Donald Trump en un mundo post-libros
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Un año después de tomar el gobierno de la nación más poderosa del mundo, uno de los legados Donald Trump es un anti manual presidencial, marcado por la torpeza y la ignorancia, además de la esperanza de que los estadounidenses recapaciten su voto en las próximas elecciones
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POR DAVID LIDA
Como mucha gente en el mundo, me quedé pasmado la noche en que Donald Trump ganó la presidencia. Aunque México ha sido mi hogar casi todos los años desde 1990, calculé que la mayoría de los gringos, mis compatriotas, tendrían el juicio de no elegir a un sujeto que era claramente un payaso y un estafador —y que no tenía ni la mínima calificación para liderar el país más poderoso del mundo—. (De hecho, como se sabe, la mayoría sí votó por Hillary Clinton, pero debido a la trampa del colegio electoral de Estados Unidos, Trump ganó con 3 millones de votos menos).
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La tarde de las elecciones subí a un avión en Austin, Texas, donde había participado en una feria de libro, con la seguridad de que iba a ganar Clinton. Al llegar a México en la noche, abordo del taxi que me llevó del aeropuerto a la casa, los locutores de la radio estuvieron anunciando la victoria inminente de su opositor. Al final de la noche pensé “todo se ha perdido” y “es el principio del fin del mundo”. Después de ejercer el poder durante un año, mi opinión se ha modificado. Un poquito.
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Recuerdo uno de los primeros pensamientos que tuve en los días después de las elecciones: “La gente tiene que seguir leyendo libros”. Para ser sincero, era una reflexión convenenciera. Había publicado un libro un par de semanas antes, y tuve la esperanza de que la gente lectora quisiera seguir leyendo material sustantivo, y no sólo las mil palabras que un comentarista había escrito sobre el último tuit imbécil del nuevo presidente (y luego las mil palabras más que otro comentarista escribió sobre las mil palabras de su colega).
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Un año más tarde, no tengo ninguna evidencia de que esta previsión se haya llevado a cabo. Los tuits, cada vez más idiotas, han superado a los libros en la imaginaria colectiva de la gente, tanto en Estados Unidos como en México. Varios amigos de ambos lados de la frontera, en el transcurso del año, me han felicitado por el lanzamiento del libro, pero han lamentado que el estado del mundo no les haya dado la posibilidad de leerlo hasta este momento.
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De hecho, ni he seguido mi propio pronunciamiento. He mantenido una lista de los libros que he leído desde 1994. Por lo general, leo aproximadamente entre tres y cuatro libros por mes. En el último año sólo he leído dos por mes. ¿Por qué? Durante años he tenido una suscripción al The New York Times en línea. Después de las elecciones, también me suscribí a The Washington Post. En lugar de leer yo también los libros que, insistí, “la gente” tenía que leer, estudio con detenimiento —en dos periódicos— los tuits cretinos, los cuales Trump parece creer que son su único deber y responsabilidad como presidente.
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La mañana en que empecé a escribir este texto, The Times publicó una nota, basada en varias fuentes (médicos internistas), analizando el informe médico que el doctor Ronny L. Johnson, un contralmirante y médico clínico de la Casa Blanca, había practicado al presidente. Según Johnson, Trump goza de una salud “excelente” —tanto que utilizó esta palabra ocho veces durante una conferencia de prensa—. Si bajara unos siete u ocho kilos, opinó el doctor, Trump estaría en un estado óptimo. Al contrario del doctor Johnson, los médicos entrevistados en la nota creen que el nivel de colesterol LDL que Trump presentó —a la altura de 143— es un gran peligro, más aun porque pesa 108 kilos (debido a una dieta a base principalmente de la carta de McDonald’s, incluidas porciones dobles de postre). Además, el mandatario, de 71 años, prefiere pegarse un tiro que hacer ejercicio. En suma, prevén una gran posibilidad de un ataque cardíaco o un infarto para Trump, muy posiblemente antes de terminar su plazo como presidente.
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La nota, como muchas publicadas en el último año en The Post y The Times, deja a los lectores la exquisita ilusión de que Trump se va a quedar incapacitado —o, con mejor suerte, muerto— por causas naturales, y así se acabará su presidencia. Los reporteros y comentaristas nos han inspirado esperanza semejante con otras teorías: que Trump será desplazado por la evidencia de enfermedades mentales, o que la investigación del ex director del FBI Robert Mueller va a resultar en un proceso de destitución por su colusión con Rusia para manipular las elecciones (o, según su ex-colega Stephen Bannon, por lavado de dinero).
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Entiendo el deseo de creer que Estados Unidos saldrá de nuevo en un camino un poco más recto debido a una de esas situaciones hipotéticas. Pero no creo que vaya a pasar nada parecido mientras haya una mayoría del Partido Republicano en el Congreso y el Senado. Tengo cierto optimismo —aunque sea muy cauteloso— de que en 2018, y luego en 2020, los gringos van a votar por una mayoría demócrata y luego por un presidente de este partido. Estoy de acuerdo con muchos gringos que creen que no hay suficiente diferencia entre los republicanos y los demócratas. Pero la diferencia entre Trump y cualquiera con experiencia política debe ser tan obvia que me gustaría creer que un número suficiente de los que votaron por él volverá a sus cinco sentidos en las elecciones que vienen, para votar por el otro partido.
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Por otro lado, el triunfo de Trump indica que hay un número alarmante de racistas desinformados en Estados Unidos, y me temo que no van a disminuir pronto. Si mis amigos no están leyendo libros, y yo estoy leyendo menos, dudo que los partidarios de Trump lo estén haciendo (ni hablar de Trump mismo, que según reportajes recientes, ni lee los expedientes de una sola página preparados por su personal). Los votantes de Estados Unidos se han mostrado obstinadamente orgullosos de su ignorancia. Siendo la nación más adinerada del mundo, no hay pretextos para esa debilidad. Si la victoria de Trump no es precisamente el principio del fin del mundo, representa la victoria de la estupidez.
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FOTO: “El triunfo de Trump indica que hay un número alarmante de racistas desinformados en Estados Unidos”. En la imagen, el entonces candidato republicano con un grupo de admiradoras en un acto de campaña en Massachusetts. / Reuters