Editores y libreros Un futuro incierto
Editores, libreros y organizadores de ferias buscan opciones para revivir este sector, afectado por la epidemia del Covid-19. Efectos inmediatos, como la reducción de novedades y en los tirajes, podrían resentirse hasta los primeros meses de 2021
POR GERARDO MARTÍNEZ
Con los primeros casos de Covid-19 en Europa se dio un boom en las ventas de uno de los títulos más significativos de este año: La peste, de Albert Camus. En una sola semana se vendieron mil 700 ejemplares en Francia, mientras que en Italia pasó del lugar 71 al tercer lugar en ventas en ese mismo lapso. Todo un fenómeno de ventas que, sin embargo, resultó un espejismo de bonanza y que anunciaba largos meses de sequía en el mercado editorial de todo el mundo.
El caso mexicano no está muy alejado de ese escenario, una realidad de la que son conscientes los profesionales del libro, quienes han seguido con detenimiento la evolución de la epidemia y esperan el momento en que las autoridades permitan reabrir las librerías, un espacio esencial en la relación entre los editores y los lectores.
En una charla virtual organizada por el suplemento cultural Confabulario, cuatro editores compartieron sus percepciones del panorama que vive esta industria en México y sus expectativas para los próximos meses. En ésta participaron Juan Luis Arzoz, presidente de la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana (Caniem); Marisol Schulz, directora de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara; Tomás Granados Salinas, director de la editorial Grano de Sal y Antonio Ramos Revillas, director de la Editorial Universitaria de la Universidad Autónoma de Nuevo León.
Marisol Schulz dio un periodo tentativo del 30 de junio al 15 de julio en el que podrían redefinirse las actividades de muchos de los festivales y encuentros literarios. Todo depende de los lineamientos que la Feria del Libro de Frankfurt -la más importante del mundo- defina para sus propias actividades: “Estamos trabajando en distintos escenarios, en el entendido de que será una feria muy diferente, es una edición especial de la FIL. Lo mejor que le puede pasar a nuestro país [en el ramo editorial] es que la feria sí exista, que se lleve a cabo, con las limitantes del caso y haciendo uso de otras herramientas. No tenemos claro el panorama. Estamos dando un plazo del 30 de junio para tener una definición mayor. El que Frankfurt nos dé pautas ayuda mucho”.
En México, varias de las ferias que estaban agendadas para el primero semestre del año tuvieron que posponerse, como ocurrió con la Feria del Libro de Coahuila que se reprogramó para agosto; otras migraron las actividades que así lo permitieron a las plataformas virtuales, como sucedió con la Fiesta el Libro y la Rosa que organiza la UNAM. Experiencias similares han tenido otras ferias de la órbita latinoamericana, como la de Bogotá, que aplazó sus actividades hasta nuevo aviso, y la de Buenos Aires, cuyos organizadores decidieron hacer una feria virtual.
Los editores son realistas sobre el panorama de pérdidas que la epidemia de Covid-19 representa para el ecosistema del libro. Las consecuencias de la cuarentena comenzaron a sentirse a los pocos días en esta industria. Según el reporte más reciente de Nielsen BookScan (agencia dedicada a la medición de la actividad económica de este sector en todo el mundo), la semana 13 de 2020, que coincide con el inicio de la Jornada Nacional de Sana Distancia en México, las librerías reportaron una caída en su facturación de -42.1% con relación a la misma semana de 2019, una tendencia que se agravó en la semana 15 (6 al 12 de abril) con una caída de -88.2%. El último corte disponible de esta medición (Semana 20) mostraba una menor caída con -66%, es decir se registraron ventas totales por 28 millones 105 mil pesos en todas las librerías del país.
La caída en las ventas llevó a varias editoriales, como Sexto Piso, Almadía y Ediciones Era a formar una alianza para solicitar el apoyo de sus lectores a través de la plataforma Donadora.org para mantener sus operaciones.
“Lo que deje de hacerse en una feria como la de Frankfurt o, eventualmente, si llega a reducirse en su volumen la de Guadalajara, lo vamos a ir viendo en una larga secuela en 2021. Esto pone en riesgo muchos proyectos editoriales. La actividad editorial es básicamente de apuesta y mucho riesgo, un riesgo muy emocionante y cuando uno le pega a una tecla da mucha alegría, pero el riesgo lleva implícita la posibilidad del fracaso”, dice Tomás Granados Salinas, director de Grano de Sal, una de las editoriales más jóvenes en el ecosistema del libro mexicano y que ha apostado por un catálogo de autores enfocados en temas sociológicos, históricos y económicos con amplia influencia en el debate público.
