Dos testimonios beatniks: Diane di Prima y Allen Ginsberg
Diane di Prima y Allen Ginsberg comparten sus memorias íntimas y literarias de una generación poética
POR SERGIO TÉLLEZ-PON
A la memoria de Carlos Martínez Rentería
Diane Di Prima y Allen Ginsberg fueron dos de los principales integrantes de la generación beatnik, eso sobra decirlo. Pero cabe advertirlo ahora porque sus historias se convierten así en testimonios de primera mano y ese sólo hecho les da mayor relevancia. Y también, sobre todo, porque los poetas beats fueron muchísimos: el poeta José Vicente Anaya me dijo una vez que él había contabilizado, sino mal recuerdo, más de mil poetas que se hicieron llamar “beatnik”. En su antología Una tribu de salvajes improvisando a las puertas del infierno (Aldus, 2012), John Burns y Rubén Medina (traductor de este libro de Di Prima) seleccionaron a 15 de ellos, que son bastantes pero todavía les faltan muchos más. Por eso es importante señalar que Di Prima y Ginsberg son del grupo más compacto, de la médula de esa generación.
Debo contar, antes de seguir, que los beats me han interesado en gran medida porque varios de ellos fueron homosexuales (Burroughs, el mismo Ginsberg, Orlovsky, Ferlinghetti…), pero se empieza leyendo a uno, que conduce a otro y luego a otros y es así como se engarza con los demás… y es entonces cuando se llega y descubre un libro en verdad fascinante como Memorias de una beatnik. Sin embargo, al leer este libro no descubrí a una Di Prima ya poeta beatnik consagrada y reconocida, sino a una más jovial, más humana y sobre todo más sexual.
Di Prima nació y creció en Nueva York, a donde los demás poetas beats llegarían en algún momento de sus vidas; luego de andar en su propio “en el camino” por Estados Unidos, recaló en la ciudad beatnik y hippie por antonomasia, San Francisco. Este libro trata de esa primera época en Nueva York, donde tiene sus primeras experiencias eróticas, que son el tema central de estas memorias, e inmediatamente anteriores a su encuentro con los otros beatniks; las escribió y publicó en 1968, el año en que se mudó a San Francisco. Otra de las mujeres beatniks que escribió su testimonio fue Joyce Johnson, quien fuera pareja de Jack Kerouac y de esa misma época en Nueva York da cuenta en su libro Personajes secundarios (Libros del Asteroide, 2008).
El testimonio de Di Prima no sólo es personal, sino íntimo: cuenta sobre sus enamoramientos de una noche o de una temporada, sobre sus encuentros sexuales lo mismo con hombres que con mujeres, sus orgasmos bellamente descritos y también sobre su temprano consumo de mariguana. Su digresión contra la píldora anticonceptiva, que revolucionó la vida sexual de las mujeres en esos años, es rústica pero muy divertida; en su caso, y para decirlo con sus propias palabras, fue una mujer que no necesitó de “la píldora” para “ser libre como los hombres”. Y esa libertad gozosa en verdad es la que maravilla al leer estas memorias.
Desde mi punto de vista, Memorias de una beatnik entraría perfectamente en la categoría de “literatura erótica”, porque si algo hay es sexo, erotismo y placer, por ejemplo, en la forma que describe a todos sus amantes mujeres y hombres, tan erótica es su descripción que uno también quisiera acostarse con todas ellas y ellos. Hacia el final del libro aparecen, por fin, sus compañeros beatniks pero no en circunstancias literarias sino, claro, protagonizando una escena sexual: y lo hacen durante una pequeña orgía que ella provoca entre Ginsberg, Kerouac y dos roomies, aunque, desde mi lectura, ella provoca el encuentro sabiendo que Ginsberg siempre le tuvo ganas a Kerouac. Muchísimos años después, Di Prima escribió otro tomo de memorias, Recollections of My Life as a Woman (2001), que me intriga saber cómo será, ¿quizá igual de gozoso? Ojalá que Rubén Medina nos lo regale pronto en español.
Muy otra cosa es el libro de Ginsberg, Las mejores mentes de mi generación, que como bien lo aclara el subtítulo, es una “historia literaria de la Generación Beat”, es decir, la historia que Ginsberg quiere contarnos sobre sus compañeros de generación y sus respectivas obras literarias. Y sin embargo, quizá por el origen de plática o clase que tuvo este libro, en algunos pasajes Ginsberg desliza algunas intimidades, indiscreciones o datos curiosos sobre las vidas de sus amigos, naturalmente porque la vida de casi todos estos escritores fue la inspiración para su obra.
El editor de la edición estadounidense, Bill Morgan, explica en el prefacio (reproducido en este tomo), que estos textos en realidad fueron las clases de un curso que Ginsberg dio al menos cinco veces en el Naropa Institute (en Colorado) y en la Universidad de Brooklyn, todas las cuales fueron grabadas. El primer curso lo dio en 1977, a poco más de 20 años de la reunión del grupo, tiempo en el que Ginsberg consideró que ya era momento para leer y revisar a su generación. En esas cinco ocasiones, Ginsberg repitió sus ideas sobre dónde había empezado todo, quién conoció a quién, cuándo y en qué circunstancias. Su propósito era dar su propia versión de testigo excepcional, como mencioné al principio, de la generación a la que perteneció.
Pero también en esas cinco veces Ginsberg cambió de autores, agregó algunos nombres y luego quitó a otros. Es interesante para saber a quiénes incluye tomando en cuenta ese mar de poetas beatniks, aunque al menos en esta última edición de Las mejores mentes de mi generación no incluyó a la propia Di Prima, ni siquiera por su libro más importante, Loba. Y sobre todo, a qué obras pone mayor atención: la más notoria es En el camino, de Kerouac, a la que dedica el mayor número de páginas. Finalmente, la generación beat tuvo una fuerza intelectual pero acompañada de un proyecto espiritual, pues varios de ellos, incluida Di Prima o LeRoi Jones (quien incluso se cambió el nombre a Amari Baraka), se convirtieron al budismo tibetano.
Según Ginsberg, la generación beat abarcaba desde William Burroughs, nacido en 1914, hasta Anne Waldman, quien nació en 1945, lo que lleva de nuevo al tema de quiénes fueron y cuántos pertenecieron a la generación beat, ¿casi mil, como contabilizó José Vicente Anaya? Ese lapso tan amplio incluiría a Bob Dylan (nacido en 1941), lo que me recuerda una conocidísima foto de Bob Dylan sentado junto con Ginsberg frente a la tumba de Burroughs: el Benjamín de la generación visita al gurú de todos ellos en su última morada. No debería parecer extraño, entonces, que el Nobel otorgado en 2016 a Bob Dylan también sea un reconocimiento a toda esa generación de hombres y mujeres beatniks que llevaron sus libertades hasta una cumbre artística, la literatura.
FOTO: El poeta Allen Ginsberg decidió en 1977 hablar de la generación beat en diversos cursos universitarios/ AP Photo/San Francisco Examiner, Elizabeth Mangelsdorf
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