Cristina Peri Rossi: la insumisa que gana un Cervantes
Este es un recorrido por la obra de la ganadora del Premio Cervantes, quien ha sido exiliada en España desde 1972, y mantuvo siempre constante su postura política de izquierda, además de ser una conquistadora de la palabra frente al boom supuestamente carente de mujeres
POR ALEJANDRA AMATTO
El pasado 10 de noviembre la escritora uruguaya Cristina Peri Rossi (Montevideo, 1941) fue galardonada con el Premio Miguel de Cervantes de literatura, edición 2021. Los medios anunciaban, en estos tiempos tan connotados por el protagonismo femenino en nuestras letras latinoamericanas, la adjudicación de este prestigioso reconocimiento, sin duda el más importante en nuestra lengua, para la tercera escritora proveniente del Uruguay, país sudamericano que apenas supera los tres millones de habitantes. Antes lo habían recibido el gran novelista Juan Carlos Onetti en 1980 y la inmensa poeta Ida Vitale en el 2018. Asimismo, se convirtió junto con la mexicana Elena Poniatowska (2013), las españolas Ana María Matute (2010) y María Zambrano (1988) y la cubana Dulce María Loynaz (1992), en ser la sexta mujer en recibirlo, en contraste con los más de cuarenta autores que se han alzado con la presea desde los orígenes de su entrega.
El camino recorrido por Cristina Peri Rossi, quien dos días después de recibir la noticia cumplió ochenta años de vida, no ha sido sencillo. Exiliada política desde 1972 en España, y tras constantes desplazamientos que la llevaron un tiempo a residir en Francia y en otros lugares de Europa, escapando de las garras del fascismo tanto en el Uruguay así como del régimen franquista al otro lado del Atlántico, sus posicionamientos políticos de izquierda la llevarían innumerables veces a exponer su vida. Los permanentes cambios y abandonos de lugares, en los que apenas había empezado a arraigarse, muchas veces sin pasaporte, negada en su identidad uruguaya y proscripta como autora disidente por la dictadura de su país, serían una constante pesadilla a la que tuvo que hacer frente durante varios años.
Peri Rossi inició muy joven su trayectoria literaria. Esta hija de inmigrantes italianos, profesora de Literatura y una de las más jóvenes y prometedores integrantes del Semanario Marcha de Uruguay, publica tempranamente Viviendo, el que será su primer libro, un paso inaugural en el género narrativo que la llevará por un copioso camino en el que abundarán la producción poética, ensayística y, por supuesto, la narrativa. Es difícil enlistar las decenas de textos con los que, desde todos estos frentes, materia prima de su literatura, la autora ha librado sus batallas desde la palabra y hacia la palabra, desafiando el silencio que el autoritarismo le quiso imponer a los pocos años de haber iniciado su carrera literaria.
La narrativa de Peri Rossi es poderosa, plantea una serie de cuestionamientos en los que sus personajes se posicionan con un alto contenido reflexivo acerca de algunos de los dilemas más trascendentes de la existencia humana, así como enfrentan las cotidianidades más mundanas, pero enormemente sensibles y reflexivas a través de sus actos. Prueba de ello son algunas de sus memorables novelas como: El libro de mis primos (Premio Marcha, 1969), La nave de los locos (1984), Solitario de amor (1988) o la desgarradora El amor es una droga dura de 1999. Todas ellas, a la par de otras grandes piezas notables de su narrativa extensa, nos dejan inmersos como lectores en un universo repleto de contradicciones, temas intocables y transgresores para su momento de producción, con los que la escritora también se expuso a contradecir las reglas de un mundo editorial profundamente masculinizado, al que además desafió desde su escritura.
Sus cuentos no se quedan atrás. Desde la publicación de Los museos abandonados (Premio jóvenes Arca, 1968) con relatos de corte fantástico como “Los extraños objetos voladores”, que ya anticipaban la represión y las desapariciones forzadas por la dictadura en el Uruguay de los setenta, Peri Rossi va calculando también una serie de estrategias estéticas en su narrativa breve que nos entregará otros inmensos libros de cuentos como: La tarde del dinosaurio (1976) y Los amores equivocados (2015), con una producción continua e impecable dentro del género, mediada por las cuatro décadas que distancian a estos dos libros.
