Descubrimiento y conquista de Yucatán
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Antes de que Francisco de Montejo, el Adelantado, emprendiera la conquista de los mayas yucatecos en 1527, los españoles emprendieron dos expediciones más a Yucatán, una comandada por Juan de Grijalva, en 1518, y la otra por Hernán Cortés, en 1519
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POR SERGIO QUEZADA
Yucatán fue descubierto en 1517 cuando un capitán español, Francisco Hernández de Córdoba, navegó desde la isla de Cuba en busca de esclavos para reemplazar a los indígenas que habían sido diezmados por enfermedades epidémicas y exceso de trabajo. Su expedición salió el 8 de febrero de 1517 de La Habana y con él iba Antón de Alaminos, experimentado timonel. Después de llegar al extremo más occidental de Cuba, la punta de San Antón, la pequeña flota salió a mar abierto; tras navegar 20 días hacia el oeste, la expedición avistó tierra. Los españoles veían por primera vez la línea costera de la península de Yucatán, cerca del actual Cabo Catoche, y podían distinguir, alineada sobre la costa, la ciudad maya de Ecab. Los hombres de la expedición la llamaron El Gran Cairo, por las pirámides que veían y que relacionaban con las mezquitas musulmanas.
Fue en ese punto donde los españoles preguntaron cuál era el nombre del lugar, y también aquí que su incomprensión de la lengua maya los condujo a crear los nombres geográficos de Yucatán y Catoche. Cuando les preguntaron a los mayas el nombre de su tierra les dijeron: “Ma tinatik u tan”, es decir, “No entendemos sus palabras”, lo que los expedicionarios tomaron de que la tierra se llamaba Yucatán. Y al requerir sobre el nombre de la ciudad les respondieron: “Ca otoche”, “esas son nuestras casas”, y por una traducción errónea llamaron desde entonces Cabo Catoche. La expedición regresó con algunos cautivos mayas capturados (dos de los cuales fueron bautizados y llamados Julián y Melchor), que los españoles esperaban poder usar como intérpretes en expediciones futuras; pues como la expedición halló algunas muestras de oro y otros objetos preciosos, se difundió rápidamente en las islas del Caribe la noticia de que en esta isla de Yucatán había metales preciosos. Antes de que Francisco de Montejo, el Adelantado, emprendiera la conquista de los mayas yucatecos en 1527, los españoles emprendieron dos expediciones más a Yucatán, una comandada por Juan de Grijalva, en 1518, y la otra por Hernán Cortés, en 1519.
La conquista de la península
Cuando Francisco de Montejo, el Adelantado, emprendió la conquista de los mayas yucatecos, nunca se imaginó que sería una empresa larga y difícil, pues después de dos intentos, finalmente logró imponer el dominio español en la parte noroeste de la península de Yucatán, o sea la región que actualmente ocupa a grandes rasgos la parte occidental del estado de Campeche y todo el estado de Yucatán.
En 1527, Francisco de Montejo, llegó con sus soldados a la isla de Cozumel. Fueron bien recibidos por el cacique Naum Pat, señal que los motivó para cruzar a tierra firme, y cerca de Xel-há fundaron una villa llamada Salamanca. Pero los víveres comenzaron a escasear y una epidemia atacó a su ejército. La desesperación se acrecentó por la hostilidad de los mayas, cansados por las exigencias españolas. Estas circunstancias hicieron decaer los ánimos a tal grado de que muchos soldados querían abandonar la empresa. Pero Montejo destruyó las naves para evitar la deserción, y a partir de ese momento inició su recorrido invasor por la parte noreste de la península.
