“Detrás de los andamios”: La carencia de imaginación museal

Jun 4 • destacamos, Miradas, principales, Visiones • 2384 Views • No hay comentarios en “Detrás de los andamios”: La carencia de imaginación museal

 

El Museo de Arte Moderno exhibe Detrás de los andamios, retrospectiva del muralismo que peca de oficialismo en un trabajo curatorial contradictorio que deja importantes cabos sueltos en la revisión de este movimiento artístico centenario

POR RODRIGO CASTILLO
“El poder de los museos” fue una de las frases desgarradoras usadas en el sermón cuatroteísta de Lucina Jiménez, máxima cabeza del INBAL, antes de dar paso a los visitantes a la muestra titulada Detrás de los andamios en el Museo de Arte Moderno (MAM), inaugurada este martes 17 de mayo. Después de un largo periodo cerrado al público a raíz de la pandemia por Covid-19, cosa comprensible, el MAM fue resucitado bajo los ejes de la inclusión y la representación; lengua de Señas mexicana, baño universal —“sanitario para todo género”, de acuerdo con la corrección política—, cédulas en sistema Braille, rampas, elevador y un sinfín de complementos que hacen del MAM un museo “empoderado” en sus instalaciones, pero francamente descuidado en su única sala de exhibición abierta al público, al menos en la muestra de la que aquí me hago cargo, en su discurso curatorial.

 

Si bien la crisis económica generada por la pandemia ha afectado por igual a todos los sectores (ni se diga el de la cultura), la austeridad republicana sobre el recinto es innegable. Ya se había visto en otros espacios museales del INBAL, como el Laboratorio Arte Alameda o el mismo Museo del Palacio de Bellas Artes, que han trabajado con sus propias colecciones haciendo préstamos cruzados. Esfuerzo loable pero insuficiente. La asfixia económica perpetrada a los museos públicos lleva el redoble de los tambores cada que los visitantes pisan sus instalaciones anunciando la caída del telón: cédulas de obra impresas en láser, enchufes rotos, viejos equipos de audio y video.

 

Aunque en la inauguración de la muestra Detrás de los andamios también se habló de un “museo verde” para referirse al MAM dentro del proyecto centralista de López Obrador Chapultepec, Naturaleza y Cultura, el paisaje que lo rodea no es de hoy, sino de 1964 —y de mucho tiempo antes— y que, a raíz de la labor de decenas de administraciones a lo largo de los años, se ha mantenido así, pero al interior del recinto las cosas se complican. Detrás de los andamios, a decir de la curadora en jefe del museo Brenda Judith Caro, “es una revisión del muralismo de lo que consideramos lo más importante (sic), es decir, el muralismo fue un movimiento de vanguardia determinante para muchas de las definiciones de modernidad que se van a dar en este país (sic)”. Lo que parecía ser una carta sólida del MAM no deja de verse como una muestra embardunada de conmemoración oficialista bajo el aura del Renacimiento mexicano que, para pronto, a decir del equipo curatorial de la exhibición, es uno y muere precisamente en 1964, cuando los artistas rechazan la cuarta etapa del muralismo. Lo anterior parecería no tener inconveniente por ser convención, sin embargo, es patético decir que, al arrogarse el “quiebre” entre muralismo y nacimiento del MAM en 1964, el último haya sepultado al primero.

 

El corte de caja es tibio. Asumir, como expone el equipo curatorial, que el MAM cuenta con una arquitectura antimuralista debido al rechazo de otros artistas no representados por la Escuela Mexicana de Pintura(1), es dar de pataletas en el pesebre. Si no es así, ¿es pertinente conmemorar dicho movimiento de vanguardia en un recinto antiarte público? La respuesta es obvia. Luego vienen los problemas de contenido. Si en 1964 el curso muralista es echado a la covacha de las definiciones de la modernidad, quitar el polvo a las piezas de las colecciones del mismo MAM, del Museo de Arte Carrillo Gil, de la Sala de Arte Público Siqueiros, del Museo Nacional de la Estampa, entre otras públicas y privadas, ¿no es denostar lo que el propio recinto y su red de museos resguarda y conserva? Una etapa del arte mexicano que, si bien para muchos hoy es francamente espesa y aburrida, le da bola al equipo curatorial del MAM para bracear en el río discursivo del anacronismo para sumarse a una conmemoración centenaria raquítica por austeridad.

 

Leamos: “Las bases que articulan el muralismo, la configuración de una estética y una identidad cultural, y las definiciones de modernidad que propuso el muralismo o que se derivaron del diálogo del muralismo con otras propuestas de la época”, los tres puntos núcleos de la muestra, desean ser pulso de la conmemoración del centenario del movimiento pictórico, sin embargo son borrosas si, como dice el texto de sala principal, “privilegiamos una mirada transversal que aquilate la contemporaneidad del muralismo mexicano a cien años de su nacimiento”, cuando el corte de caja no da espacio para dialogar con posmuralismos luego de 1964.

