Diálogo pictórico romántico

Feb 10 • Miradas, Visiones • 8170 Views • No hay comentarios en Diálogo pictórico romántico

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Relumbrante oscuridad, que estará hasta el 25 de febrero en el Museo Nacional de San Carlos, crea una correspondencia pictórica entre el artista mexicano Juan Carlos del Valle y Goya, Rembrandt y Velázquez

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POR ANTONIO ESPINOZA

Platicando con Juan Carlos del Valle, en la sala que alberga su exposición en el Museo Nacional de San Carlos, frente a su cuadro La insurrección de los muertos (óleo sobre tela, 2016), le pregunto si la obra tiene algo que ver con la situación de violencia que desde hace más de una década vive el país. La respuesta negativa del pintor no me sorprende: él no es un pintor político ni le interesa serlo. Sus intereses van por otro lado. Desde los inicios de su trayectoria, Juan Carlos del Valle (Ciudad de México, 1975) asumió la pintura como el género artístico por excelencia. Es un maestro que se ha alimentado en la historia del arte y ha abrevado en los grandes maestros del pasado. Formado en el taller de Demetrio Llordén, quien a su vez fue discípulo de José Bardasano, adquirió una gran cultura visual en los viajes de estudio que realizó con su maestro. Con él se acercó a la tradición pictórica europea. Virtuoso del dibujo, en su producción que incluye retratos, alegorías, bodegones, flores y paisajes, es fácil encontrar huellas de maestros como Goya, Rembrandt, Sorolla, Velázquez, Zuloaga y Zurbarán, entre otros.

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No es extraño entonces que la exposición de Juan Carlos del Valle en el Museo Nacional de San Carlos, se distinga por su carácter culterano. El título mismo de la exposición: Relumbrante oscuridad. La manifestación del misterio. Encuentros entre el Neo-romanticismo de Juan Carlos del Valle y la colección del Museo Nacional de San Carlos, anuncia la riqueza de lecturas y registros de la muestra. Resultado de un arduo trabajo de investigación que incluyó a la crítica de arte Blanca González Rosas y a las curadoras Paloma Jiménez y Yazmín Rodríguez, la muestra consta de un total de 38 obras, de autores renacentistas y románticos del pasado (representados en la colección del MNSC), y un maestro del presente (Juan Carlos del Valle), quien ha entablado un diálogo con aquéllos. Un diálogo de alto nivel, pues entre sus interlocutores se encuentran dos grandes maestros del arte universal: Alberto Durero y Francisco de Goya. Un diálogo, además, que conforma un discurso construido con diez núcleos temáticos: las brujas, los cuentos de hadas, el infierno, la luz, el mal, el misterio, la muerte, la noche, la oscuridad y el terror.

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A diferencia de la muy interesante exposición Por los siglos de los siglos. Exploración matérica con la Colección del Museo Nacional de Arte, presentada el año pasado en el Munal, en la que Bosco Sodi dialogó mediante 21 piezas de su autoría con obras del acervo del recinto (virreinales, decimonónicas y del siglo XX), resaltando sus cualidades formales (color, material, textura), la exposición de Juan Carlos del Valle en el MNSC busca más bien insertarse en una tradición pictórica sumamente rica, que ha producido frutos notables a lo largo de la historia. Aquí el diálogo es pictórico y, de acuerdo con Blanca González Rosas, quien concibió el marco conceptual y teórico de la muestra, también es romántico. Apunta la crítica de arte en su texto de sala: “Al igual que el Romanticismo Oscuro que se desarrolló entre la segunda mitad del siglo XVIII y la primera del XIX, la obra de Juan Carlos del Valle se impone con estéticas sublimes en las que lo fantástico, terrorífico y místico borra los límites entre la realidad y la fantasía. En su obra, la oscuridad desestabiliza lo misterioso, manteniendo una sutil tensión entre lo real, la realidad y la ficción”.

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No podía iniciar la exposición de manera más contundente: El sueño de la razón produce monstruos (aguafuerte sobre papel, ca. 1823), uno de los más célebres grabados de Francisco de Goya, de su serie: Los caprichos, publicada originalmente en 1799. Bien sabido es que el maestro aragonés exploró un mundo imaginario, infestado de monstruos, brujas, híbridos y seres deformes. En la mencionada serie gráfica, deja ver un gusto obsesivo por lo grotesco y lo siniestro y una visión pesimista del ser humano. Espíritu romántico, Goya cuestiona a la Razón, diosa poderosa, entronizada en el siglo XVIII, que va a resolver los problemas de la humanidad. Espíritu romántico también, Juan Carlos del Valle dialoga con Goya a través de un pequeño cuadro: Volando II (óleo sobre tela, 2016), en el que la figura oscura de un hombre cae –no vuela- irremediablemente hacia el vacío. ¿El hombre del siglo XXI, desencantado de la Diosa Razón?

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Sí: “El sueño de la razón produce monstruos”. No se equivocó Octavio Paz cuando definió al romanticismo como el “hijo rebelde” de la modernidad: “el romanticismo”, escribió el poeta, “hace la crítica de la razón crítica y opone al tiempo de la historia sucesiva el tiempo del origen antes de la historia, al tiempo futuro de las utopías el tiempo instantáneo de las pasiones, el amor y la sangre” (La otra voz. Poesía y fin de siglo, Barcelona, Seix Barral, 1990, p. 35). Cada uno de los autores representados en la exposición y con los que dialoga Juan Carlos del Valle, vivieron en su momento ese “tiempo instantáneo” del que hablaba Paz. De Alberto Durero, el maestro renacentista alemán, se exhibe su esplendido grabado: El Caballero, la Muerte y el Demonio (aguafuerte sobre papel, ca. 1513), escena oscura de las creencias aún medievales de principios del siglo XVI. Del Valle responde con tres cuadros sobre la muerte, entre ellos el mencionado al inicio de este texto.

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En una exposición relumbrante y oscura como la que ahora comento, hay lugar para todo… hasta para el humor. Para dialogar con dos grabados de Goya y un cuadro de autor desconocido, Juan Carlos del Valle imagina cómo podría ser el “coco”, ese ser siniestro con el que nuestras mamás nos asustaban cuando éramos niños. En otra sección, imagina a Blanca Nieves “antes de la mordida” y a la Cenicienta después de la fiesta, convertida en muñeca harapienta, acompañada de un ratón y recargada en una calabaza. Cierra el círculo de la exposición un cuadro de aparente tema religioso: G.O.D (óleo sobre tela, 2016), que abre el camino a la “salida simbólica hacia la luz” (González Rosas) con varios cuadros luminosos que ofrecen un mensaje de esperanza y que me recordaron a Hegel. Sucede que en sus escritos sobre estética, el filósofo alemán concibió lo romántico como la última y más acabada categoría del arte, pues había convertido a la belleza en algo puramente espiritual a partir de la concepción cristiana del hombre como individuo, creado a imagen y semejanza de Dios.

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Foto: Juan Carlos del Valle, Volando II, óleo sobre tela, 2016. / Cortesía: Cortesía/Museo Nacional de San Carlos

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