Los conquistadores continuaron hacia el suroeste y al llegar al pueblo de Dzonotaké tuvo lugar el enfrentamiento más importante de este primer intento de conquista. La victoria sobre los mayas logró un cambio en la actitud de los indígenas, y a partir de entonces evitaron a la fuerza invasora. Concluido el recorrido de la parte noreste, Montejo regresó a Salamanca de Xel-há, seis meses después de haber partido. Allá encontró a 12 compañeros sobrevivientes, pero los que se quedaron en Polé murieron a manos de los indígenas. Desde Salamanca, el Adelantado decidió dirigirse al sur. Dividió la expedición: un grupo, al mando de Alonso Dávila, partió a pie con destino a Chetumal; el otro, encabezado por él, lo realizó por mar. Exploró la Bahía de Ascensión y llegó a Chetumal. Pero Dávila regresó a Salamanca, y como consideró que las condiciones en las que se encontraba no eran propicias, la trasladó al sitio de Xaman-há. En el ínterin Montejo navegó hacia Honduras, hasta la región poblada del Río Ulúa, y retornó a Xel-há. Pero al no encontrar seña alguna continuó su derrotero hasta Cozumel, donde se enteró de la nueva situación. Para el verano de 1528 la expedición, diezmada por las enfermedades, la falta de bastimentos y sin pertrechos de combate, abandonó Yucatán.
Segundo intento de conquista
A fines de 1530 o principios de 1531, el Adelantado nuevamente emprendió la conquista de los mayas. En esa ocasión entró a la península por la costa occidental. Para ello, Francisco de Montejo el Mozo fundó primero, en 1529, Salamanca de Xicalango. De allí partieron los soldados con destino a Acalán para emprender la invasión de Yucatán, y allá Alonso Dávila fundó Salamanca de Acalán. Sin embargo, como no se encontraba estratégicamente situada, el Mozo la abandonó y se dirigió a Champotón a fines de 1530. Posteriormente el Adelantado siguió a su hijo. En esa ocasión la presencia española se prolongó cerca de cinco años y fundaron Salamanca de Campeche y Villa Real de Chetumal (1531), Ciudad Real de Chichén Itzá (1533) y Ciudad Real de Dzilam (1534), asentamientos desde los cuales pretendieron iniciar el proceso colonizador. Por varias circunstancias este segundo intento tampoco prosperó. Una fue que la hueste española estaba integrada por personas que tenían como único fin el enriquecimiento fácil y rápido. Pero sus expectativas se transformaron en frustraciones, pues la península, al ser una inmensa roca caliza, carece de metales preciosos; y en 1534, cuando llegaron noticias de las riquezas del Perú, los soldados empezaron a desertar. Además, el Adelantado cometió el error de dividir a sus soldados en Salamanca de Campeche en dos expediciones. Una, al mando de Dávila, se encaminó a Chetumal, donde fundó la Villa Real. En 1532 fue expulsado de manera definitiva por los mayas de la región. La otra, jefaturada por Montejo el Mozo, se dirigió al norte y en Chichen Itzá fundó Ciudad Real. Todo parecía indicar que desde ese asentamiento el proceso colonizador arrancaba sin contratiempos, pero los indígenas comenzaron a asediarlos hasta finalmente expulsarlos hacia la costa norte. En su retirada fundaron en 1534 en Dzilam la nueva Ciudad Real, con el fin de reiniciar la colonización, pero ante las adversidades, a fines de ese año o principios de 1535, abandonaron la empresa. También influyó, en el fracaso de ese intento de conquista, la organización política de los mayas, pues ésta se caracterizaba por la existencia de varios centros políticos y de innumerables caciques independientes, es decir no había un poder centralizador de la vida política peninsular. Desde luego, el clima, la geografía cálcica y la carencia de víveres fueron asimismo causas que conspiraron en contra del éxito Conquista definitiva.
