La política en condominio
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Con un humor ácido, Edificio San Miguel desnuda la intolerancia, el clasismo, la misógina y homofobia que hay detrás de la adicción al poder y, al mismo tiempo, es una poética de la vida cotidiana
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POR JUAN HERNÁNDEZ
Edificio San Miguel, de Gabriela Guraieb, dirigida por Angélica Rogel, en la Sala Novo, es una obra hiperrealista, que pone en relieve los vericuetos de la política en tanto ejercicio cotidiano de la actividad humana. La obra refleja la forma de organización de la sociedad urbana contemporánea, a partir de una junta de vecinos, convertida en metáfora de la Política (con mayúsculas) a gran escala.
La escritora de teatro crea un texto ágil; escrito con el aliento suficiente para mantener a los espectadores atentos y participativos. Entendido el poder a partir de una de sus estructuras de mayor “simpleza”: la reunión de condóminos, que deben atender necesidades urgentes, para vivir mejor.
El humor ácido, un elemento del teatro de crítica social contemporáneo, permite un distanciamiento del fenómeno, e incrementa la efectividad de la reflexión, frente a un suceso en apariencia “chusco”. El respetable es invitado a verse reflejado y a reírse de sí mismo, para luego pasar al contexto de la crítica mordaz, en relación con la responsabilidad ciudadana en la toma de decisiones y de organización de la estructura social.
La Sala Novo permite generar intimidad. El acercamiento a un problema cotidiano y colectivo que es visto con lupa. Algunos de los espectadores son invitados a sentarse en las sillas colocadas en círculo, para recibir a los vecinos, quienes discutirán los problemas del Edificio San Miguel.
El resto de espectadores está cerca de la escena, tanto a nivel espacial, como emocional e intelectual. En este entorno hiperrealista, el montaje es convertido en una experiencia que transgrede la fina línea entre la realidad y la ficción. A tal grado que uno puede sentirse, de verdad, discutiendo con los vecinos.
La iluminación de trabajo no tiene cambios que apuesten a una parafernalia que desvíe la atención del suceso. Lo que ahí ocurre, en definitiva, apuesta por una poética de lo cotidiano. En ese contexto, la obra encuentra la fuerza para desnudar la condición humana, es decir, a partir de un acto de vida tan común como corriente, pero no por ello banal.
El desarrollo anárquico de la junta de vecinos, subraya la incapacidad de organización social, la falta de un orden de ideas, para que las voces de todos sean escuchadas en su justo valor. No hay coherencia. Se anteponen los intereses individuales a los colectivos. Se desnuda la intolerancia, a través de expresiones clasistas, misóginas y homófobas; al mismo tiempo que se exhibe la ignorancia y la incapacidad argumentativa de los personajes.
Con las actuaciones de Alfonso Borbolla, Gabriela Guraieb, Montserrat Marañon, Mario Alberto Monroy, Alejandro Morales y Carmen Ramos, con la producción de Petit Comité Teatro, y vestuario de Mauricio Ascensio, la puesta en escena transcurre en un ritmo vertiginoso, con virajes dramáticos inesperados. Frente a los ojos de los espectadores ocurre el derrocamiento del administrador del edificio, quien lleva años organizando a los vecinos y determinando el orden de la importancia de los temas a tratar.
Queda claro que ni el administrador, ni quienes se hacen del poder, están capacitados para asumir el control de la operación del edificio. Se busca el poder a priori. No hay un plan de trabajo. El poder es el fin último, la aspiración y la necesidad de esos personajes que luchan y lo obtienen.
El Edificio San Miguel podría ser un país o el mundo. Los condóminos, desde luego, sus habitantes. Y a final de cuentas, lo único claro, entre tantos sucesos de un humor avasallante, queda la incapacidad para entender el ágora como el lugar en donde se discuten y se toman las decisiones fundamentales para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos.
La propensión al poder de los seres humanos, banaliza el ejercicio de la política. Las decisiones no se discuten y, muchas veces, tampoco se toman. Hay una fuerte seducción por el poder, ser quien manda, el que puede callar la voz el otro y, de manera sobresaliente, convertirse en el recaudador de los recursos monetarios, de una comunidad que espera mejoras en su entorno inmediato.
Gabriela Guraieb, autora del texto, y Angélica Rogel, en la dirección de escena, así como los actores, ofrecen una obra de actualidad, con un discurso simple y al mismo tiempo que crítico y profundo. El montaje es una experiencia gozosa, que deja como tarea al espectador, una reflexión pertinente: la enorme responsabilidad, en tanto ciudadano, de mejorar su entorno, anteponiendo, por encima de los intereses particulares, el bien común.
FOTO: Edificio San Miguel, de Gabriela Guraieb, dirigida por Angélica Rogel, se presenta en la Sala Novo (Madrid 13, Coyoacán), lunes y martes a las 20 horas, hasta el 27 de noviembre. / Cortesía de la producción
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