Crónica de la pandemia

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La crisis sanitaria en México tiene varias aristas políticas y culturales que han generado caos en nuestra sociedad. Daniel Cisneros hace un recuento de la pandemia que aún no termina y es ya una tragedia nacional

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POR DANIEL CISNEROS

Periodista cultural; Twitter: @dacisneros555

Despertar confinados
Abriré los ojos a las 6 de la mañana después de una noche de insomnio. Permaneceré acostado, al igual que mi esposa y otros de mis familiares, a pesar de ser un viernes laborable. ¿No tendríamos que estar alistándonos para el trabajo? Me levantaré y me miraré en el espejo: a mi ojeroso rostro lo envolverá una incipiente barba crecida anárquicamente y un rebelde cabello lacio sin cortar que llegará debajo de la nariz. Además, mis canas prematuras se habrán multiplicado.

 

Al ingresar a mi pequeño estudio, que ya de por sí fungía de bodega y cuarto de lavado, me toparé con una invasión de botellas de cloro y distintos productos desinfectantes lo mismo que con una caja repleta de cubrebocas, caretas protectoras, gel antibacterial y jabón líquido de manos. También hallaré adornos y demás material para el bautizo de mi hija que, por precaución, cancelaremos hasta próximo aviso.

 

¿Qué habrá sucedido?

 

Respuesta: una mortífera pandemia del nuevo coronavirus SARS-CoV-2 nos orillará a un confinamiento masivo de meses. Es más: la crisis por influenza AH1N1 vivida una década atrás será, en comparación con la magnitud, como la hermana pequeña del llamado covid-19. Por eso el enorme desafío y esperanza radicará en descubrir la vacuna lo antes posible.

 

Encenderé mi computadora y empezaré a investigar en diversos portales de medios periodísticos. Haré anotaciones para escribir este texto.

 

¿Con qué me encontraré ese 26 de junio de 2020 en que, a causa del covid-19, en el planeta habrá millones de personas infectadas y casi 500 000 fenecidas? ¿Con qué me toparé aquel día en que México registrará 208 392 casos confirmados del virus y 25 779 decesos?

 

Primero, con que los mexicanos estaremos a casi un mes de finalizada la Jornada Nacional de Sana Distancia y de, paradójicamente, haber pasado a la nombrada “nueva normalidad” aún en semáforo epidemiológico rojo y durante la fase de mayor transmisión comunitaria del virus. Por eso, no únicamente el presidente retomará sus giras por el país, sino que las autoridades permitirán que a las actividades esenciales que nunca pararán (seguridad; telecomunicaciones; transporte público y de carga; producción agrícola, pesquera, pecuaria, agroindustrial y química; recolección de basura; farmacias; mercados de alimentos; hospitales; funerarias…) se le sume la reapertura de los sectores de la minería, la construcción y la fabricación de equipos de transportes. Al menos en el discurso, pues varios establecimientos y negocios que no figurarán en dichos rubros no se detendrán o ya habrán vuelto a operar.

 

Todo ello pese a que la Organización Panamericana de la Salud recomendará no apresurar la reapertura de la actividad económica si, como en México, la transmisión del virus continuará en aumento, porque habría riesgo de un posible rebrote. Sí: todo esto aunque, en algunos países, cuando se alcance el máximo de contagios, se dejará transcurrir un mes o más para reactivar las actividades.

 

A las 16:30 horas apagaré mi computadora. Tendré múltiples anotaciones en mi libreta, incluyendo las de semanas anteriores, a las que iré agregando otra información a lo largo de los días. Será momento de echar un vistazo en el centro de la Ciudad de México, donde el lunes dejarán atrás el semáforo rojo para transitar hacia el naranja. Así que me rasuraré la barba, me daré una ducha, alistaré cubrebocas por si acaso y, 90 minutos después, arrancaré mi viejo Fiesta 2003.

