Cuatro décadas en los escenarios

May 3 • Conexiones, destacamos, principales • 3444 Views • No hay comentarios en Cuatro décadas en los escenarios

 

POR ALEJANDRA HERNÁNDEZ OJENDI

 

La revelación ocurre en un pueblito de la provincia de Neuquén, en Argentina. Estamos en 1972. Un hombre de 37 años ve un espectáculo de marionetas. Las voces, los movimientos de esos muñecos que en aquel escenario cobraban vida lo encantan. Queda tan fascinado que antes de que acabe la función sabe ya una cosa: desde ahora él se dedicará a elaborar y manipular títeres.

 

Lucio: el comienzo

 

“Sentado en la butaca me decía a mí mismo que yo quería hacer eso”, cuenta Lucio Espíndola 42 años después de ese acontecimiento. De nuevo está sentado en una butaca, pero ahora en una del Foro Cultural Ana María Hernández (Coyoacán, ciudad de México). Desde ahí observa el ensayo de la compañía de teatro infantil Marionetas de la Esquina, que él fundó en Argentina en 1974 (apenas dos años antes había presenciado aquel espectáculo de Neuquén), y que refundó junto con Lourdes Pérez Gay en México.

 

Son ya cuatro décadas las que Lucio Espíndola ha dedicado a los títeres y a los niños. Cuarenta años en los que ha construido más de 400 muñecos, tanto de hilo (marionetas) como de mesa, y les ha dado voz, movimiento e historias que protagonizar. Aunque ahora se ha inclinado por una sola de esas labores: la creación de los títeres. Si en la función de ese ya lejano 1972 lo que deseaba era verse arriba de un escenario, hoy prefiere el trabajo que hay detrás de bambalinas.

 

Basta hablar unos minutos con este titiritero de cabello cano, lentes ovalados y personalidad reservada para comprender por qué escogió esa labor discreta. “A esta altura de la carrera, ya mucho más que actuar, prefiero la construcción de las marionetas”, dice con ese dejo de timidez que lo acompaña durante toda la entrevista y que no impide que se hagan presentes sus maneras afables. A cada pregunta, a cada “me podría hablar de…”, responde con un “claro que sí” o con un “cómo no” en los que se advierte su acento argentino, que conserva pese a que ha vivido en México los últimos 38 años. Huyendo de la dictadura militar, se refugió en este país en 1976.

 

—¿Cómo aprendió a hacer títeres? —le pregunto ahora.

 

—Yo me llevé al pueblo donde vivía, en la Patagonia, a un titiritero del norte de Argentina. Él me dio las primeras sugerencias para hacer títeres. No sé, yo tenía alguna predisposición especial seguramente porque nada más fue mi maestro del primer títere y luego me dijo: “tienes suficientes capacidades para hacerlos tú mismo”. Así que me delegaba la responsabilidad de construir los muñecos, que fue lo que más me agradó de todo el proceso de montaje y en lo que sigo.

 

Descubro el cariño y el cuidado que pone este hombre de casi 80 años en la elaboración de marionetas en su taller, al que voy días después de nuestro encuentro en el Ana María Hernández. Ahí comparte algunos de los secretos de su oficio. Habla, por ejemplo, de la importancia de captar la personalidad del personaje y trasladarla a los rasgos faciales. “En relación con la proporción de un rostro humano —explica—, este es mucho más grande porque es lo más visible del títere y es donde se condensa practicante toda su expresión”.

 

El taller de Lucio forma parte de las instalaciones de La Titería Casa de las Marionetas, un futuro centro de artes escénicas cuya construcción ha impulsado Marionetas de la Esquina. En este espacio, que también se localiza en Coyoacán (Guerrero 7, colonia Del Carmen), el titiritero trabaja entre moldes de yeso, cabezas de celastic, cuerpecitos y zapatitos de madera, ojos movibles y pedazos de plastilina. El esmero que pone en la elaboración de títeres no está reñido con la rapidez. Tanto así que la construcción de uno le ocupa más o menos dos semanas. Por supuesto, antes de llegar a la elaboración de los muñecos, Lucio lee el guión de la obra de teatro en cuestión. “La leo y la releo hasta que defino mentalmente a los personajes. Luego los dibujo a lápiz y finalmente los traslado al modelado”.

