Danza contemporánea: una disciplina en crisis
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Las propuestas presentadas en el Premio Nacional de Danza Guillermo Arriaga son una muestra del vacío de propuestas con un discurso sólido y en constante diálogo con el público
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POR JUAN HERNÁNDEZ
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Desde hace algunos años el Premio Nacional de Danza Guillermo Arriaga. Concurso de Creación Coreográfica Contemporánea INBA-UAM, se ha convertido en un termómetro para medir la crisis creativa en la que se encuentra sumida la disciplina del arte del movimiento.
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Del vacío creativo no se salvan ni los noveles, ni los creadores consagrados de la danza, inscritos en el certamen, motivados por conseguir el monto económico, de 200 mil pesos, otorgado al ganador. En la función del 29 de junio en el Teatro Julio Castillo se presentaron Frontpage, de Paulino Josafat Medina, de Xalapa; Compruebe la conexión y vuelva a intentarlo, de Tanya Covarrubias y Cristóbal Barreto, de Colima, y Guest, de Ebert Ortiz, de Tijuana.
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Las obras apostaron por la interdisciplina –cómo si ésta fuera ajena de origen a la danza—, para ofrecerla como novedad del discurso artístico. En Frontpage, Medina utilizó la tecnología como un personaje. El recurso sería interesante si la propuesta fuera más allá de las ideas maniqueas en relación con la operante enajenación de la percepción que provocan los medios electrónicos en los seres humanos en la actualidad, pero la imagen del hombre con cabeza de televisión está más que trillada y ya no dice mucho acerca de la manera en que las nuevas tecnologías han transformado el modo de vida y la manera de ver el mundo contemporáneo.
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El concepto de Frontpage resultó, a estas alturas inocente si consideramos que la idea del creador era reconsiderar, junto con el espectador, las distintas capas de “realidad” en las que nos movemos en el día a día, cuando nos comunicamos a través de los teléfonos móviles, las redes sociales, las pantallas de alta resolución (que han dejado atrás el concepto tradicional de la televisión) o se navega al infinito por internet.
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Los bailarines vistieron de blanco. Eran seres anónimos que se movían como parte del mecanismo que se reproduce en otra realidad (virtual), por medio de la proyección en tiempo real, ofrecida en una pantalla que colgaba a un lado de la boca escena. La reproducción de lo efímero pudo haber sido otro concepto interesante, pero tampoco se le desarrolló en escena. La obra fue perdiendo fuerza y se quedó en un punto de vista superficial sobre la automatización de la percepción del ser humano.
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Compruebe la conexión y vuelva a intentarlo, por otro lado, parecía recuperar para la escena el carácter lúdico e irreverente. Una canción de Juan Gabriel — “Hasta que te conocí”, usada anteriormente en la obra Tragedia en Polanco, de Raúl Flores Canelo, con infinitamente mejores resultados— prendió al público y lo invitó a trasgredir las convenciones.
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Todo iba bien hasta que terminó la interpretación de Juan Gabriel y los coreógrafos Tanya Covarrubias y Cristóbal Barreto no supieron cómo dar un buen final a esa provocación inicial. El lenguaje también cambió, es decir, cuando los bailarines dejaron de moverse para intentar una especie de sketch cómico-musical, la propuesta se derrumbó y terminó en el humor básico.
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La puesta en escena Guest, de Ebert Ortiz, parecía que salvaría la noche, pues ya de suyo los dos bailarines de la obra realizaron un trabajo más que convincente. Sedujeron, provocaron, atraparon la mirada. Fueron cuerpos transfigurados, en pleno control del espacio, ofreciendo un concierto coreográfico que se significó por la amplitud simbólica del territorio corpóreo, acompañados en vivo por una percusionista que se sumó a la propuesta, con gran disciplina, para subrayar el discurso que iban entretejiendo los cuerpos.
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En esta obra la danza pasó a segundo término frente a la innegable contundencia de la música y la calidad de las voces de cuatro cantantes, cubiertas de telas de encaje negro. La interpretación musical trasmitió ideas, sentimientos, conceptos abstractos para hacer suya la escena.
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Las cantantes realizan un ritual en el que consiguieron “un instante verdadero”, ese instante absoluto del que habla Bachelard en su libro La intuición del instante, mientras los cuerpos de los dos bailarines quedaban inertes en el piso, para ser intervenidos con colores, por las manos de esas mujeres que se llevaron las palmas del público. Sí algo hay que premiar en esta obra es la sólida estructura musical y su manera de ser interpretada en escena; la danza se fue al olvido.
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Los creadores de la danza parecen considerar a su disciplina como insuficiente para crear un discurso sólido, con el cual dialogar con el mundo que les ha tocado vivir. De ahí viene la tendencia, en los últimos años, de “la no danza”; es decir, negar el concepto mismo del arte dancístico como una expresión orgánica, energética e intelectual del cuerpo —guía ordenadora del espacio escénico—, para legitimar sus propuestas creativas.
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Menuda tarea tienen los integrantes del jurado del XXXVI Premio Nacional de Danza Guillermo Arriaga (que hace dos años se declaró desierto, provocando la molestia en la comunidad dancística), quienes deberán dar por ganadora a una de las múltiples propuestas que se ofrecen en las eliminatorias.
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El concurso es un botón de muestra de la crisis de la danza de concierto contemporánea en nuestro país. Debería ser también un motivo de reflexión, de cuestionamiento y de propuestas serias, desde la comunidad, junto con las instituciones culturales, para sacar a la disciplina terpsicoreana de este atolladero en que se encuentra.
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FOTO: Frontpage, de Paulino Josafat Medina; Compruebe la conexión y vuelva a intentarlo, de Tanya Covarrubias y Cristóbal Barreto, y Guest, de Ebert Christian Ortiz, se presentaron en las eliminatorias del Premio Nacional de Danza Guillermo Arriaga. XXXVI Concurso de Creación Coreográfica Contemporánea INBA-UAM, en el Teatro Julio Castillo, el 29 de junio. En la imagen principal, fotografía de Guest. /Coordinación Nacional de Danza-INBA.