Discurso impreso
POR DAVID HUERTA
Hay un arco iris al fondo de esta letra,
hay una bocanada de coyotes y de palos quemados,
hay un esmalte de fin de siglo y un camafeo
roto por la mitad.
Gray pale lobos se acercan por los bordes de una página
donde esta letra aparecía.
Hay en ella, en esa letra; hay en la página donde la letra
ha aparecido en un vapor de insomnio,
lentas manchas de desconsuelo y ciegos harapos.
Hay un olor de maltrato en el perfil de esta letra.
Hay una playa dominada por el color azul
y en las arenas triste el paso de un gato
brilla como una gota de platino. Hay una sensación
de pérdida inminente en la sombra interna
de esta letra y de aquella otra. Hay una
multiplicación de letras en el orbe de la página.
Calla y escucha. Con los ojos, escucha a los difuntos.
Están escondidos en las letras leídas
en la Torre de Juan Abad. Séneca se hunde
en el sopor del veneno. Virgilio boquea
en Brindisi. Los coyotes dan vueltas
alrededor de los matorrales. Las letras
muerden el costillar de una vaca. Las letras
desprenden morosamente la piel tachonada de romboides
de una diamond-back encontrada a deshoras
en el desierto, bajo una roca roja —vibraciones puntuales
de miedo, como dicta el poema.
Fantasmas tienen conciencia de esa letra,
de esas letras que son como diminutos incendios
de mimbre y desolación.
Fantasmas vivos… ¿Dónde estás que la letra
no te escucha? ¿En un lago,
en una terraza, en la guerrera clandestinidad?
Sal de la tierra para que la sal de la letra
te llene el corazón
con un polvo pausado
de resurrección.
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