Comparte la experiencia que Grano de Sal tuvo con Capital e ideología, del economista francés Thomas Piketty, uno de sus títulos más relevantes de su catálogo y que vio suspendida su presentación y todas las actividades relacionadas con su lanzamiento en México. Esta obra que, sin duda, será protagonista en los próximos debates sobre políticas económicas en América Latina sigue en las librerías a la espera de que éstas sean abiertas o de que los lectores la soliciten a domicilio: “Hay un riesgo de que ese tipo de apuestas no sólo sean un fracaso en lo individual, sino que tenga repercusiones en la salud de una editorial. Hay un problema de viabilidad de el mediano plazo en el conjunto de la industria mexicana”.
Menciona que las apuestas que la industria editorial pone en las ferias son significativas por la cantidad de actividades que se realizan alrededor de ellas, desde la venta de otros títulos de sus catálogos. Sobre esto, Juan Luis Arzoz adelanta algunas apuestas que en próximas fechas anunciarán las ferias del libro que tuvieron que suspender sus actividades en las primeras semanas de la epidemia en México: “Esperamos sacar la primera feria a finales de junio, que sería la de Zacatecas. Será la primera feria virtual. Estamos en fase de experimento. Siempre hay cosas que tenemos que hacer. Posteriormente seguiremos con las de Coahuila, Hidalgo, Chihuahua, Puebla”.
La apertura de librerías y la reactivación de las ferias del libro son, sin duda, los dos indicadores más urgentes para que se regularicen las actividades de esta industria. En el caso mexicano, será la Feria del Libro de Guadalajara, programada del 28 de noviembre al 6 de diciembre, la que marque de manera concreta la “nueva normalidad” a la que tendrán que adecuarse los profesionales del libro. Sin embargo, las actividades se han retomado a paso lento. Explica Marisol Schulz: “A estas alturas del año pasado teníamos un registro muy claro del número de profesionales que venían de fuera. En este momento pues es un silencio sospechoso pero entendible porque todo mundo está viviendo circunstancias muy duras”.
Sobre el área dedicada a profesionales en la FIL de Guadalajara insiste que aún es muy pronto para definir cómo se comportará este gremio en el encuentro más importante para el libro en lengua española y romances, aun cuando ya tienen el programa definido.
A mediados de mayo, el Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe (Cerlalc) publicó el documento El sector editorial iberoamericano y la emergencia del COVID-19, en el que presentó el resultado de un sondeo dirigido a lo largo de abril a editores, libreros, impresores y distribuidores. De las 298 respuestas que recibió de los participantes, esta oficina representante de la Unesco estimó que las pérdidas en este sector a causa de la crisis sanitaria serían de 54%.
Este panorama lo tienen claro en Penguin Random House, que para los próximos meses prepara una adecuación en su catálogo. Pilar Gordoa, directora de marketing y servicios editoriales de esa compañía editorial en México, adelanta que parte de estos ajustes que deberán hacer: “Si no tienes los canales de venta que solías tener, ya no puedes imprimir la cantidad que solías imprimir. Tendremos un efecto de reducción de novedades y un efecto en la reducción de títulos”.
Sobre el aprovechamiento del libro electrónico coincide con la percepción de otros profesionales de esta industria en que México ha tocado el umbral de demanda: “En algunas semanas hemos logrado triplicar las descargas de e-book, el punto aquí es que aun así con esta gran cifra no hemos logrado compensar la venta en general. Ahora tenemos una gran venta de e-comerce, sobre todo con quienes tienen esta opción, como Amazon, Gandhi, El Sótano, Porrúa, las principales cadenas. El tema es que esto no compensa la cantidad de libros que solíamos vender en los canales tradicionales. Tenemos todavía el optimismo de que a partir de septiembre la venta se pueda recuperar. Por ahora estamos hablando de un 30-35% de caída”.
La apuesta de Penguin Random House para lo que resta del año será por autores que han comprobado su capacidad de ventas y colecciones populares: Elena Ferrante, Joel Dicker y John Katzenbach, además del relanzamiento de toda la colección de bolsillo de Harry Potter.
