Del poder femenino a Kevin Spacey
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The Handmaids’ Tale, The Sinner, Game of Thrones, Twin Peaks y Taboo figuran entre lo más sobresaliente de un año marcado por el desmesurado aumento de estrenos: ¿hay suficiente público para 500 series anuales?
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POR LEONARDO TARIFEÑO
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Para el mundo de las series de televisión, 2017 fue un año formidable e inquietante a la vez. Las buenas noticias incluyen récords de audiencia, como el marcado por los 16 millones de espectadores que en Estados Unidos vieron en directo el final de la séptima temporada de Game of Thrones. Semejante éxito, sin embargo, tiene su contracara: la preocupante euforia de una oferta descontrolada y excesiva, que estrenó más de 500 producciones en menos de 365 días, un 240% más de las 210 que salieron al aire por primera vez en 2009. El negocio crece a pasos agigantados y no deja de convocar a los mejores creadores e intérpretes, pero su desbocado ritmo de expansión y desarrollo enciende las luces de alarma. ¿Hay suficiente público para más de 500 nuevas series anuales? ¿Las poderosas Netflix, HBO, FX y Showtime les darán tiempo y espacio a todas sus producciones o la vida de cada proyecto dependerá del veredicto inmediato de una audiencia sobrepasada? En 2018, el mercado de las series se enfrentará al desafío de hallar esas respuestas, imprescindibles para sostener su indudable apogeo.
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Mientras tanto, el balance de 2017 resulta favorable porque lo positivo ha sido mucho más relevante que lo negativo. Entre los hitos, quizás el más destacable haya sido la reaparición de David Lynch (Twin Peaks) y Spike Lee (She’s gotta have it), que aportaron sus extraordinarios toques personales, singularísimos ambos y muy distintos entre sí. En cuanto a las tendencias, da la impresión de que el público ha consagrado aquellas propuestas orientadas a la reflexión social, ya sea como crítica (Por 13 razones, Dear White People), en el formato de “true crime”(de The Keepers y The Confession Tapes a la ficcionalizada Mindhunter) o en tanto reelaboración de asuntos contemporáneos como la reivindicación de la mujer, donde la variedad va de la ficción apocalíptica de The Handmaid’s Tale a los thrillers psicológicos The Sinner y Alias Grace (basada, como The Handmaid’s Tale, en una novela de Margaret Atwood), pasando por el notable western feminista Godless, la comedia de luchadoras Glow o el drama hollywoodense Feud, en el que las divas Jessica Lange y Susan Sarandon encarnaron ni más ni menos que a Joan Crawford y Bette Davis, respectivamente.
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De las que bien podrían ser las cinco mejores series del año, al menos tres corresponden a este universo femenino: la sobrecogedora The Handmaid’s Tale, que imagina un mundo nada lejano gobernado por un fundamentalismo religioso-machista en tiempos de sequía reproductiva; la atrapante The Sinner, en la que Jessica Biel interpreta a una esposa y madre de familia que una mañana cualquiera pierde la cabeza y mata a sangre fría a un joven en una playa; y la ya célebre Game of Thrones, cuya séptima temporada puso frente a frente al cuarteto de damas formado por Cersei Lannister, Daenerys Targaryen y las hermanas Sansa y Arya Stark. Cada una a su manera, estas tres series impulsaron a la televisión a cruzar nuevas fronteras. En The Handmaid’s Tale, el reto confronta a la sociedad de hoy con su espejo deformante; The Sinner obliga al espectador a ponerse en el lugar de una asesina desquiciada; y Game of Thrones reinventa el espectáculo televisivo en términos operísticos, donde la tensión de la intriga, la fuerza de los personajes y la violencia latente se complementan con la majestuosidad de los paisajes, el rigor del diseño de imagen y el brillo de los efectos especiales.
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Junto a ellas, otras dos series de extraordinaria calidad asoman como lo mejor del 2017. Una, Twin Peaks, logró convertir al surrealismo en lenguaje televisivo, siempre dentro de una escenografía de thriller experimental que cruza la estética de la Twin Peaks de 1990 con las fantasmagorías de Mulholland Drive, donde Lynch elevó a los sueños a la categoría de arquitectura inmaterial. La otra, Taboo, que cuenta con Ridley Scott como productor ejecutivo, descansa en una narrativa clásica concentrada en los múltiples secretos del héroe, el volcánico James Delaney (Tom Hardy), quien a principios del siglo XIX huye de Inglaterra a África para escapar de una relación incestuosa con su hermana sin saber que años después regresaría a Londres y a un destino de violencia. En clave onírica (Twin Peaks) o de historia de aventuras (Taboo), ambas construyen relatos provocadores y sombríos que apelan a formas poco transitadas por la narrativa de la televisión actual.
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En el caso de los proyectos fallidos, parecería que la mayor trampa del negocio es la ambición sin rumbo. Tal podría ser el caso de Sense 8, creada en 2015 por Lana y Lilly Wachowski y filmada en Ciudad de México, Chicago, San Francisco, Berlín, Seúl, San Pablo, Reykjavik, Nairobi, Mumbai, Ámsterdam, Positano y Madrid. Netflix la canceló en junio pasado por “motivos económicos” y dejó claro que su producción de alcances globales no compensaba las carencias evidentes que surcaban la trama. El mismo mal que combina pretensión galopante y guión endeble parece aquejar a The Walking Dead, cuya octava temporada revela el agotamiento de la historia y repite lo ya visto, y a Iron Fist, que junto con la también infumable Inhumans participa de un ambicioso plan de Marvel por copar un segmento de audiencia adicto al puñetazo fácil y los chistes malos. Satisfacer al público sin tratar de elevar su nivel de exigencia supone el riesgo de producir televisión-chatarra, es decir, masiva pero sin sustento o algo que decir. Por cierto, el camino que parece empezar a recorrer Narcos.
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2017 se va y, entre lo más feo que pudo haberle ocurrido al mundo de las series, queda la estela del escándalo por la conducta sexual de Kevin Spacey, alma y emblema de la inolvidable House of cards. Con la expulsión de Spacey de la serie, las incógnitas sobre el futuro del controvertido Frank Underwood queda en manos de Robin Wright, una misión injusta para la actriz, el personaje y, sobre todo, para los fanáticos de un retrato político en el que Underwood jugaba un rol insoslayable. Con esa pérdida en el horizonte, el año se despide con la nueva temporada de la escalofriante Black Mirror, estrenada el último viernes. No hay mejor señal para creer que en 2018 las series televisivas mantendrán su reinado.
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FOTO: The Handmaid’s Tale está basada en la novela homónima de la escritora canadiense Margaret Atwood. / Especial
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