Dinic y Vondrácek con la OFUNAM
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El Festival Internacional de Piano, que se celebró en la UNAM, fue un escaparate de riqueza sonora por parte de solistas y de esta orquesta, dueña de un estilo propio y maduro
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POR IVÁN MARTÍNEZ
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La Orquesta Filarmónica de la UNAM (OFUNAM) cerró el pasado fin de semana su Festival Internacional de Piano, que recibió a nombres como Osorio, Avdeeva, Perianes y, en el que representó a la vez el sexto programa de su primera temporada 2017, Vondrácek. Este programa de diseño tradicional y clásico dedicado a obras maduras de Beethoven y a una sinfonía juvenil de Schubert, que dirigió como huésped Srba Dinic, resultó ser uno de mucha riqueza sonora gracias a la concepción del sonido de sus protagonistas, dos artistas que saben que autoridad musical y poder sonoro son conceptos que no se logran con volumen.
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Dinic, titular de la Orquesta del Teatro de Bellas Artes, —y quien esa misma semana se hizo cargo con acierto de las cinco funciones que la Compañía Nacional de Ópera ofreció de Lucia de Lammermoor, de Donizetti, reseñada en este espacio hace una semana— abrió el concierto con la obertura Coriolano, op. 62, de Beethoven.
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Es evidente que el director serbio tiene muy claro el sonido que quiere de una orquesta, siempre con brillantez y dirección, no siempre redondo pero la mayoría de las veces con atención a las texturas, atento de un sonido inmediato y recto de los metales, vigilante de la grandeza de la cuerda y de que ésta produzca un sonido hondo. En esta ciudad lo ha logrado distintivamente con los ensambles a los que ha sido invitado; a pesar de sus diferencias, tanto la orquesta de la Ópera de Bellas Artes como la Filarmónica de la Ciudad, la Sinfónica de Minería o esta OFUNAM, suenan a él cuando está al frente: un enorme mérito de autoridad artística el hacerlo en sólo tres ensayos.
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Puesto ello de manifiesto desde los primeros acordes de la obertura, su principal característica fue la articulación, no por transparente, sino por débil. Al igual que sus fraseos, un tanto dilatados, todavía con la extensión del estilo italiano belcantista del que se encargó los mismos días en el Teatro de Bellas Artes.
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Enseguida, Lukás Vondrácek (1986) se encargó del Concierto para piano y orquesta no. 5 en Si bemol Mayor, op. 73, “Emperador”, también de Beethoven. De bases técnicas sólidas y un sonido muy bien asentado, el joven checo es un pianista que se distingue por su entusiasmo, tanto sonoro —por lo que hizo muy buena mancuerna con la batuta— como musical, y por poseer un discurso articulado y objetivo; características por las que hay que seguir el camino del ganador de la más reciente edición del Concurso de Piano “Reina Elisabeth”, de Bruselas, y de un premio más en el “van Cliburn” de 2009, de Texas.
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El primer Allegro se distinguió por una sensibilidad más clásica, sin concesiones a los muchos guiños ya plenamente románticos que aparecen en la partitura, lo que de alguna manera sirvió para dar una sutileza muy transparente al segundo movimiento, un Adagio que se escuchó con una claridad y transparencia casi conmovedora. Esto puede parecer ingenuidad, y a mí me hubiera gustado escuchar una lectura con mayor profundidad y con mayor intensidad artística en la manera de sus fraseos y en la que interpretó sus inflexiones armónicas, pero a Vondrácek le ha funcionado con una elocuencia que se agradece tanto en los tres movimientos como en el concepto de ellos como obra toda.
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El Rondó final sonó con un empuje juvenil muy controlado, con soporte de la vitalidad en la batuta, que durante los tres movimientos ofreció un acompañamiento con discreción y cuidado en cuestión de matices y tempi, escuchado con articulaciones menos dudosas y un fraseo más directo que el dedicado a la obertura, pero que sufrió de desaseos en general en la afinación de los alientos, siendo con mucha evidencia el par de tropiezos en las entradas de los pares de oboes y cornos durante el segundo movimiento.
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Tras el intermedio, Dinic regresó para ofrecer la todavía juvenil Sinfonía no. 4 en do menor, D. 417, “Trágica”, de Schubert. Si bien la ejecución corrió sin contratiempos, adecuada siempre en tempi, el resultado artístico no logró consumarse en su arquitectura total.
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Tanto el Andante como el Menuetto, sufrieron de la rutina; aunque se mantuviera el tempo con disciplina, los fraseos y la energía pudieron ir cayendo, como si el cansancio se escuchara. Al final, su cuarto movimiento, Allegro, tuvo mejores resultados; de menos a más, se sintió por episodios emocionante gracias a la limpieza de los pasajes veloces.
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Atento y perseverante en conseguir su sonido orquestal tan distinguible, embelesado aun con el estilo italiano que tan bien supo llevar a cabo los mismos días en el Teatro de Bellas Artes, parece no haberle alcanzado el tiempo entre ensayos para estructurar en estilo y sobre todo, en una sola construcción elocuente, el detalle formal de toda la sinfonía; lo que mejor funcionó fue el acompañamiento, lo que su batuta hace con naturalidad. Aunque el resultado sea sonoramente superior al de la medianía que logran otros directores, como el propio titular del ensamble, siempre será bueno regresar a la sabiduría popular para saber que “el que mucho abarca…”
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FOTO: Durante su participación a lado de la OFUNAM, el pianista checo Lukás Vondrácek interpretó el Concierto para piano y orquesta no. 5 en Si bemol Mayor, op. 73, “Emperador”, de Beethoven. Especial, “Emperador”.