 

 

Cierre casi total
Se cerrarán escuelas y se recurrirá a la educación a distancia. Lo mismo ocurrirá con parques, plazas comerciales —exceptuando sus áreas de alimentos y farmacias—; recintos culturales, de espectáculos y deportivos (incluso los Juegos Olímpicos de Tokio se aplazarán), así como iglesias, por lo que los sacerdotes no solo utilizarán la televisión, redes sociales o plataformas de chats virtuales para transmitir mensajes a sus feligreses, sino que hasta darán bendiciones desde helicópteros. También se llamará a cancelar celebraciones como Semana Santa, Día del Niño, Día de las Madres, Día del Padre y La Batalla de Puebla, de tal suerte que los espacios públicos se verán desolados. En contraste, otros lucirán con actividad y flujo normal, como si nada ocurriera.

 

No todas las empresas, comercios o negocios de productos no esenciales cerrarán, o lo harán tardíamente. Entre quienes se negarán a detener sus actividades estarán Coppel, Andrea, Elektra, Autofin y la maquiladora Hyplaza. ¿Usted compraría donde, valorando mayormente las ganancias, expusieran a trabajadores y clientes? Como bien diría el rapero español Nach Scratch, al tomar prestada la fuerza y la calidad de la rima de Francisco de Quevedo: “Poderoso caballero don Dinero”. Es más, una de las ocasiones en que iré a mercar despensa veré, en una zona de fábricas, a personal de Barcel laborando. ¿Los alimentos chatarra son esenciales? Será tanta la avaricia que no faltarán aquellos que incrementen los precios de los productos de la canasta básica.

 

Uno de los lugares con permiso para continuar operando será aquel mercado donde, junto a mi madre, pasé gran parte de mi infancia y adolescencia vendiendo desayunos: la Central de Abasto de la Ciudad de México. Empero, a este sitio lo considerarán zona de alto contagio y en la entrada habrá lonas advirtiéndolo a los visitantes.

 

El 21 de julio llamaré por teléfono a un amigo de 63 años que labora en el área de Aves y Cárnicos, quien, por temor a contagiarse se ausentará un tiempo, pero debido a la necesidad económica volverá a finales de mayo.

 

—Dicen “quédate en casa”, pero no todos podemos porque vamos al día y debemos salir a buscar el sustento —me explicará—. Ahorita se ve mucho desempleo en Cárnicos. No hay contrataciones, y al poco personal que está, lo tienen a medio sueldo. Varias bodegas cerraron, y las abiertas trabajan tres veces a la semana.

 

—¿Qué tantos contagios se han dado?

 

—En toda la Central han sido muchos. Hoy estaban comentando que despidieron a unas personas contagiadas para que no infecten a otras. Conozco gente que se infectó y que sí alcanzó a salir de la enfermedad.

 

—¿Ha habido fallecimientos?

 

—Bastantes, en diversas zonas de la Central. Entre quienes murieron hay dos señores a los que conocí, un comerciante de pollo y un supervisor de Subasta. Otro señor, que vende accesorios para carros, se contagió y salió adelante, pero su hermano falleció. Donde más decesos hubo fue en las bodegas de la O-P y en la I-J.

 

—¿Los trabajadores usan medidas de protección?

 

—Varios sí, pero ahorita que anunciaron que era semáforo naranja, muchos otros ya no se protegen. Andan así, normal, como si nada.

 

—¿Y las autoridades han instalado sitios para sanitizarse?

 

—Al menos en Cárnicos, no. Pusieron personas para dar gel antibacterial, pero se quedan en la esquina de algún pasillo platicando y ni lo ofrecen. Y aunque pegaron uno que otro cartelito sobre el virus, la gente lo rompe. Yo mejor traigo cargando cubrebocas, gel, alcohol y a cada rato me lavo las manos.

 

 

Estado de México: recorriendo municipios de alto contagio
Mientras maneje rumbo al centro de la Ciudad de México rememoraré mi breve recorrido de 33 días antes, aún en plena fase 3 de la contingencia y dentro de la Jornada Nacional de Sana Distancia, por tres de los municipios de la zona oriente del Estado de México con mayor índice de contagios y muertes derivadas del covid-19.