Propuestas para la crisis
La alta posibilidad de que varias ferias del libro que se realizarían en los meses afectados por la epidemia migren a las plataformas digitales representa un cambio no sólo en las actividades, sino en los presupuestos que las instituciones involucradas. Esto, explica Antonio Ramos Revillas, director de la Editorial Universitaria de la Universidad Autónoma de Nuevo León, podría representar una oportunidad para que el sector público redireccione estos recursos para apoyar proyectos independientes y mantener activa la actividad editorial.
“En la medida de las posibilidades de cada universidad, debemos volcarnos a apoyar al menos a las editoriales de la ciudad. Sé que en la Ciudad de México es muy complicado, puesto que concentra la mayor cantidad de estas editoriales que conocemos como independientes. Yo esperaría algún movimiento para que de alguna forma podamos hacer coediciones y ver las formas de apoyar a las editoriales que tienen otro tipo de proyectos”, explica el también autor de Los últimos hijos (Almadía, 2015).
Estas ideas se complementan con algunas recomendaciones que la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), a través de la Cerlalc, dirigió a los gremios de editores y libreros, así como a los distintos gobiernos de la región América Latina y el Caribe para recuperación del sector editorial. Entre ellas menciona el impulso de micromecenazgos, la renegociación de tarifas fijas con las empresas de mensajería, e incluso la fusión de editoriales y librerías.
En el ámbito gubernamental recomienda el impuso de bonos de consumo cultural, compras gubernamentales y el apoyo para la renegociación de créditos y exenciones tributarias temporales. Uno de los programas que se anunció desde finales de 2019 y que cerró su convocatoria el 30 de abril fue Efilibros, un proyecto de financiamiento editorial a través de incentivos fiscales que por las circunstancias de la epidemia no pudo mostrar todas sus bondades.
Al respecto, Tomás Granados considera que necesitará algunas adecuaciones para impulsar a la industria: “Está muy bien que haya surgido, fue en el peor momento posible. Habrán llegado muy pocas solicitudes, pero más que lamentar este hecho sigue sugerirle a la Secretaría de Hacienda una mejoría. Nosotros, desde la Cámara, cuando comenzamos la negociación, las opiniones a la Secretaría de Hacienda quisimos que se pareciera Efilibro a lo que ocurre con el cine, que tiene un área dedicada a la producción de películas y una a la distribución. Eficine puede solicitarse para crear nuevas películas o para hacer que esas películas lleguen al público.”
Muchas de estas recomendaciones también estuvieron dirigidas al sector privado, que sin duda tendrá que hacer una mirada forzosa a las cadenas nacionales de edición y reconvertir sus actividades y espacios de contacto con los lectores.
Una de las editoriales que está innovando estrategias para mantener el contacto con su comunidad es Bonilla Artigas Editores. Como explica Juan Luis Bonilla, director de este sello, el próximo mes lanzarán un programa de fortalecimiento de su comunidad, integrada principalmente por académicos y universitarios. Ésta consistirá en el compromiso de cada miembro de la comunidad a comprar tres libros al año, lo que le dará beneficios en descuentos, paquetes y la posibilidad de formar parte del catálogo de autores.
Sin embargo, reconoce que aún es pronto para conocer los alcances que estas iniciativas puedan tener en la salud de las pequeñas editoriales: “Nosotros, con 30 empleados, estamos en una situación muy compleja. Esto en realidad esto es un colapso. Lo dramático es que las medidas del gobierno para reactivar la economía las está dejando completamente a la sociedad civil. No hay créditos, no hay reducción de impuestos. No se han generado apoyos de créditos como sí hubo en 2009. Muchas editoriales independientes no van a subsistir”.
Otra de las cadenas de librerías que se está preparando para la “nueva normalidad” y espera estar lista para el momento en que se anuncie la reapertura de sus 33 sucursales es Gandhi. Algunas de sus adecuaciones en su funcionamiento son la toma de temperatura de las personas que entren a sus puntos de venta, el uso obligatorio de cubrebocas, la sana distancia y la instalación de acrílicos en la zona de cajas. Todo esto sin afectar la experiencia de los lectores.
“La idea que de alguna manera el cliente que entra a nuestras librerías se siente en una librería, no en un laboratorio”, dice Alberto Achar, gerente de mercadotecnia de Gandhi.
FOTO: FERIA DEL LIBRO DE GUADALAJARA, EL UNIVERSAL
« La novela del cangrejo Enrique Redel, un editor frente a la pandemia »