 

Antes de dedicarse de lleno a la construcción de marionetas, este titiritero actuó en varias de las 26 obras que ha producido Marionetas de la Esquina y escribió la mitad. El circo, una de las más célebres de la compañía, La visita inesperada y El jardín aún se siguen montando. Hoy sus facetas como actor y dramaturgo han quedado atrás, pero su capacidad de maravillarse con los títeres se mantiene intacta.

 

Lourdes: un segundo comienzo

 

Lo primero que Lourdes Pérez Gay nota al entrar al taller de su esposo, Lucio Espíndola, es que Ana está sujetada del cuello a una barra metálica. “Parece que se está ahorcando”, exclama de inmediato. Da unos pasos para llegar hasta ella. Le desenreda los hilos y la acomoda de modo que la protagonista de El vestido deje de dar esa impresión. Pero por lo visto Ana sigue incómoda y cae al suelo una vez y una segunda vez. “Pobrecita”, dice Lourdes y entonces yo también me compadezco de la marioneta: lamento tanto su caída como si hubiera sido la de una niña.

 

Esta mujer de 68 años es quien refundó en nuestro país junto con Lucio Espíndola la compañía Marionetas de la Esquina. Pero, además de cofundadora, es codirectora y quien diseña el vestuario de los títeres.

 

Luego de que acomoda a Ana, Lourdes sale del taller a los cimientos del teatro de La Titería. Ahí habla de este centro cultural cuya construcción registra actualmente un avance de casi 50 por ciento. “Este espacio —dice— estará dedicado al arte escénico para niños: teatro, teatro de títeres, música, danza y todo aquello que sea arte para niños”. Y enseguida esboza con palabras un plano de este sitio: “Lo que ustedes ven aquí son vigas y fierros, pero lo que yo veo es un teatro para 200 personas, dos salones de usos múltiples, una bodega, un taller, un lobby, una galería, una terraza, áreas verdes y… a niños con sus familias”.

 

Luego, la también actriz y directora de las obras que monta Marionetas de la Esquina resume la travesía de este proyecto. “La construcción empezó formalmente en 2012. Pero antes el gobierno de la ciudad nos dio un permiso para utilizar este terreno y nos dijo que teníamos que conseguir el uso del suelo. Tardamos cuatro años en conseguirlo. Ya habíamos ganado un dinero en un concurso del PAICE [Programa de Apoyo a la Infraestructura Cultural de los Estados], pero lo teníamos guardado en el banco porque no podíamos construir mientras no tuviéramos el uso de suelo reglamentario. Al final lo conseguimos y con el dinero que habíamos ganado se construyó lo que está hasta ahora”.

 

Para seguir con la construcción de La Titería Casa de las Marionetas, la compañía de teatro que dirigen Lourdes y Lucio lanzó el mes pasado la campaña “Hagamos un trato: cerremos un teatro”, para que la gente apoye el proyecto con la compra de un metro cuadrado de la pared del teatro, cuyo costo es de 480 pesos y sobre el cual se inscribirá el nombre del donador. Este proyecto también puede apoyarse si se asiste a las funciones y talleres que desde abril pasado da la compañía en “La Carpa de La Titería”, un espacio adecuado provisionalmente en las mismas instalaciones. La entrada es de cooperación voluntaria y la programación puede consultarse en marionetas.com.mx. “Sobre todo —comenta Lourdes—, lo que nos interesa, es que la gente conozca La Titería, que se sienta parte de ella”.

 

Amaranta: la renovación

 

Amaranta Leyva tenía cuatro años cuando Lucio Espíndola y Lourdes Pérez Gay, su mamá, refundaron Marionetas de la Esquina. De niña, solía esperar detrás de bambalinas a que estos dieran la función. Y ya más grande, a los 16, se integró a la compañía como actriz. Años más tarde, combinaría su trabajo de titiritera con la dramaturgia.

