Don Quijote y García Lorca en la OFUNAM
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El programa musical dedicado a dos grandes de la literatura en lengua española fue un escaparate para el lucimiento de instrumentistas y del director huésped
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POR IVÁN MARTÍNEZ
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Con motivo de la Fiesta del Libro y la Rosa en la UNAM, la Orquesta Filarmónica de la Universidad (OFUNAM) ofreció un programa fuera de temporada, bajo la batuta del director huésped Iván López Reynoso, en homenaje a dos grandes de nuestra lengua: Lorca y Cervantes. Al primero, con el Homenaje a Federico García Lorca de Silvestre Revueltas y al segundo, con el poema sinfónico Don Quixote (variaciones fantásticas sobre un tema de carácter caballeresco), op. 35, de Richard Strauss.
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La OFUNAM tuvo como invitado al escritor Benito Taibo para declamar algunos pasajes de ambos escritores (los poemas Este es el prólogo, Canción otoñal y Romance sonámbulo entre los movimientos revueltianos y cinco sonetos de El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, no necesariamente ligados a los elegidos por Strauss para su narración, antes de comenzar el poema sinfónico), y al violonchelista César Martínez Bourguet para hacerse cargo de una de las partes solistas del Quixote. Fue una fiesta para las letras.
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López Reynoso (Guanajuato, 1990), quien ya ha sido sido director asistente en esta orquesta, ha ganado notoriedad en nuestro medio por su interés y actividad en la ópera, pero también por otro cúmulo de experiencias menores pero relevantes dentro del terreno sinfónico que ha ido recogiendo: en las últimas semanas se le nombró director interino de la orquesta de Aguascalientes, asesor musical en el gobierno de Oaxaca y primer maestro de capilla en el teatro de la ciudad de Brunswick, Alemania. No es poca cosa.
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Su experiencia operística es la más interesante: siempre se ha dicho que la ópera es la mejor escuela de dirección. Otros músicos destacan que sus mejores aciertos vienen de la experiencia de seguir cantantes, de ser una batuta atenta y despierta: es ordenado. También se dice que los veintes son la edad para que un director se involucre en ese repertorio complejo por técnica o por interpretación que pueden ser los ballets de Stravinsky o los poemas sinfónicos de Strauss… para que a los cincuenta puedan hacerlos bien. Así que está perfecto que Iván haya comenzado a hacerlo ya y que con estas primeras experiencias comience a detectar sus principales errores: el balance y la idea de sonoridad.
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El Don Quixote de Strauss sufrió de ello, principalmente: un sonido sordo en las cuerdas, raro porque incluso parecía haber extras según el requerimiento para el gran número de fuerzas que pide el compositor, y exceso en el volumen tanto dentro de la masa orquestal, en la que una sola percusión podía tapar al resto y cuando no hay percusión los metales a las cuerdas y maderas, y en los pasajes con solistas –que en este caso son dos, el violonchelo como Don Quijote y la viola como Sancho, no únicamente el violonchelo como indica el programa de mano– en las que un mínimo acompañamiento hacía inaudible a ambos solistas.
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No hay idea de cómo deben organizarse y escucharse los sonidos. Aun en la Sala Nezahualcóyotl y su acústica bondadosa, me parece extraña la decisión de acomodar a las violas al exterior con un solista dirigiendo su sonido hacia atrás, luchando contra el sonido de 70 instrumentos que vienen hacia adelante.
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Pero también sufrió de la concepción estructural y de la narrativa. Desde la introducción se escucha una construcción sostenida con pinzas, al borde del descarrilamiento. Sin ninguna claridad entre variaciones o en el carácter de éstas, sin un discurso claro o continuo, tocando notas correctamente una tras otra pero sin saber qué dicen. Don Quixote es una pieza programática, en la que cada pasaje musical representa, con literalidad según pensó Strauss, un pasaje de la novela.
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Hubo méritos: aun sin el protagonismo que requería la obra para narrarse musicalmente, el violista Francisco Cedillo (ignorado en el programa) y el violonchelista invitado tocaron sus partes con decoro; y entre el acompañamiento, de destacarse son los solos del clarinetista Manuel Hernández –quien antes había dado cátedra con el clarinete piccolo en el Homenaje a Lorca– así como la claridad de toda la sección de metales; también algún pasaje en el arpa y en el clarinete bajo, dos instrumentos que no suelen destacar en este ensamble: bravo.
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Es la de Revueltas, que se escuchó antes del intermedio, una obra infinitamente más fácil, con su sabor y ritmos pueblerinos y sus estructuras sencillas. La sonoridad que requiere la brinda la propia instrumentación, propia de colores revueltianos, sin necesidad de pensarla demasiado: dos violines, piccolo (con la extraordinaria Nadia Guenet), clarinete piccolo, dos trompetas (la primera encargada de los solos dramáticos con el fantástico Rafael Ancheta), trombón, tuba, contrabajo, percusiones y piano. Se escuchó musicalmente adecuada y la declamación de Taibo brindó la cereza para aceptarla contundentemente como algo rescatable en este concierto.
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FOTO: El programa de la OFUNAM dedicado a Federico García Lorca y Miguel de Cervantes contó con la participación de violoncelista César Martínez Bourguet (en la imagen) y del director Iván López Reynoso.
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