De entonces, ahora… y de siempre
POR BIBIANA CAMACHO
La maestría se adquiere con la experiencia. Un buen cuento es aquél que se lee con suma facilidad, fluye tranquilamente y de súbito puede desbordarse con un giro inesperado pero no menos posible. El arte del cuento requiere de precisión, cadencia, ritmo y sobre todo contundencia. Ya Harold Bloom afirma que los cuentos nos son parábolas ni proverbios, y por lo tanto no pueden quedar inconclusos; esperamos de ellos el placer de una conclusión que psicológicamente nos parezca satisfactoria. Y agregaría que esta satisfacción no tiene nada que ver con los términos de la realidad.
Los veinticinco cuentos que conforman De entonces y ahora de Orlando Ortiz ofrecen un mosaico de temas que sin embargo son el reflejo fiel del estilo de este autor; quien logra cachar al vuelo fragmentos de historias que iniciaron antes y terminarán después del límite de las palabras.
Me atrevo a especular que estos cuentos ofrecen una ventana a las obsesiones de Ortiz. Una de ellas es sin duda el crimen. En “El padre, el hijo y el ejecutor”, “Pálido gañido”, “Los sureños”; por ejemplo, el tema central es el asesinato. La tensión que se respira a lo largo de estos cuentos no necesariamente conduce a la resolución del crimen o a las razones; lo que resalta es la creación de atmósferas y la conducta de los personajes, a quienes conocemos línea a línea, pero que resultan completamente impredecibles.
La cotidianidad es otro tema recurrente, sin embargo Ortiz la retrata con un detalle milimétrico y la paciencia de un artesano; y el resultado es una imagen precisa, que resulta familiar y al mismo tiempo fascinante. Algunos ejemplos son los cuentos “Penumbra”, “No sé si decírselo”, “La plazoleta” y “El bodegón”. Por cierto, en éste último un vagabundo se asoma a las ventanas de una casa vacía, donde sin embargo han quedado los restos de un desayuno. Para el vagabundo ningún detalle pasa desapercibido. Sabe que en esa casa hay abundancia, los restos así lo indican. De modo que no le queda más remedio que sumergirse en la basura de al lado, con la firme esperanza de rescatar un poco de ese festín al que jamás tendrá acceso.
Pero los cuentos de Orlando Ortiz también plasman el realismo de una época que le tocó vivir mientras era estudiante de la Facultad de Filosofía y Letras. Quizá los acontecimientos de los últimos veinte años en este país han restado relevancia a los hechos ocurridos en 1968 y 1971. La editorial Jus acaba de reeditar Jueves de Corpus de Orlando Ortiz. En este libro Ortiz recopiló testimonios, recortes de periódico, de revistas, folletos crónicas y textos de otros escritores que dan cuenta de lo ocurrido antes, durante y después de la represión que los Halcones perpetuaron en contra de una manifestación pacífica el 10 de junio de 1971. El resultado de esta represión fueron varios muertos y desaparecidos; así como la impunidad del gobierno. Este libro tiene una vigencia perturbadora, por el grado de violencia con el que se ha pretendido controlar a la sociedad; a pesar de que ahora las libertades individuales aparentemente sean más amplias.
Orlando Ortiz, fiel a sus convicciones, aborda en algunos de estos cuentos una y otra vez la violencia, la represión, la persecución, la paranoia, la lucha política e incluso las dificultades de organización. “El trayecto”, “Cartas al director”, “Contingencias”, “El anfitrión”, “Transferencia” nos dan pistas de lo que seguramente les ocurrió a los protagonistas de esa época. Sin concesiones y de manera contundente, estos cuentos captan el horror y los estragos causados por las condiciones de represión que se vivían en ese entonces. La tensión era tanta que algunos de los personajes no tienen más remedio que enloquecer.
Por otro lado, el humor no es ajeno a estos relatos. Enmarcados en ambientes rurales, algunos de los cuentos exploran la vena humorística del autor. En “El encuentro” dos comadres se topan en el mercado; una de ellas no para de hablar de lo bien que está su familia con pormenores y detalles, la otra apenas alcanza a repetir que “las cosas no van bien”, sin profundizar jamás en sus pesares. Al final del encuentro el lector descubre que las mujeres ni siquiera se conocen. En “El desquiciante recinto” los integrantes de un equipo de béisbol caen fulminados durante pleno partido. Las investigaciones parecen apuntar al doctor Saturnino Warden como el asesino, pero todo se complica cuando éste aparece muerto. En este relato policiaco el equilibrio se logra gracias a dosis adecuadas de humor, la mujer fatal y el final inesperado.
El cuento que quizá menos conexiones tenga con el resto es “Cuento póstumo”, una ficción onírica en la que el protagonista está acompañado por un gato que no es gato y tampoco tiene color definido, y por varias mujeres que tanto lo empujan como lo arrastran a situaciones inesperadas. Al final comprendemos, como señaló Calderón de la Barca, “que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son”.
De entonces y ahora ofrece una prosa experimentada y reflexiva, cuyas dotes estilísticas y de técnica no se notan a simple vista. La amalgama de intereses de Orlando Ortiz está resumida en este volumen de cuentos y el hilo conductor que las une es, sin duda, su estilo armónico y rotundo.
*FOTO: “De entonces y ahora”, libro de cuentos de Orlando Ortiz, se presenta este domingo 24 de mayo a las 12 horas en la sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes/Especial