Cuando la historia es escrita por mujeres
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Basada en la novela de Margaret Atwood, la serie televisiva El cuento de la criada destaca por sus aciertos de producción y la pertinencia de su discurso
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POR RODRIGO MENDOZA
La historia de esa joven esclavizada, manipulada sexual e ideológicamente; de esa sociedad futurista dominada por una violenta y perversa religión; y de ese pesadillesco totalitarismo machista que le ha arrebatado casi todos los derechos al sexo femenino y que sólo lo utiliza como fuente de procreación, es una de las más conocidas y controvertidas de la literatura contemporánea. Esa historia oscura sobre ejecuciones, juicios y actos sexuales públicos y aterradores convirtió a Margaret Atwood en una de las escritoras más relevantes de nuestros días y encumbró su ya de por sí prolífica labor literaria. Esa novela distópica llamada El cuento de la criada se convirtió, junto con 1984 de Orwell y Fahrenheit 451 de Bradbury, en una de las muestras más escabrosas de lo que la ciencia ficción y el futuro pueden conjugar en la literatura. Su primera adaptación corrió a cargo del cineasta alemán Volker Schlöndorff en 1990 y, aunque contó con un reparto cumplidor (Natasha Richardson, Robert Duvall, Faye Dunaway y Aidan Quinn), pasó muy discretamente por las salas de cine a pesar de ser un filme más que correcto. Debido, quizás, al hecho de no haber sido respaldada por un gran estudio.
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Veintisiete años más tarde, llegaría la adaptación definitiva de la icónica novela de Atwood. Producida por la plataforma Hulu (propiedad de Disney y Fox), estrenada en abril del 2017 en Estados Unidos y traída ahora a México por Paramount Channel con un episodio cada domingo en punto de las 9 de la noche, El cuento de la criada (The Handmaid’s Tale) llegó para quedarse.
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A lo largo de sus diez episodios demuestra que las adaptaciones, sobre todo cuando se llevan a cabo en la plataforma adecuada, todavía tienen mucho por dar. Más atrevida, directa y oscura que su homónima de 1990, esta nueva versión afirma que su primer acierto es desarrollarse en formato seriado, lo que le otorga el tiempo suficiente para desarrollar cada personaje adecuadamente y darles los matices necesarios a las intervenciones secundarias para que, en conjunto, luzca como un reparto coral. El segundo acierto es haber elegido a Elisabeth Moss como la protagonista. Es Moss quien le otorga toda la vitalidad y la fiereza que el personaje de Defred necesitaba, un personaje que lleva a cuestas el sentir y la voz de millones de mujeres alrededor del mundo, un descontento que rebasa las fronteras de la ficción. El tercero es que Bruce Miller, el showrunner decidió dejar la dirección de los diez episodios en las manos de cinco realizadores, cuatro de ellos mujeres. El guión, a su vez, fue intervenido por siete plumas, de los cuales cinco también son mujeres.
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Así, El cuento de la criada es una serie con espíritu feminista que no está peleada con la inclusión. Aunque cuenta con trabajo masculino importante, finalmente, el showrunner es hombre, el equipo creativo está conformado mayormente por mujeres, lo que demuestra que esta no es una cuestión separatista, sino de un asunto de perspectivas. Porque El cuento de la criada es, a todas luces, un producto de la inconformidad, del hartazgo, de la indignación. Como lo hizo Alan Moore con su novela gráfica V for vendetta, Atwood plasmó en su novela un profundo descontento ante el totalitarismo y la manipulación y un absoluto rechazo ante el machismo recalcitrante. Se trata de una mirada femenina incisiva a un futuro que no luce promisorio y que, incluso, parece que nos hace regresar a nuestras raíces más primitivas e incivilizadas. La religión es vista en su peor faceta, machista y enajenante. El poder es terror, es muerte, es devastación.
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En una concepción simplista, El cuento de la criada es una distopía del tipo 1984 que reta a las ideologías extremistas y a los peligrosos alcances del poder político. No obstante, por encima de eso, la obra de Margaret Atwood es un acercamiento a una sociedad que únicamente ve al sexo femenino como un objeto que favorece la reproducción de la especie. Aunque se emplaza en un futuro nada lejano, se siente terroríficamente real. En tiempos de Donald Trump y de Harvey Weinstein, esta adaptación no podría haber llegado en un mejor momento, considerando que Atwood escribió la novela en 1985, en circunstancias políticas igual de tensas bajo los mandatos de Margaret Thatcher y Ronald Reagan.
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Visualmente imponente gracias a su hermosa atmósfera gélida y a ese violento manejo del color rojo, como un leitmotiv que recuerda el rojo del parto, de la vida, de la menstruación, de la violencia. El cuento de la criada trae consigo un nivel de producción que se ajusta a las exigencias contemporáneas del mercado. Más allá de la espectacular Juego de Tronos, el atrevimiento de House of Cards y la intermitente brillantez de Black Mirror, El cuento de la criada logró imponerse ante productos tan extraordinarios y competitivos. Se apoderó de la audiencia gracias a su calidad, es cierto, pero también a la pertinencia de su contenido. La mirada incisiva de Black Mirror y el salvaje entretenimiento de Juego de Tronos no contienen el nivel de denuncia y empoderamiento que sí conforman a El cuento de la criada y que le alcanzaron para estrenar en Estados Unidos una segunda temporada en abril este 2018 y el aviso de una tercera.
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En una sociedad en la que gran parte del poder es ostentado por hombres, El cuento de la criada se resume en el discurso de aceptación de Elisabeth Moss en los Globos de Oro de enero de este año. “Margaret Atwood, esto es para ti y para todas las mujeres que llegaron antes y después de ti y que fueron lo suficientemente valientes para pronunciarse contra la intolerancia y la injusticia y que lucharon por la igualdad y la libertad en este mundo. Ya no vivimos en los espacios en blanco de los textos ni en los huecos entre historias. Nosotras mismas somos la historia y estamos escribiéndola”.
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Foto: El cuento de la criada cuenta con la actuación de Elisabeth Moss. / Especial
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