudadano, donde se plantea difundir el conocimiento y fomentar la discusión del impacto de la ciencia en la sociedad, a través de la publicación del pensamiento de grandes científicos y divulgadores del mundo, la mayoría son primeras traducciones al español. Esta colección la dirigen Omar López Cruz (Instituto Nacional de Astrofísica, Óptica y Electrónica) y Lamán Carranza Ramírez (Unidad de Planeación y Prospectiva, Gobierno del Estado de Hidalgo); es publicada por la editorial Grano de Sal bajo el auspicio del Gobierno de Hidalgo.

 

Ramakrishnan explica que los países ricos en estos momentos “están preocupados por el Covid-19 porque llegó al Norte; antes de eso, no se preocuparon por el SARS-CoV-2 y otras epidemias. Actualmente, mucha más gente se está muriendo de tuberculosis que de Covid-19. Pero la tuberculosis no se difunde por el norte, ha sido contenida” y por eso no están buscando formas de prevenirla.

 

El científico de origen indio, que llegó a los 19 años a Estados Unidos a estudiar física y después se sintió atraído por la biología molecular y que, según cuenta en La máquina genética, se sintió fuera de lugar la mayor parte de su carrera, fue una de las tres personas que recibió el Nobel por dilucidar la estructura biológica más grande, más compleja y una de las más relevantes que se conocen: el ribosoma.

 

Para dar una idea de la importancia de los ribosomas, Ramakrishnan explica que “todo en la vida depende de unas moléculas llamadas proteínas. Si hueles algo, es por las proteínas; si puedes percibir el calor, es por una proteína; cuando recuerdas algo, es porque ciertas proteínas fueron hechas en tus neuronas; la proteínas transportan el oxígeno en la sangre, nos ayudan a digerir la comida; los anticuerpos son proteínas que nos ayudan a defendernos de las infecciones”.

 

Todas esas proteínas, de las que los seres humanos tenemos unos 40 mil tipos distintos (cada uno de los cuales tiene múltiples variedades) se elaboran en los ribosomas de acuerdo a las instrucciones contenidas en los genes, en el ADN.

 

“Se puede pensar en el ribosoma como una fábrica ensambladora, en la que por un lado se están leyendo las instrucciones genéticas”, en una molécula de ARN mensajero, “y por otro lado está haciendo una proteína con esas instrucciones”.

 

Un ejemplo de la importancia que tienen los ribosomas en los seres vivos es que la primera proteína que elabora el coronavirus SARS-CoV-2 cuando infecta una de nuestras células, “la primera proteína que está codificada en su genoma… se une a los ribosomas humanos y los bloquea. Así que lo primero que hace el coronavirus es impedir que la célula siga haciendo sus propias proteínas”, explica el Nobel y aclara que aún no se sabe cómo es que esa proteína, llamada Nsp1, no impide a los ribosomas elaborar las proteínas del coronavirus.

 

Desde finales del siglo pasado, cuando Ramakrishnan y su grupo empezaron a estudiar los ribosomas, sabían de la importancia que tendría conocer cómo estaban estructurados sus cerca de medio millón de átomos, no sólo para comprender mejor el fenómeno biológico sino para temas tan prácticos como, por ejemplo, el diseño de medicamentos. De hecho, hay muchos antibióticos que funcionan bloqueando los ribosomas de las bacterias pero que no tienen efecto sobre aquellos de los seres humanos, que son estructuralmente muy distintos.

 

A ese tipo de ciencia (aunque sin menospreciar la que busca responder las grandes preguntas) es a la que Ramakrishnan se refería: “La ciencia dedicada a la medicina, a los materiales, a la conservación de la energía, a la purificación de agua, etcétera. Ahí es donde los distintos países pueden tener necesidades diferentes y es donde creo que cada uno debe desarrollar su propia ciencia”, dice desde su oficina en el Laboratorio de Biología Molecular de la Universidad de Cambridge, donde entre 2005 y 2006 logró culminar el trabajo por el que se le concedería el premio Nobel.

 

 

Detrás del asombro
La máquina genética comenta la perspectiva de Venki (como prefiere ser nombrado) Ramakrishnan sobre uno de los descubrimientos más asombrosos de los últimos tiempos, pues todo el proceso estuvo lleno de dificultades que en su época parecían insalvables.