 

Así, repito, lo recordaré:

 

A las 10:40 horas del domingo 24 de mayo conduje por avenida Francisco Villada, en Ciudad Netzahualcóyotl. Al llegar a Pantitlán, me detuve ante el semáforo en rojo: el mismo color de la alerta epidemiológica de la entidad. Frente a mí estaban limpiavidrios de edades diversas y un sonriente joven haciendo malabares. Consiguieron pocas monedas porque, quizá temerosos de cualquier contacto, los conductores cerraron las ventanillas, los ignoraron o se voltearon. En el camellón observé, como parte de una campaña de concientización del gobierno local, un cartel con la imagen de un ataúd cargado por hombres que portaban equipo de protección sanitaria y acompañada de la advertencia: “Que esta no sea tu última salida. Quédate en casa”.

 

Al cambiar el semáforo a verde, avancé y, más adelante, junto a mí pasó el Mexibús en el que viajaban escasos usuarios. “Claro, en parte se debe a que es fin de semana —pensé—, pues en algunos medios de comunicación se ha constatado que, pese a la contingencia, en estaciones del metro como Pantitlán continúan registrándose aglomeración durante las horas pico, ya que no todos han dejado de laborar o por la tardanza de los vagones”.

 

En la avenida Bordo de Xochiaca doblé a la derecha para ingresar a Chimalhuacán, municipio del que en otro tiempo fuera líder María Guadalupe Buendía Torres, la Loba, a quien, al culpársele de la muerte de 10 personas y multitud de heridos durante una riña protagonizada por sus simpatizantes e integrantes de Antorcha Campesina, se le condenó a más de 492 años de prisión en la cárcel estatal de Santiaguito y que, la madrugada de aquel 24 de mayo, falleció de coronavirus al igual que, días antes, lo hizo el médico que la atendió en el penal.

 

Al cruzar el puente vehicular hacia Chimalhuacán, lo primero que vi (muy cerca del Guerrero Chimalli, polémica escultura del artista Sebastián que costó alrededor de 35 millones de pesos en uno de los municipios más pobres del estado) fue un letrero espectacular en el que se vendían túneles sanitizantes. Seguí por la avenida de las Torres, donde en ciertos puntos se hallaban en funcionamiento negocios de productos esenciales y no esenciales. Había personas, contando embarazadas, menores y ancianos, sin cubrebocas y sin guardar la sana distancia. Varias estaban desayunando tacos, tamales, atoles y jugos de naranja, o fumando, yendo al mercado, besándose, agarrándose la cara, conversando, paseando a sus bebés. Incluso se apreciaban mototaxistas trabajando acompañados de sus hijos, esposas o novias pegados delante o detrás de ellos.

 

Di vuelta en un retorno donde un sujeto que vendía piñas, ayudado de cuchillo en mano, daba muestras a transeúntes o conductores. Minutos después me topé con un niño y un señor montados sobre una carreta de basura jalada por un caballo. “¿Acaso no se suspendieron las clases en las escuelas para que los menores estuvieran a salvo en sus hogares?”, me pregunté y, al instante, me respondí: “Sí, pero el hambre apremia y aquí existe un sinnúmero de alumnos que normalmente laboran de mototaxistas, albañiles, diableros en la Central de Abasto, vagoneros en el metro o, como en este caso, recolectores de basura”.

 

Al regresar de nuevo a Netzahualcóyotl, entre Bordo y Villada, divisé a un anciano en silla de ruedas pidiendo limosna a los conductores. Él no tuvo la posibilidad de gozar del “quédate en casa si perteneces a un grupo vulnerable”. Tampoco el señor sin una pierna que vendía dulces más adelante, ni la mujer embarazada, el hombre dializado o los niños que vi ganándose la vida en los semáforos.

