El mito de Edipo, revisitado

Ago 18 • Escenarios, Miradas • 5738 Views • No hay comentarios en El mito de Edipo, revisitado

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Esta nueva versión de la obra de Sófocles, que se presenta en el Teatro Juan Ruiz de Alarcón, se centra en el ejercicio de la sinceridad pública para el descubrimiento de la verdad

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POR JUAN HERNÁNDEZ

David Gaitán (Ciudad de México, 1984) escribe y dirige la obra Edipo: nadie es ateo, que se escenifica en el Teatro Juan Ruiz de Alarcón del Centro Cultural Universitario. La obra es una tragedia —como lo es en su origen la obra clásica de Sófocles, Edipo rey—, que se desarrolla a partir del planteamiento de una utopía: el ejercicio de la sinceridad pública para el descubrimiento de la verdad.

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La verdad como revelación del enigma, que no es otra cosa que la condición trágica de la naturaleza humana, en un cosmos que sobrepasa a la razón y lleva, de manera irremediable a pensar, como posibilidad, la existencia de una fuerza divina, que está por encima de la voluntad del individuo; manifiesta en el ámbito del mito, refugio simbólico de la vulnerabilidad del hombre frente a todo aquello que le es inalcanzable por incomprensible.

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David Gaitán desarrolla una obra y una puesta en escena, con base en personajes clásicos: Edipo, Yocasta, Creonte, Tiresias y un mensajero; la ubica en la mítica Tebas, en donde se vive la peste. El rey debe resolver el enigma: aquello que causa la desgracia de su pueblo. Reacio a la aceptación del pensamiento mágico, el gobernante exige, primero, una respuesta científica, lógica, que se aparte de las creencias religiosas y de la fe en el oráculo.

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Yocasta, reina, madre y esposa de Edipo, y Creonte, consejero del monarca, están a favor de que el gobernante escuche a Tiresias, el viejo ciego, en el quien el pueblo tiene puesta su fe. El rey cede tras declarar las “jornadas por la verdad”, en la que participarán todos los tebanos; las cuales consisten en hablar única y exclusivamente con palabras ciertas, sin importar lo que pueda ser revelado, para descubrir a la bestia que se ha infiltrado, con disfraz de humano, para causar la peste y la desgracia del pueblo.

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Las cartas de respuesta llegan al palacio real; el mensajero las lee diligentemente frente al rey, la reina y el consejero. Hay hallazgos, novedades que alivian, por momentos, los espacios personales de quienes, en ese espacio utópico, han cumplido con el ejercicio de la verdad.

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El dilema está sobre la mesa: ¿La salvación del hombre depende de sus acciones o hay un destino inevitable? Un destino trágico. La respuesta al enigma, nos dice la obra de Gaitán, no está afuera, sino adentro del palacio, metáfora de la naturaleza del hombre, del constructo que le da forma a su condición de humano, infinito, misterioso e indescifrable.

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Edipo, visto a través del mito, se descubre causante de la peste, tras haber asesinado a Layo, su padre y, luego de vencer a la Esfinge mítica, asumir el trono de Tebas, para tomar como esposa a su madre Yocasta. La bestia que busca es su naturaleza humana y la salvación del territorio que gobierna, exige un acto de justicia.

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El dilema de Edipo se inserta en un tipo de pensamiento mítico, de la verdad que preexiste al hombre y que será desvelada en la asunción del destino, inevitable y trágico. El soberano ejerce la penalidad sobre sí mismo, al sacarse los ojos para ver desde el alma y exiliarse de lo humano. Se trata de la confirmación de la supremacía del pensamiento mágico, representado en la figura simbólica del oráculo.

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Autor de alrededor de 20 obras teatrales y director de otras tantas, entre ellas su versión del mito de Antígona, montada en 2015, también en el Teatro Juan Ruiz de Alarcón del Centro Cultural Universitario, David Gaitán es un joven autor que construye un puente entre la tradición clásica y la actualidad.

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Como director, busca equilibrio entre la obra a la que dio forma escrita, y la acción que deviene en la puesta en escena. En el caso de Edipo: nadie es ateo, Gaitán construye una poderosa secuencia de imágenes simbólicas: desde el atentado contra el bebé para evitar la catástrofe, hasta el coito del hijo con la madre, o la búsqueda de la verdad como una forma de la política pública, figurado en ejercicio dramático.

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La escenografía de Alejandro Luna da fuerza a la narrativa visual, con el uso de una mesa en forma rectangular y sillas de madera, que lo mismo es sala de gobierno, que el lugar de los placeres incestuosos de Edipo y Yocasta. David Gaitán, por su parte, aprovecha el espacio para hacer teatro contemporáneo, que busca el encuentro con el espectador avezado, que reflexiona a través de la propuesta escénica.

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El Teatro Juan Ruiz de Alarcón, en la función de este jueves, estaba lleno total. Algo que ya pocas veces se logra en los espacios, digamos, no comerciales, de la escena mexicana. El teatro universitario se vindica como instrumento para desarrollar experiencias nuevas, producto del pensamiento libre y crítico, que trastoca la tradición y los mitos, con obras como Edipo: nadie es ateo, tragedia contemporánea, que conduce al reducto metafísico de la fe, como un acto de salvación, frente al misterio del sentido de la existencia humana.

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FOTO: Daniel González / Cortesía Dirección de Teatro UNAM. Edipo: nadie es ateo, autor y director David Gaitán, con las actuaciones de Raúl Briones, Carolina Politi, Adrián Ladrón, Diana Sedano y Ramón Morales, escenografía de Alejandro Luna, se presenta en el Teatro Juan Ruiz de Alarcón del Centro Cultural Universitario, jueves y viernes a las 20:00, sábados a las 19:00 y domingos a las 18 horas, hasta el 23 de septiembre.

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