La conquista definitiva
Sin duda alguna, el Adelantado obtuvo experiencias y enseñanzas de las dos anteriores expediciones, y, a partir de 1537, su hijo, quien gobernaba Tabasco, envió un grupo de soldados desde el Usumacinta a Champotón, y allá estableció una base, y convirtió a Xicalango en su centro de apoyo y abastecimiento. Durante este intento Francisco de Montejo, el Adelantado, contó con su sobrino, llamado también Francisco de Montejo; quien se adhirió a las fuerzas conquistadoras y tomó el mando de la nueva población de San Pedro de Champotón, llamada más tarde como Salamanca. Poco después, Montejo, el Mozo, arribó a Champotón y a fines de 1540 trasladó el campamento a Campeche. Un año más tarde en ese lugar fundó la villa de San Francisco, con unos 30 soldados y procedió a repartir los pueblos en encomienda. Los conquistadores continuaron su avance hacia el norte, y en Tuchicán, entre Calkiní y Maxcanú, establecieron una base. Allá se enteraron de que Ah Kin Chuy, sacerdote del pueblo de Pebá, predicaba la guerra de exterminio contra los españoles. Montejo, El Sobrino, advertido por los mayas aliados, se adelantó en el ataque y capturó al sacerdote. Este éxito militar resultó alentador para los mayas aliados para continuar abasteciendo de víveres a los españoles, y Montejo, el Mozo, avanzó hasta Tihó, en donde el 6 de enero de 1542 fundó la ciudad de Mérida, nombró su primer cabildo y repartió los pueblos en encomienda. Ante el avance español, los mayas se organizaron y numerosos contingentes comandados por Nachí Cocom, halach uinic, o gran señor de Sotuta, sitiaron Mérida. Pero los expedicionarios los contraatacaron y dispersaron a sus enemigos, y gran parte de los caciques de los pueblos ubicados en los alrededores de la ciudad, y los señoríos dependientes de las capitales prehispánicas de Hocabá, Motul y Dzidzantún, cayeron bajo el control de la hueste española. Montejo, el Mozo, emprendió la campaña contra Sotuta, y su victoria fue tan contundente que Nachí Cocom aceptó someterse. Posteriormente avanzó hacia Tihosuco, mientras que Montejo El Sobrino, guerreaba por el noreste, quien en mayo de 1543 logró fundar en Chauac-h la villa de Valladolid que más tarde, en la primavera de 1544, decidió trasladarla a Sací. Para ese año sólo quedaba por someter la capital indígena de Chetumal y la región del Dzuluinicob, tarea encargada a Gaspar Pacheco y a Melchor Pacheco, su hijo, quienes en 1544 fundaron en un lugar cercano a la laguna de Bacalar, la villa de Salamanca. Sin embargo, el 5 Cimi (muerte) 19 Xul (fin), fecha indígena que se puede interpretar como muerte del español y fin del dominio colonial y que corresponde al 9 de noviembre de 1546, inició una gran rebelión que abarcó todo el oriente y sur de la península. En ella participaron los pueblos dependientes de las capitales prehispánicas de Sací, Popolá, Tihosuco, Sotuta, Chancenote, Chetumal y Chauac-há. La rebelión fue particularmente sangrienta. Los españoles capturados, incluyendo mujeres y niños, fueron crucificados y colocados como blancos para las flechas o asados en los incensarios para copal o sacrificados sacándoles el corazón. El repudio de los mayas hacia la dominación española fue más allá y acabaron y destruyeron los animales y plantas domesticadas que los conquistadores habían traído de Europa. Los indígenas que servían en las casas de los españoles tampoco se salvaron; fueron asesinados por los rebeldes por considerarlos traidores a sus costumbres y dioses. Finalmente, en marzo de 1547 los españoles aplacaron el último pueblo rebelde; y los caciques y sacerdotes dirigentes fueron ejecutados o quemados. Con este suceso concluía la conquista del noroeste peninsular. Para fines del siglo XVI, aún faltaba por conquistar a los mayas que vivían entre el Petén, la sierrita Puuc y la Laguna de Términos. Esa región era un inmenso espacio cubierto de espesos bosques tropicales que alcanzaban alturas de más de 30 metros y que era conocido como Las Montañas. Sus habitantes, calificados por los españoles como cimarrones, silvestres, montaraces, o bien tipeches (plural de una corrupción castellana de la voz maya teppché ), usaban el pelo largo hasta las piernas y andaban armados con arcos y flechas. Se dedicaban a la milpa, recolección de pimienta, copal y cera, y anualmente hacia la semana santa se acercaban a los límites de la región noroeste para intercambiar sus productos con hachas, cuchillos y sal.
FOTO: Grabado que muestra la llegada de los españoles con los naturales de tierras peninsulares/ Especial
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