 

“Es un poco como cuando ves un juego de futbol; estás viendo el desempeño final, no ves a los jugadores entrenando durante cientos de horas. Es lo mismo con la ciencia, que toma años y años de esfuerzo, entrenamiento, educación y demás”.

 

En el caso de los ribosomas, para estudiarlos, primero había que tenerlos en forma de cristales, como los de azúcar que se forman en la miel, sólo que mucho más difíciles de obtener. Ya que se tienen los cristales, se estudian por una técnica llamada cristalografía de rayos X, lo cual no permite obtener una imagen sino una multitud de puntos de luz y oscuridad que se generan cuando las ondas de los rayos X interfieren unas con otras tras ser desviadas por los átomos del cristal.

 

“La primera estructura que se resolvió por cristalografía sólo tiene dos átomos: sodio y cloro, es la sal común; se resolvió en 1912. De ahí llegamos hasta 2005 o 2006, cuando resolvimos el medio millón de átomos del ribosoma”.

 

Esta técnica, que requiere de un acelerador de electrones llamado sincrotrón para generar los rayos X, es la misma con la que James Watson y Francis Crick averiguaron la estructura del ADN a principios de los 50 (en el mismo laboratorio de Cambridge, por cierto).

 

En La máquina genética, Ramakrishnan cuenta que el propio Watson se interesó por el ribosoma y que “casi 40 años más tarde, en una reunión en Cold Spring Harbor en 2001, Watson rememoró esos días y recordó que en cuanto entendió lo complejo que era el ribosoma, supo de inmediato que nunca conoceríamos su estructura”.

 

Resolver la estructura del ribosoma era un problema difícil de abordar, pero de ninguna manera excepcional. “Las vacunas contra el Covid-19 no se desarrollaron en los últimos meses; tienen detrás muchos años de trabajo”. En particular, las que ya están listas o casi de Pfizer y BioNTech y de Moderna: “las vacunas de ARN mensajero se desarrollaron a lo largo de 20, 25 o hasta 30 años”, comenta Ramakrishnan.

 

 

Las perspectivas para México
Cuando estaba estresado por la carrera que diversos grupos de trabajo emprendieron para resolver la estructura del ribosoma, Ramakrishnan decidió aprender español; por un lado, para leer a sus escritores latinoamericanos favoritos en su idioma original, pero también porque le interesa visitar España y México, lugares que le parecen culturalmente muy interesantes. También se confesó amante de la comida y la cultura mexicana. Días atrás, el gobernador Omar Fayad le había enviado unos cubrebocas producidos por las artesanas de Hidalgo con bordados tenangos, antes de preguntarle que si le habían gustado, tomó uno que tenía cerca y se lo puso.

 

Así, ante la pregunta sobre qué opinaba de que en México se estuviera planeando hacer un sincrotrón contestó que podría ser muy útil para desarrollar la ciencia práctica que permita abordar los problemas que al país le interesaría resolver. Un sincrotrón podría servir, comenta, para estudiar materiales o la acción de los medicamentos.

 

El premio Nobel agrega que, en general, “los países deberían invertir en tecnología de inmunización” para desarrollar y producir vacunas que permitan atender emergencias como la actual de covid-19, pero también las enfermedades que no afectan a los países ricos y que por lo tanto estos no atienden.

 

Ramakrishnan ha seguido trabajando con los ribosomas, en particular con la forma como se regulan, pero le parece interesante un proyecto, que se dio a conocer hace unos días, de generar ribosomas mutantes aislados, fuera de las células.

 

“Hemos estado alterando la naturaleza por miles de años. Si te fijas en el ancestro del maíz —dice la palabra en español—, con el que hacen (las tortillas para) los tacos, es un producto que proviene puramente de los humanos alterando un pasto; el ancestro del maíz no se podía comer.

 

“Hemos alterado la naturaleza desde que somos humanos, sólo que ahora tenemos herramientas mucho mejores y podemos alterarla con mayor precisión. Así que con los ribosomas podríamos hacer nuevos productos, tal vez nuevas proteínas, nuevos polímeros que no sean proteínas, y podríamos hacerlo de una forma menos contaminante que la industria petroquímica; podría ser biodegradable. Eso depende de nosotros”.

 

“El mundo del trabajo barato como una forma de mantener la economía está desapareciendo debido, sobre todo, a la automatización… Para que un país prospere, su economía debe basarse en el conocimiento”, concluye como un mensaje a los jóvenes estudiantes de ciencia mexicanos.

 

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