Declaración de principios
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Declaración de principios
POR MICHELLE PÉREZ-LOBO
////////////////////////////// I’m sick of looking at me
////////////////////////////// /I hate this painful body
/////////////////////That disease has slowly worn away
////////////////////////////////“Magician”, Lou Reed
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Llevo ya varios días que suman más de un año
Llevo ya meses y meses purgándome analizándome
escribiendo sobre mi padre sobre
la muerte de cuerpo transparente sobre
el desamor nuevo y el amor envejecido sobre
el abandono como naufragio sobre
el olvido como soldado enemigo
No soy dramática pero sí melancólica y me canso
Estoy harta de altos vuelos y pretendida poesía
He caminado ensimismada mirando hacia la copa de los árboles
pensando en desentrañar mensajes inexistentes
Por eso me he perdido en ciudades extranjeras que tuve que haber descubierto a
[tiempo
Por eso me he distraído y encandilado con una luz inhumana
y por eso ahora quiero describir lo que veo
Quiero voltear hacia abajo
Observar de verdad las cosas las mías y las de otros
Quiero redescubrir los papeles tirados en la calle
y revivirlos y pintarlos de fuego
Quiero enamorarme de mis zapatos viejos y escudriñarlos
hasta que sea hora de tirarlos
Quiero detenerme en todas las moronas que carga mi mesa
en sus texturas y contornos y colores
No quiero hacer una oda a ninguno de ellos no
no quiero regalarles la trascendencia que no tienen y que no necesitan
Quiero retratarlos sólo a manera de still lifes/naturalezas muertas
Quiero estancarme en ellos y estar sólo estar estática siguiendo sus consejos
La elocuencia tan bonita de las cosas
que fueron bendecidas con no tener voz
Quiero despreocuparme por el desorden por la vejez por el olvido
por todos esos fantasmas enraizados en mis dedos
Sólo deseo contemplar lo que hay afuera
y describirlo sin prisas sin métrica
Quiero volcarme en los objetos que me rodean y aprehenderlos
Espiarlos a ellos para dejar de verme durante un rato
para concentrarme en la piel y no en los órganos
He vivido con un espejo clavado en mis entrañas reflejando sus rojos viscosos
Es agotador revolcarse en ellas todo el tiempo
Uno se desconoce y autoataca si la pasa viéndose por adentro
si vive con los ojos entornados como uñas que se clavan en sí mismas
Quiero salirme quiero huir quiero dejar de vivir en mí
y respirar a través de mi colección de piedras
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Ocho años
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///////////////// ¡Intelijencia, dame
///////el nombre exacto de las cosas!
“Intelijencia”, Juan Ramón Jiménez
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Intelijencia
estás mal escrita
por el capricho de un poeta
Eres rebelde
Tienes una letra prohibida
la jota de jerez de jamón de jugo
Intelijencia
te critico
pero tengo mucho que pedirte
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Intelijencia
ayúdame a nombrar
este cuerpo que no es mío
la carne
desconocida
(apestan estos 26 años)
que se pudre en mí
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Intelijencia
vete de paseo a su cabeza
para que no se olvide
de mi nombre
Que mi rostro
no se pierda
en la maraña
de sus sesos
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Intelijencia
déjame saborear la ingenuidad
de mi yo de ocho años
Bravucona
Permíteme pulir
otra vez
mi personalidad de roca
volverme
un diamante
ahora sí
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Intelijencia
Ya suéltame
Ya ayúdame
Que mi cerebro
sea el suyo
sea el mío
el de la que soy porque fui
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Hablé con un gramático
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Para Elena de Miguel e Ignacio Bosque
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Hablé con un gramático
sobre las palabras vacías:
cacharro
chisme
cachivache
y cosa,
mi favorita
—¿qué tiene la letra ce
que hiere a tantos lexicógrafos?—.
Todas representan objetos,
entidades de naturaleza diversa,
indiscernible;
son palabras cómodas
para emplear cuando hemos olvidado las otras.
Generalizan,
revuelven,
ignoran al individuo,
votan por la colectividad.
Son profanadoras:
desentierran rasgo semántico
tras rasgo semántico
para que el significado mínimo
imponga su reinado.
Inician
con el sonido de la ka;
les sigue el cuerpo de chocolate
y las sostienen unas manos tipográficas
siempre abiertas.
(También se les llama ligeras
porque vuelan como acróbatas
de boca en boca.)
Pero ojo,
son embusteras:
fingen que están vacías
para nutrirse del vecino,
y rellenarse con sus jugos;
breves rémoras.
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Coincidimos:
al gramático y a mí
nos gustó cosa
porque la decimos a la menor provocación:
“Dame esa cosa”,
exigimos;
“Te crees la gran cosa”,
reclamamos;
“¿Sabes una cosa?”,
intrigamos;
“Mira esta cosita…”,
excitamos;
“Un montón de cosas”,
agrupamos;
“Las cosas como son”,
sentenciamos;
“¡Qué cosa!”,
exageramos.
La lista sigue y sigue
pero ya no quisimos alargarla
para no agotar la rima.
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El gramático me dijo:
cosa es un nombre designativo,
pertenece a la clase de los sustantivos comunes
contables,
abstractos y concretos,
individuales;
posee género y número,
forma grupos nominales;
puede ser sujeto
o complemento
ad infinitum.
Y toda esta descripción
me puso los nervios de punta;
yo solo quería hacerme la interesante.
No quería desnudar
a mi heroína silenciosa.
Ahora ya no puedo verla a la cara.
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ILUSTRACIÓN: Rosario Lucas/EL UNIVERSAL