 

La autora de El vestido (Premio Nacional de Literatura 2006 en la categoría Obra de Teatro para Niños) acaba de terminar un ensayo con el resto de los integrantes de Marionetas de la Esquina. Parada sobre el escenario del Foro Cultural Ana María Hernández, recuerda cómo desde chiquita acompañaba a Lucio y a su mamá a las giras y cómo jugaba con los títeres: “Eran mis muñecos, platicaba con ellos. Les inventaba diálogos, historias…”, dice. A su lado, un sapo amarillo y una princesa de cabellos rojos atestiguan sus palabras.

 

A fines de los noventa, Amaranta llevó la invención de diálogos e historias a algo más que un juego y empezó a escribir obras para Marionetas de la Esquina. “Cuando estudié la universidad [letras hispánicas en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM], me di cuenta de que lo que me gustaba hacer era escribir”, dice esta dramaturga de 40 años, quien ya es autora de más de diez obras.

 

A diferencia de otras obras infantiles, impregnadas de juegos y moralejas, las de Amaranta indagan en diversas problemáticas que enfrentan los niños, lo cual ha distinguido a Marionetas de la Esquina de otras compañías de teatro dirigidas al público infantil, aunque también le ha valido críticas. “Lo que nos interesa mucho en Marionetas de la Esquina es la exploración del mundo de la infancia, de las emociones del mundo de la infancia; saber qué es lo que siente un niño y cómo ve el mundo”, dice la actual miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte. Y agrega: “Algunos críticos han dicho que nuestras obras no son para niños. Pero nosotros partimos de la idea de que a un niño se les puede contar tanto como a un adulto”. Dibújame una vaca, por ejemplo, causó controversia cuando se estrenó en 2001 porque hablaba del divorcio visto desde la perspectiva un niño de 8 años. “Le fueron negados varios espacios porque se decía que no era un espectáculo infantil, que tenía que verse con cuidado entre los niños y los papás”, comenta la dramaturga.

 

Otras obras escritas por Amaranta son: El vestido, que cuenta la historia de Ana, una niña a la que le cuesta trabajo decir no, y Mía, “que ha sido montado por muchísimas compañías por todo el país, y que gusta por el tema: la violencia intrafamiliar. Trata de la relación de una niña encerrada en un ático con el muñeco con el que jugaba cuando era chiquita y de cómo ella le cuenta a él cómo su vida cambió a partir de que sus papás empezaron a pelearse”. También están El intruso, que cuenta la historia de Catalina, una niña de diez años que ve en el novio de su mamá a un intruso, y El sueño de la bella durmiente, sobre una princesa que trata de liberarse de las paredes del castillo donde vive. Esta, que es la más reciente obra escrita por Amaranta y que ha sido montada por Marionetas de la Esquina tanto en México como en Estados Unidos, “aborda desde el punto de vista de un niño los miedos que sienten los papás al ser papás y querer proteger o sobreproteger a sus hijos”.

 

Marionetas de la Esquina no sólo ha sido criticada porque supuestamente sus obras no irían dirigidas al público infantil; también porque sus personajes tienen muchos diálogos pese a que son títeres. Para estos comentarios, la dramaturga también tiene una respuesta: “Creemos que los títeres pueden expresar tanto como un actor. Incluso hemos mezclado a títeres con actores”.

 

Un equipo: 40 años… y los que siguen

 

Convencidos de que el teatro de títeres no es una categoría menor, Lucio Espíndola, Lourdes Pérez Gay y Amaranta Leyva han mantenido en pie a Marionetas de la Esquina a lo largo de 40 años. La realización de más de 10 mil representaciones, tanto en México como en el extranjero; la participación en más de 70 festivales, del nuestro y otros países; la impartición de más de 600 talleres, en los que se han formado varias generaciones de titiriteros, así como el manejo de 12 técnicas de títeres y 12 obras en repertorio, son algunas de las cifras que han dejado estas cuatro décadas. Por el trabajo y la dedicación de Lucio, Lourdes, Amaranta y el resto de integrantes de la compañía (Emiliano Leyva, Priscila Morales, Humberto Camacho, Laura Hernández y Rafael Quijano, entre otros), seguramente las Marionetas de la Esquina vivirán muchos años más.

 

*Fotografía: La compañía Marionetas de la Esquina cumple 40 años. / Yadin Xolalpa

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