¿Y qué decir de su poesía? El otro extraordinario género en el que destaca la pluma de la autora, desbordada de erotismo, luminosidad y angustia, pero también de una alta dosis de ingenio e ironía. Es quizá allí en donde saca a relucir sus más pulidos artefactos escriturales para desatar una serie de emociones complejas y contradictorias, situando al cuerpo femenino como uno de los pilares de su devoción estética, pero también uno de sus más grandes objetos de dolor. Desde allí apunta, como escribiría Gabriel Celaya, esa “arma cargada de futuro” que es la poesía, con reflexiones virtuosas sobre el propio quehacer poético en un mundo cooptado por la voz masculina, dentro de la apreciación vacía de la clásica figura de la “musa”. Pero también está el amor, en su sentido más puro y primigenio, que concentra el deseo hacia la mujer amada y lo resume en unas breves líneas que tocan el fondo de todo lo que conocemos. Basta leer su extraordinario poema “Distancia Justa”:
En el amor,
todo es cuestión de distancia.
Si te acercas demasiado me excito
me asusto
me obnubilo /777777777 digo tonterías
me echo a temblar.
Pero si estás lejos
sufro entristezco
me desvelo
y escribo poemas.
El exilio, la soledad, el dolor y la imposibilidad del retorno, porque ya no se es la misma, porque ya siempre será otra, después de haber subido al barco que la alejara de su natal Montevideo para llevarla a Europa, son también parte nodal de su obra. Prueba de ello son sus grandes poemarios Poemas de amor y desamor (1998) y Estado de exilio (2003), en donde la Peri Rossi más poética nos desnuda su alma, sus versos incorregibles y su carácter insumiso, título de su más reciente libro publicado en el 2020.
Junto con los cinco ensayos que componen su incursión en este género, en los que destacan los dedicados a su entrañable amigo Julio Cortázar, la obra de Cristina Peri Rossi es un repertorio de todo lo más grandioso que puede contener una expresión artística tan genuina pero dolorosa como la literatura. Por medio de su escritura logra exorcizar un pasado repleto de riesgos que decidió asumir desde todos los frentes posibles: su vida política, su identidad sexual y sus desafíos al canon literario construido, en esencia, por un mundo gobernado por hombres. Si algo ha replanteado su obra y su constante porfía es la falsa premisa de un boom latinoamericano carente de escritoras, ella junto a otras “rebeldes de su tiempo”, como le gusta decir en varias entrevistas, fue parte de una casi silenciosa, lenta, pero efectiva conquista de la palabra. Esa herramienta sólida que empuñó cada vez que fue necesario para plantear una injusticia, para hablar sobre la experiencia estética más sublime o para mostrarnos el dolor encarnado del destierro.
En estos días sólo ha podido corresponder con enorme emoción y agradecimiento a sus lectores por el premio que se le ha otorgado. Retomo algunas de sus palabras salidas en una breve entrevista telefónica que le realizaron los medios desde Barcelona, ciudad en la que reside desde hace ya varias décadas: “No sé si podré dormir [esta noche] y si no duermo pensaré que quizás este ha sido un acto de justicia, uno de los pocos que he tenido que conocer en una vida muy dura en la que no he evitado estar en riesgo tantas veces”. Esa es la voz de Cristina Peri Rossi, una de las más notables escritoras del siglo pasado y de este. Sirva el otorgamiento del Premio Miguel de Cervantes, como un mínimo reconocimiento agradecido a todo lo que nos ha entregado a sus devotos lectores en estos casi sesenta años de escritura.
FOTO: La ganadora del Premio Cervantes 2021, Cristina Peri Rossi/ Crédito: Elisa Cabot, vía Wikipedia Commons
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