Dominik Graf y la pasión triangular
POR JORGE AYALA BLANCO
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En Queridas hermanas (Die geliebte Schwestern, Alemania-Austria-Suiza, 2014), preciosista filme 11 del experimentadísimo autor total munichense ante todo TVserialista prolífico de 62 años Dominik Graf (La segunda cara 82, Los invencibles 94, El acantilado 03, La cacatúa roja 06), la inhábil heredera provinciana moderadamente rica Charlotte von Longefeld Lotte/Lolle (Hannah Herzsprung) es enviada en 1788 desde Rudolstadt a casa de una tía medio celestina en la antigua Weimar para ponerse a la venta con disfraz de matrimonio para su ansiada prostitución conyugal, sólo consiguiendo interesar de modo pasajero a un repelente militar escocés, pero también conoce al azar desde la ventana (“Alguien puede indicarme el camino”) y logra seducir para siempre al despistado poeta pobretón en busca de efímero patrocinio nobiliario Friedrich Schiller (Florian Stetter), quien la visitará, la invitará a pasear a su lado, admirara su sabiduría innata, se esforzará por acceder a la fortuna territorial de la madre Louise (Claudia Messner), cortará de un tajo cruel cualquier lazo con la noble adúltera Von Kalb (Anne Schäfer) que financieramente lo sostenía, y acabará estableciendo con la joven una intensa relación anómala y, de suave manera natural, opuesta a todas las prácticas amatorias existentes (“¡Veremos un nuevo mundo en esta vida!”), un permanente si bien inestable triángulo amoroso (“Es la trinidad que Schiller siempre buscó”), que providencial y gozosamente involucra a Caroline Linie (Henriette Confurius), la intuitiva hermana literata de su amada amante, descubierta malcasada con un deleznable marido convencional y ligada a la sabia Lotte por un viejo pacto hecho en la pubertad de compartirlo todo para nunca separarse, una tríada no sólo consentida sino promovida por sus aristas, llegando Lotte a partir de viaje para cederle a Linie el sitio en su tálamo de recién desposada, aunque orillándose pronto las dos al desastre emocional y a la desesperada ruptura del pacto, sobre todo cuando, en su itinerario a Jena y Turingia, cada una conciba por doloroso turno un bebito del deseante satisfecho Schiller Fritz, Caroline se revele como una exitosa folletinista bien asesorada por el celebrado escritor-impresor-conferencista de genio, Madame Louise chantajee a todos con su inminente defunción de continuo aplazada y las hermanas sólo se reencuentren en el tuberculoso lecho mortuorio del poeta igual llorado por ambas.
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La pasión triangular todo se lo debe a la delicadeza de su diseño de producción de Claus-Jürgen Pfeiffer, su fotografía difuminada en colores suaves de Michael Wiesweg, su reelaborada música epocal de Sven Rossenbach y Florian van Volxen, su fluida aunque obligadamente compacta edición de Claudia Wolscht (reducida de los 171 minutos originales festivaleros a 138 para la versión internacional), afirmándose como un cine académico e industrial poderosamente personalizado, la envoltura exquisita de un imposible ménage à trois a lo Jules y Jim (Truffaut 62) cuanto más exasperado y con dos domesticables hermanas de a bebé por cabeza tácitamente atribuidos a Schiller, un soberano cuadro de costumbres désuètes, una superproducción confidencial con rico vestuario y cuidado poshollywoodesco al detalle y enorme falso respeto irónico a los cortejos convencionales a lo Sensatez y sentimientos (Jane Austen/Ang Lee 95) que crea con elegante sofisticación a partir de frases o nombres pomposos y se recrea en carruajes por landas, secretas callejas medievales, interiores luminosos, aristocráticos apartes en francés, rascada carreta de heno, heroico salvamento de chicuelo en el idílico lago sin saber nadar, cerrada niebla campestre, agitado parto de cada hermana con intercortes a la cópula del galán con la otra fraterna, brutales aguafuertes de guillotinados o esa gentil conversión del dilecto amigo decepcionado revolucionario Wilhelm (Ronald Zehrfeld) en guardia-protector-fiel marido sustituto.
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La pasión triangular se basa paradójicamente en la oposición disyuntiva entre dos formas de creatividad literaria que corresponden a dos posturas sexuales y escapando a la sobredeterminación de su época: por un lado, el visionario rebelde aunque archiprotegido y superdotado arribista literato-dramaturgo-historiador-filósofo idealista Schiller, jamás visto como el disidente perseguido por sus antes nobles protectores ni como “el poeta revolucionario de la libertad” con “la herejía de los visionarios políticos que siempre han pululado en Alemania” (según Walter Muschg en su indispensable Historia trágica de la literatura) que en realidad fue, pues aquí sus momentos cumbre serán en los que aparece secándose desnudo entre sus dos bellas a la orilla, o entregado a su obsesión por las innovaciones de la imprenta a nivel masivo para publicar su revista “Die Hören” (la oída), y al dictar su primera lección-conferencia dentro de un salón atestado la Universidad de Jena en una clamorosa escena multiclasista digna del mejor Abel Gance al día, en contraposición con la formación-confirmación-eclosión pionera folletinista Caroline von Longefeld alias Agnes von Lillien, de argamasa estilística sin pulir, a quien había que explicarle los más elementales trucos y astucias escriturales, pero capaz de mantener en vilo a los lectores domésticos de su novela por entregas a la luz de vela de los hogares ansiosos, descubriendo sensaciones y veladas transgresiones o estremecimientos nuevos.
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Y la pasión triangular se afirma como el pacto infantil de una relación fraternal obsesivo-compulsiva (recurrencia del juramento ante la cascada), que luego se codifica (diagonales-triángulo-círculo), se ritualiza (intercambio de cartas, devolución de misivas en signo de cruel ruptura), se reproduce, se pervierte y finalmente estalla en un monumento a la memoria del insigne poeta dramático, aunque nadie nada nunca logra hacer olvidar esos frenéticos rostros femeninos sólo convulsos en los grandes acercamientos.
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FOTO: Protagonizada por Hannah Herzsprung, Henriette Confurius y Florian Stetter, Queridas hermanas es una coproducción Alemania-Austria-Suiza./ESPECIAL
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