Destiempo, una descarrilada propuesta teatral
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La intención de llevar a escena un conflicto que evoque la fatalidad del destino, como en una tragedia clásica, no llega a concretarse en una propuesta escénica eficaz, verosímil, en esta obra de Daniel de la O, dirigida por Juan Carrillo
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POR JUAN HERNÁNDEZ
El avance de la ciencia ha provocado preguntas filosóficas, cuyo objetivo es dar explicaciones concretas a realidades imposibles. El teatro, en tanto suceso propio de la experiencia humana, permea la epidermis de la existencia y busca desentrañar el misterio del lugar del hombre en el tiempo y el espacio.
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Por eso no extraña una obra como Destiempo, de Daniel de la O, dirigida por el joven Juan Carrillo, en donde asuntos como la relatividad y el carácter cuántico del tiempo, son tomados como elementos sustanciales del drama.
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La trama desarrollada en Destiempo la hemos visto en la literatura, en el cine y, actualmente en series como Dark —por mencionar alguna de las muchas que abordan el tema—, en donde el futuro puede tocarse con el pasado, y el presente parece diluirse siempre entre lo que ya ocurrió o lo que será. De ahí que la pregunta no sea: ¿dónde estoy? Sino: ¿cuándo?
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Esa misma pregunta, que en el cine o en la televisión de ficción se resuelven de manera eficaz, gracias al uso de la tecnología, en el teatro es un reto de gran complejidad, toda vez que en la experiencia escénica parte del aquí y el ahora, de una presencia vital exacerbada.
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No imposible, pero sí difícil de llevar a escena, un tema sobre la estructura espiral del tiempo rebasa con mucho las posibilidades de la propuesta escénica de Juan Carrillo, a quien se le ha visto brillar como director en obras como Numancia, con la Compañía Nacional de Teatro, y Mendoza, esta última una versión de Macbeth, de William Shakespeare, escrita por Antonio Zúñiga y Carillo.
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Tanto en Numancia, como en Mendoza, el director Juan Carrillo goza del cobijo institucional. La primera una gran producción, estrenada en el Festival Internacional Cervantino, en el marco de los 400 años del fallecimiento de Miguel de Cervantes; y la segunda, con apoyo del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes.
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Una obra que se antojaría más personal, Destiempo, tiene un resultado muy distinto a aquellas otras puestas en escena. En este caso, la propuesta escénica parece incompetente, a la hora de ofrecer una historia verosímil, dentro del propio misterio que implica la posibilidad de coincidir como organismos físicos en un punto del tiempo cuántico.
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La historia es la de un hombre que vive en el futuro, enamorado de una mujer a la que quiere salvar de la muerte en el pasado, y conseguir, con ello, unir sus destinos, para concretar los anhelos tejidos en el espacio-tiempo de la mente humana; es decir, en el lugar que ocupan los sueños o, mejor aún, la imaginación.
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Destiempo se propone en escena como una versión romántica edulcorada, de lo que se antoja más una reflexión sobre la imposibilidad de evadir el destino del ser humano, en el sentido clásico de la tragedia.
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Juan Carrillo lleva a la escena el texto de Daniel de la O, en un escenario delimitado por un cuadrado luminoso y el uso de una especie de puerta que separa a los personajes, quienes podrían estar en contacto no en el tiempo entendido como propiamente humano, sino en la dimensión temporal del universo.
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La puerta es visualmente aparatosa e innecesaria, cuando su única función es separar físicamente a los personajes; estorba el desempeño actoral, pues el entendimiento de que ocupan un lugar y un tiempo distinto, está dado en la convención planteada por el texto mismo. En la enunciación y desarrollo del drama se evidencia que uno de los personajes intenta cambiar el destino del otro, para concretar una historia de amor imaginada o tal vez vivida —es la incógnita—.
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No es eficaz, en ese sentido, la propuesta escénica, que no llega a concretar un lenguaje. A la desarticulada propuesta se suma —quizá con mucha más importancia— la inconsistencia de los actores, la dificultad que tienen para construir a sus personajes y establecer un “timing” —vaya paradoja— que permita el suceso del teatro.
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La actriz Paulina Soto se esfuerza para manejar consistentemente la idea de una existencia relativa y, por tanto, indeterminada; mientras que el actor Horacio F. Lazo se limita a enunciar el texto, en una interpretación automatizada. En ese sentido, valga la expresión, los personajes están “a destiempo”.
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Frente a la falta de una atmósfera, que dé sentido a la puesta en escena, el pesado artefacto escénico y la ineficacia en el planteamiento de un cuestionamiento del tiempo en el presente del teatro, descarrilan esta propuesta teatral, que pudo haber sido una inquietante pregunta sobre la manera en que el ser humano entiende su propia existencia en una temporalidad no lineal, es decir, en la formulación de la verdad como enigma aún inexpugnable.
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Foto: Destiempo, de Daniel de la O, dirigida por Juan Carrillo, con las actuaciones de Horacio F. Lazo, Paulina Soto y Homero Fernández Segura, escenografía e iluminación de Félix Arroyo, se presenta en el Teatro El Milagro (Milán 24, Juárez), se presenta martes y miércoles a las 20:30 horas, hasta el 9 de mayo. / Alfredo Millán/Cortesía Teatro El Milagro
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