Del oro más esmerado

Jun 3 • destacamos, Lecturas, Miradas • 637 Views • No hay comentarios en Del oro más esmerado

 

Frente a la fugacidad actual, vale la pena rescatar la prosa breve de autores como Alfonso Reyes, Vicente Riva Palacio o Julio Torri, contenida en la antología El vuelo del colibrí, prologada por Beatriz Espejo

 

POR BENJAMÍN BARAJAS
La narrativa breve ha tenido un amplio desarrollo en los años recientes gracias a la influencia de las redes sociales, cuya impronta supone la reducción del tiempo y el espacio de los mensajes, sujetos a la servidumbre de la velocidad y la extinción del sentido, ante un lector imaginario y desmemoriado.

 

Sin embargo, los textos breves no representan una novedad en la historia de la literatura universal, pues en Japón, China, la India, el Medio Oriente y la Europa Medieval subsistieron pequeñas narraciones en forma de tankas, fábulas, apólogos, sentencias, apotegmas, refranes, parábolas, ejemplos, aforismos, estampas, entre otras, que pretendían deleitar, enseñar y enderezar al escucha, o al lector, por el recto camino del buen vivir.

 

La diferencia, quizás, entre los antiguos textos y los actuales, es la percepción del tiempo. En la época clásica, las frases se esculpían en la piedra o en la memoria del oyente para perdurar, mientras que ahora, el “muro” las puede suprimir con un clic sin que, en apariencia, algo perturbe el ruido continuo, a la manera de un monólogo interminable, en el que nadie se detiene a comprender o dialogar.

 

A pesar de esa permanente fugacidad, debemos considerar los instantes imborrables. Como sucede en la antología de la prosa breve mexicana El vuelo del colibrí, prologada con estilo exquisito por Beatriz Espejo y compilada por Ana Rosa Suárez y Alina Vela. Sin duda, este colosal esfuerzo produjo una obra admirable, gracias a la aproximación crítica a los autores elegidos, la selección de sus textos más representativos y al deslinde teórico respecto a la prosa breve como género literario.

 

Desde luego, en la época actual las parcelas de los géneros han perdido sus linderos debido al empuje constante de la hibridación y también al descrédito de las academias que, en los tiempos clásicos, fungían como guía y látigo para los escritores que debían ajustar sus obras a las preceptivas del momento; las cuales, a partir del romanticismo europeo, caen en desuso y desaparecen, en definitiva, con los movimientos de vanguardia de principios del siglo XX.

 

Ahora el lector, esa figura ambigua y anónima, es quien habrá de certificar la aparición y continuidad de los cambiantes géneros literarios y establecerá los límites en la comprensión y el sentido de lo que lea, pues ante la mera palabrería dará la espalda al texto.

 

De tal manera que la multitud de escritos breves que incrementaron su insurgencia con las vanguardias, como productos de la explosión de un planeta que se desgrana en miles de asteroides, deben pasar por los ojos y el oído de los lectores, para valorar su sentido y su posible transcendencia en el ámbito de las letras.

 

Así las cosas, en la antología El vuelo del colibrí se eslabonan varias perlas que dan testimonio “del oro más esmerado”, de las obras de algunos escritores de renombre. Tal es el caso de Alfonso Reyes, Julio Torri, Ricardo Gómez Robelo, Ramón López Velarde, Vicente Riva Palacio, Juan José Arreola y Augusto Monterroso, entre muchos otros de gran valía.

 

No obstante, habría que ser un poco escépticos frente a la proliferación de los minitextos, porque si no representan un gajo de la epopeya, es decir, una síntesis del arduo trabajo con la escritura, podrían rematar en meras ocurrencias nacidas del apremio y la renuncia a la expresión literaria.

 

 

FOTO:  Vicente Riva Palacio, en un retrato de autor anónimo, 1869.

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