 

En los camellones había gente paseando a sus perros, andando en bicicleta, haciendo ejercicio o sentada en bancas, lo mismo que menores jugando en columpios y resbaladillas. En algunas gasolineras resaltaban quienes atendían protegiéndose con caretas transparentes. Giré en la avenida Texcoco y circulé hasta la López Mateos, donde, al virar a la izquierda, advertí que como medida para evitar contagios no estaba el gigantesco tianguis que los domingos suele ponerse en ese lugar.

 

Me incorporé a la calzada Ignacio Zaragoza, pues decidí asomarme a un municipio más de la zona oriente: el Valle de Chalco. No había tráfico. Pasando el puente de La Concordia, ya en la autopista México-Puebla, me encontré con un cortejo fúnebre en el que cinco autos, dos de ellos llevando coronas de flores en el toldo, seguían a una carroza. Además, vi otro par de transportes de servicios funerarios avanzar en sentido opuesto al mío. Quizá sea algo que siempre sucede, pero en ese momento me percaté mayormente de ello por las circunstancias.

 

Transité a un costado del Hospital Psiquiátrico Dr. Samuel Ramírez Moreno, ubicado en Valle de Chalco, sobre el que la periodista Katia D’Artigues revelará que, al inicio, a pesar de las sugerencias del personal, su director, César Javier Bañuelos Arzac, se negará a aislar a sospechosos y rechazará la existencia de pacientes con coronavirus. Después terminará aceptando la presencia de la enfermedad en el sitio. Pero será muy tarde, porque los contagios incrementarán y vendrán los decesos. Asimismo, en el lugar habrá falta de insumos de protección sanitaria, pruebas de detección y medicamentos.

 

Al llegar a Puente Rojo constaté que, a diferencia de Netzahualcóyotl, ahí sí estaba instalado el tianguis, y aprecié buen número de vendedores y compradores sin protegerse. Avancé por la avenida Alfredo del Mazo y, en la otra entrada del mercado sobre ruedas, situada en avenida Ricardo Flores Magón, a manera de simulación, había gel antibacterial para los visitantes junto a un letrero: “Prevención contra el coronavirus”. La mayoría pasaba de largo, como la señora sin cubrebocas que llevaba agarrada de la mano de una niña. De ahí que será contradictorio que en pocos días (y ya concluida la Jornada Nacional de Sana Distancia) una avioneta del municipio sobrevolara alertando no solo que aún se estaba en semáforo rojo y en el peor momento de la pandemia, sino dando indicaciones de prevención y recomendando quedarse en casa.

 

Seguí mi recorrido y, aproximadamente un kilómetro después, pasé frente a una farmacia y una clínica afuera de las cuales, en dos días, morirá Guillermo: un niño de 11 años cuya familia padece pobreza extrema y a quien varias dependencias médicas le negarán la atención. Primero se dirá que la defunción se debió a un fuerte dolor abdominal; posteriormente, el periódico Milenio asegurará que la causa fue por síntomas graves de coronavirus. Este hecho demostrará que el común de los ciudadanos estaremos, hasta cierto punto, desamparados ante la pandemia. ¿Qué sucedería si el menor fuera hijo de algún político o empresario? Es obvio que lo atenderían rápidamente.

 

En Valle de Chalco se incrementarán tanto las muertes por covid-19 que, al quedarse sin espacio en el panteón municipal de Xico, el ayuntamiento adquirirá de urgencia un terreno de una hectárea destinado a tumbas. No obstante, al recorrer este municipio, me encontré casi con la misma postal que en Netzahualcóyotl y Chimalhuacán: no todos respetaban las medidas de protección sanitaria.

 

Fin de la remembranza.

 

Estas crónicas forman parte del libro Crónica de la pandemia (Confinamiento Covid-19), publicado por Ediciones del Ermitaño.

FOTO: Un empleado de los servicios de salud atiende en un puesto de detección de Covid-19 en la alcaldía Benito Juárez de la Ciudad de México./ Xinhua

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