Laura Rocha, voz disidente de la danza
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La bailarina recibió el Premio Nacional de Danza “José Limón” por su trayectoria coreográfica
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POR JUAN HERNÁNDEZ
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Laura Rocha (8 de junio, 1962) inició sus estudios en la Academia de la Danza Mexicana en 1971, cuando tenía nueve años de edad. A partir de entonces dedicó su vida al arte coreográfico y es en la actualidad un referente de la danza contemporánea mexicana y latinoamericana. En reconocimiento a su labor, la artista fue condecorada con el Premio Nacional de Danza “Jose Limón” 2019, entregado el 7 de mayo, en Culiacán, Sinaloa.
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Becada por el Centro Superior de Coreografía para realizar estudios en Nueva York en 1980, la artista hizo sus primeras aportaciones escénicas en la compañía Contradanza, de la que fue cofundadora en 1983; sin embargo el salto cualitativo de su trayectoria ocurrió al unirse a Barro Rojo Arte Escénico en 1986, colectivo dirigido entonces por Arturo Garrido, creador que impugnó la estética dominante del arte coreográfico en los convulsos años de la década de los 80.
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Impulsada por Garrido, la creadora realizó una coreografía breve (12 minutos), referencial en el movimiento de danza independiente ochentero, “Crujía H” (1987), en la que abordó el tema de los presos políticos y puso los cimientos estéticos de otra obra legendaria: Tierno abril nocturno (1990).
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La artista asumió el discurso militante de la compañía que dirigía Garrido y con aquella agrupación se fue de gira a El Salvador y Nicaragua, a bailar en los campamentos de refugiados y desplazados por la guerra civil en 1987. Ese viaje quedaría grabado en la historia del arte coreográfico contemporáneo latinoamericano y, a partir de entonces, Rocha abrazó con empeño el discurso que se construía, desde la izquierda de la danza, en un colectivo artístico politizado y cercano a los movimientos sociales y urbanos de los años ochenta.
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En Barro Rojo (fundada en 1982), la artista desarrolló su vocación. En ese colectivo artístico desarrolló su talento como bailarina, coreógrafa, maestra y directora, convirtiéndose en protagonista de la evolución creativa de una de las pocas compañías de danza estables en el país, a la que dirige desde 1994.
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La evolución estética de la compañía refleja, en gran medida, el crecimiento de la artista, quien en diferentes momentos adaptó su posicionamiento en relación con su quehacer, en los 33 años que lleva dentro de la agrupación dancística. Esa capacidad de adaptación posibilitó la vigencia del discurso artístico de Barro Rojo en la escena dancística contemporánea de concierto.
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Pese a que en algunos momentos ha hecho concesiones artísticas para ampliar su influencia en nuevos públicos y asegurar la supervivencia de la compañía, ha conseguido que las obras se mantengan en contacto con la sensibilidad y la condición humana.
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Consciente de los principios que dan identidad a la compañía, la coreógrafa regresa irremediablemente al discurso radical , ya sea para hablar sobre el éxodo de los pueblos en la civilización actual, como ocurre en Travesía (2016); o denunciar las desapariciones de los jóvenes, representados simbólicamente en el número 43 —aunque en su danza la tragedia adquiere una dimensión universal que refiere a la pérdida de la libertad por razones políticas— en una pieza como Y no hay modo (no hay forma de decirlo), que concibió al lado de Miguel Gamero.
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Entre sus varias obras están Mujeres en luna creciente (1992), en la que bailó mostrando su vientre abultado por el embarazo avanzado; De judas, diablos, alebrijes y otros bichos, que se alimentó de la cultura popular mexicana; Ajuste de cuentas (el recurso del miedo), de 1997, pieza de raigambre política; mientras que en Corazón apretao… y los suspiros quebrados (2000), se volcó en la figuración idílica sobre las posibilidades amorosas, en relación con la diversidad sexual, y después continuar con Viento de Lorca (2001), homenaje al vate granadino, una pieza de gran exigencia técnica para los bailarines.
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Tanto en la Escuela Nacional de Danza Clásica y Contemporánea, en la que es maestra desde inicios de los 80, como en Barro Rojo Arte Escénico, ha formado a generaciones de bailarines y coreógrafos que quedan marcados por la proposición artística de la creadora, generando una escuela reconocible en la manera de asumir la práctica dancística contemporánea.
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Laura Rocha recibió el Premio Nacional de Danza “José Limón”, distinción de excepción para la creadora que ha forjado una tradición en la danza desde la disidencia artística y el compromiso social.
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FOTO: La bailarina, coreógrafa, maestra y directora de Barro Rojo Arte Escénico fue reconocida con el Premio Nacional de Danza “José Limón” 2019, por su aportación a la
cultura dancística mexicana. /Emilio Sabín/ Cortesía BRAE.
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