De Indira Cato a Nathaniel Kahn
El bailarín, coreógrafo y pedagogo colombiano hace una lectura de la polémica revelación sobre la hija desconocida (aunque sí reconocida) de Gabriel García Márquez, en la que destaca la dimensión humana del Premio Nobel de Literatura. Una primera versión de este artículo fue publicado en su columna del periódico El Espectador de Colombia
POR ÁLVARO RESTREPO
Pasado ya el morbo mediático y el tsunami de condena moral que desató el periodista y poeta Gustavo Tatis al revelar la existencia de Indira Cato, la hija desconocida (aunque sí reconocida) de Gabriel García Márquez, quisiera compartir una serie de reflexiones, respetuosas, sobre este acontecimiento que, al parecer, era un secreto a voces para muchas personas cercanas a Gabo y a su entorno familiar más íntimo.
Es un hecho innegable: después de Simón Bolívar, ningún personaje de nuestra historia reciente y no tan reciente, despierta sentimientos tan encontrados y contradictorios como García Márquez: reacciones extremas, afectos y desafectos encendidos y enconados. Nadie tan amado y odiado a la vez en nuestro medio como Bolívar… ¡y como Gabo! Quizá por ello he afirmado siempre que El general en su laberinto, la novela de nuestro Nobel sobre los últimos y dramáticos días de El Libertador, es un texto en clave de autobiografía espiritual: la soledad del poder y de la fama así como la amargura por la ingratitud y la envidia de sus coterráneos, hace que ‘Gabolívar’ pronuncie en la novela dos sentencias tremendas y memorables: “…Cada colombiano es un país enemigo…” y “¡Vamonós, que aquí no nos quiere nadie!”
Ahora resultó siendo Gabo (para dicha enorme de sus detractores), además de castrista, arrogante, arribista, etc., un típico patriarca caribeño, machista y misógino, que engendró en adulterio a una hija a la que ocultó y no le dio su apellido (parece ser que por decisión de la madre): “La increíble y triste historia de la cándida Indira y de su padre desalmado” podría llamarse este nuevo capítulo… o “El odiado más famoso del mundo”…
Humano, demasiado humano. El Dios de la Literatura no pudo escapar a algunos comportamientos inculcados por esa cultura machista que lo formó y de la cual también somos víctimas los hombres. Este episodio trajo a mi memoria la vida de otro gran hombre, “adúltero” y genial como Gabo: el arquitecto norteamericano de origen judío Louis Kahn. Una historia bellamente narrada en un documental extraordinario del año 2003 (que fue nominado al Oscar), My Architect, realizado por el cineasta Nathaniel Kahn, único hijo hombre del gran arquitecto.
La película tiene como subtítulo El viaje de un hijo y es justamente eso: el conmovedor y alucinante periplo de un hijo para intentar desentrañar la historia de un padre, al que vio muy pocas veces en su vida, que murió de un infarto en la Penn Station de Nueva York y al que por poco sepultan como N.N.
El día de su entierro se presentaron en la ceremonia tres mujeres con las que Kahn mantuvo, secreta y simultáneamente durante años, una relación marital… Con cada una de ellas engendró un hijo: dos mujeres y un hombre, que se conocieron entre sí ese día, delante del ataúd del patriarca. A pesar de que el dolor por el abandono y el engaño están presentes en la narración, la admiración de Nathaniel por el talento y el legado universal de su padre superan el resentimiento y la amargura. Sus hermanas aparecen con él en la película sosteniendo una tensa y reveladora reunión en una de las espléndidas casas construidas por Kahn.
Nathaniel recorre el mundo entero buscando los edificios de su padre y entrevistando a colegas arquitectos de renombre mundial que lo conocieron y admiraron: Frank Gehry, Philip Johnson, Ieoh Ming Pei, entre muchos otros. Pero quizá la escena más conmovedora del film es la conversación que sostiene casi al final con el arquitecto bengalí Shamsul Wares, en el complejo arquitectónico del parlamento de Bangladesh. En este monumental edificio, que tardó 23 años en ser construido y que Louis Kahn no alcanzó a ver terminado, Wares le dice a Nathaniel, con lágrimas en los ojos: “…Louis Kahn era también humano… su fracaso en satisfacer la vida familiar es una inevitable asociación con la gente grande… pero creo que su hijo entenderá esto… y no tendrá rencor ni sentirá que fue negligente… En aspectos sociales de su vida Louis era tal como un niño… no era nada maduro… el amor universal que animaba su obra a veces no lo dejaba ver a los seres más cercanos… algo inevitable para un hombre de su estatura…”
La historia de Gabriel García Márquez no es la de Louis Kahn… ni la de Indira es la de Nathaniel …pero he llegado a fantasear que sería muy interesante que algún día Indira Cato García, documentalista de talento y/o Rodrigo García Barcha, gran director de cine, hicieran una película sobre Gabo —el padre que fue y el que no fue— y que nos dieran a conocer esa faceta misteriosa —privada, íntima, secreta— del colombiano que más lejos y más alto ha llevado el nombre de este pobre, prodigioso y desagradecido país nuestro.
Adenda. En unos correos que intercambié con Rodrigo García Barcha hace unas semanas, en respuesta a comentarios míos sobre el hermoso libro que escribió como despedida a sus padres, me dijo (mucho antes de que se hiciera pública la noticia sobre su hermana) que conocía el documental de Nathaniel Kahn: “En efecto vi (y fui destrozado) por My Architect. Fuertísimo.” Ahora comprendo por qué lo dijo…
FOTO: A mediados de enero de 2022, el poeta y periodista Gustavo Tatis reveló la existencia de la hija de Gabriel García Márquez (en la imagen) /Crédito de foto: Cortesía Harry Ransom Center. Archivo Gabriel García Márquez
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