 

La contradicción es grande: Detrás de los andamios no da el pase de estafeta a las gestoras Olga Tamayo y Angélica Arenal, ni a las pintoras Fanny Rabel ni Electa Arenal, piezas clave del entramado “detrás de cámaras”, por mencionar a algunas de las mujeres que, en aquellos años, se hicieron cargo del estudio, del escritorio, de las ventas, de la organización mural, del archivo; era, desde el punto de vista oficial, más cómodo recargarse en Aurora Reyes y María Izquierdo acusando la presión ejercida por Rivera y Alfaro Siqueiros para la cancelación de los murales de la jalisciense en Veracruz. ¿Dónde en la muestra están las investigaciones sobre los murales de Electa Arenal, de Olga Costa y de Fanny Rabel? Un recuadro pegado a muro con el título “Las muralistas, más allá de la lectura oficial” no es precisamente un gran esfuerzo por dar una “profunda investigación y reflexión” como se presume en el texto curatorial.

 

Detrás de los andamios olvida, porque sí, que en 1965 La Tallera se convierte en la fábrica más productiva de los equipos colaborativos donde su sistema de poleas y andamios evoluciona la práctica y técnica muralistas; es en este espacio donde El Coronelazo enciende la máquina arquitectónica rítmica del libro más importante del muralismo Cómo se pinta un mural (1951), en el que, luego de organizar los departamentos, implementa el propósito formal nuevo-realista, pasado de largo en la exposición; asimismo, Detrás de los andamios relega, también porque sí, La marcha de la humanidad en el Polyforum Cultural Siqueiros, en 1971: gozne de las definiciones de la modernidad edilicia en diálogo con los pabellones internacionales —qué más moderno que eso—, como lo estudió Daniel Garza Usabiaga en Pabellón Siqueiros,(2) y el crecimiento de la megaurbe hacia el sur de la capital a raíz de la expansión de la avenida de Los Insurgentes, donde, no está de más decirlo, Rivera realizó el mural sin título sobre dicha avenida sur en el número 1587.

 

De acuerdo, 1964 es el pivote del discurso oficial, incluso si eso es aceptable, ¿no entran entonces los murales de la Universidad de Xalapa(3) pintados por Mario Orozco Rivera, por cierto, pintor al que fatídicamente olvidaron sumar a la pared “Muralistas en México 1921-1964”? ¿Nos hacemos de la vista gorda con los mosaicos venecianos de Rivera en Cuernavaca o sus frescos realizados en el Palacio de Cortés? ¿Lo mismo hacemos con las obras del Casino de la Selva de Josep Renau o de Manuela Ballester —otra gran olvidada en la lista— en el Hotel Mocambo en Veracruz? ¿Cerramos los ojos con Olga Costa y su obra en Agua Hedionda? ¿No es la escultopintura una de las definiciones de la modernidad y por qué la noción de arte público se ningunea en la muestra si la pintura, la escultura, la fotografía, la fábrica creativa, las nuevas herramientas no sólo de los pintores de la Escuela Mexicana sino de los más jóvenes de los 60 y 70, son parte central de las definiciones del arte moderno mexicano? Sobre esto último Federico Silva viene a bien como unión entre aquella falsa muerte señalada por el MAM y las enseñanzas de Siqueiros al artista que, para colmo, también su nombre fue olvidado en la pared, su gran obra mural Regresión y progreso es de 1959.

 

Detrás de los andamios peca de oficialismo y apego a su historia del arte, y es el rechazo al coqueteo con otras formas de comprender muralismos simultáneos en otros rumbos del orbe. Hay en la muestra una cerrazón conceptual al creer —y los actos de creencia son de fe— que la inauguración del MAM en 1964 “terminó” con el muralismo, al menos con el de la Escuela Mexicana de Pintura. ¿Cabeza de Juárez (1976) de Luis Arenal no fue el último aliento del muralismo atacado por el nuevo grupo de poder institucional dibujado en José Gómez Sicre y su gran aliado José Luis Cuevas? Del Mural efímero (1967) de este último a la megaurbe contemporánea cosmopolita, con el grafiti y el arte urbano, los muros de los skateparks apropiados por los artistas con grabados, aerosoles y stickers, los monumentos y antimonumentos reimaginados con brillantina, la mancha urbana siempre a la vanguardia muestra cómo 1964 será un año digno para preguntarnos en 2048: “¿Te acuerdas cuando el oficialismo del MAM quiso poner punto final al muralismo oficial?” La historia del arte es peligrosa si se toma a la ligera y más cuando el “poder de los museos” mantiene precarizados a sus trabajadores que, sin menosprecio de su quehacer, poco pueden hacer ante la máquina estatal lópezobradorista.

 

NOTAS

  1. “El museo se funda en 1964 y es una institución que buscó responder a la demanda de un grupo de artistas que no se sentían representados ya por el muralismo mexicano, eran artistas que estaban ya buscando otro tipo de rutas, la razón por la cual tiene esta arquitectura: salas circulares, un espacio continuo, no están pensadas para presentar pintura mural, su fachada está confirmada de vidrio y acero, no hay murales” en https://heraldodemexico.com.mx/cultura/2022/5/17/inauguran-exposicion-que-conmemora-100-anos-de-muralismo-405426.html.
  2. Estudio por desgracia aún inédito (en la muestra hay cuatro fotos de La Tallera, meras referencias visuales descontextualizadas).
  1. “Defensa, continuidad y destino de nuestra cultura” (1958), “Veracruz Revolucionario” (1961) y “Liberación” (1962).

 

FOTO: Una familia de campesinos observa los murales del Palacio de Cortés, en Morelos/ Imagen tomada del Instagram del MAM

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