De la penitenciaría al teatro
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Esta obra, escrita por una reclusa del penal de Santa Martha Acatitla reconstruye la realidad cruel y desgarradora, con personajes que persiguen la redención del espíritu
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POR JUAN HERNÁNDEZ
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Existen formas de hacer vibrar al público con puestas en escena cuyo lenguaje pasa por encima de las convenciones habituales del teatro y genera discursos sólidos, de confrontación, que producen reacciones no sólo a nivel intelectual sino, y quizá sobre todo, orgánicas, porque van más allá de la forma, para adentrarse en el misterioso laberinto de la naturaleza humana.
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Ese es el caso de Casa calabaza, escrita por Maye Moreno, reclusa de Santa Marta Acatitla, por haber cometido un crimen; producto de la violencia soterrada en la estructura de una familia tradicional.
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Moreno no es una dramaturga convencional. Su amor por las letras parece haber surgido en su infancia como la única manera de escapar a una realidad cruel y desgarradora. De ahí que al ser entrevistada —desde la celda en donde cumple condena y, paradójicamente, persigue la redención de su espíritu— fluye con una claridad de pensamiento prodigiosa.
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El teatro para ella es eso: un acto de liberación. A partir de contar la historia de su vida, a través del acto creativo de la literatura dramática, la autora se revela como una conocedora del poder de las palabras y es el demiurgo que da forma al inasible y misterioso cosmos, de claroscuros, de la condición humana.
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Casa calabaza es el encierro absoluto. No hay ventanas ni puertas. Es decir: no hay escapatoria posible. Universo de paredes oscuras, en donde los personajes se miran a través del otro, como el reflejo en un espejo del que no se puede apartar la mirada. El espectador —independientemente de su historia particular— es obligado a asomarse a ese estar consigo mismo, desde el terror que provocan los demonios resguardados en la memoria mítica. Despojado de la máscara de la felicidad ficticia, el público es acompañante, personaje invitado a la puesta en escena que el director Isael Almanza propone como un suceso.
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Las actrices interpretan a la “Mayé” niña, adolescente y adulta, que no es otra que la autora de la obra, quien desde la reclusión cuenta una historia atroz, en la cual podemos reconocernos todos. El montaje implica la sensación orgánica del encierro en una celda carcelaria o dentro de una “casa calabaza”, recurso simbólico que está lejos de la imagen del hogar edulcorado de los cuentos que esconden verdades.
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El espacio Carretera 45 Teatro, en la colonia Obrera, de la Ciudad de México, se vuelve algo más que un foro de teatro. Adquiere sentido dramático al sumar, como es debido, la significación espacial a la deconstrucción de la existencia humana, para explicar la vileza, que se desnuda y exhibe como sustancia de un universo aterrador.
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La obra inicia en la entrada a la casa, en donde el público es recibido con una entrevista realizada a la reclusa y autora de la obra, proyectada en una televisión análoga, como las que se usaban hace no mucho tiempo en la mayor parte de nuestros hogares. En esa entrevista empieza el “meta-drama”, como lo llama la escritora de teatro, en el cual se unen realidad y ficción para ser una misma cosa.
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Mayé Moreno entonces es, además de autora, un personaje (real y ficticio). No hace falta que actúe. El drama expresado en su testimonio y mirada profunda y filosa, estremecen y dan sentido a la tragedia contemporánea. Sus ojos son la puerta del laberinto del mito clásico, para ir al encuentro del Minotauro, reflejo de la monstruosidad que se esconde bajo la hipocresía de la convención social.
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Casa calabaza es un montaje que acorrala al público en una atmósfera asfixiante; hace posible que lo invisible tome forma en la consciencia, para que el ser humano se reconozca y tenga un juicio crítico sobre esa visión misteriosa de su naturaleza.
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El montaje tiene la estructura del microscopio que permite ver el parásito que habita y destruye el espíritu humano. Es el encuentro inevitable con un destino del que no se puede escapar: el matricidio. A la manera clásica de la tragedia, aún hoy vigente para entender el misterio de la vida.
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Erandi Durán, Fátima Paola Arias, Mireya González, Gloria Castro, Alfredo Monsiváis figuran a seres que se descomponen segundo a segundo, bajo el yugo de la violencia que quema las entrañas. La propuesta escénica de Isael Almanza produce una radiografía del deterioro espiritual. A partir de la intimidad y la empatía generada entre actores y público se llega, prodigiosamente, a ver una síntesis de la historia del mundo, en el instante.
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FOTO: Casa calabaza, obra ganadora del Concurso Nacional de Teatro Penintenciario 2014, de Maye Moreno, dirigida por Isael Almanza, con las actuaciones de Erandi Durán, Fátima Paola Arias, Mireya González, Gloria Castro y Alfredo Monsiváis, el trabajo de dramaturgista de Luis Eduardo Yee y la producción general de Denisse Anzures, se presenta en Carretera 45 Teatro (Juan Lucas de Lassaga 122, Obrera, a dos calles del Metro San Antonio Abad), jueves y viernes a las 20:30, hasta el 24 de marzo. Cortesía Carretera 45.