Él, de e.e. cummings, teatro de riesgo

Sep 26 • Escenarios, Miradas • 4163 Views • No hay comentarios en Él, de e.e. cummings, teatro de riesgo

POR JUAN HERNÁNDEZ

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Los actores Laura Almela, Daniel Giménez Cacho y Rodrigo Espinosa llevan a escena la obra Él, del dramaturgo, poeta, pintor y ensayista Edward Estlin Cummings (1894-1962), en el Teatro El Milagro, traducción de Tina French y Juan José Gurrola.

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Espectáculo que —como dice uno de los personajes—parece no tener ni pies ni cabeza: no hay tema, la sintaxis es inconexa, atropellada, las imágenes se alejan del realismo y chocan como en el sueño. Podríamos decir, en ese sentido, que la obra le habla a un espectador alerta, que atrapa en el aire, por medio del reflejo inconsciente, los mensajes superpuestos del texto.

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La puesta en escena es ágil y, a primera vista, desconcertante. Nada parece estar, racionalmente, en su lugar. El caos se desata . Se trata de la concepción del teatro desde una perspectiva distinta a la convencional, con principios filosóficos que darían sustento tanto a una forma crítica en la aproximación al quehacer escénico, como en el lugar que ocupa el espectador dentro del suceso vivo del fenómeno artístico.

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Cummings es un adelantado a su tiempo. Influenciado por las vanguardias artísticas de principios de siglo XX y el desencanto de las entre guerras, escribe Él (Him, su título original en inglés), en 1927. En esta obra va a contracorriente de las estructuras tradicionales: construye un texto complejo y alejado de lo común, exige agudeza crítica e intelectual e invita a ver con otros ojos, sentir de una manera distinta y a pensar el mundo en su aspecto metafísico.

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En este texto el autor hace una crítica al racionalismo en el cual se asienta la explicación del mundo, de manera prevaleciente, en el de la cultura de occidente. Remite a la capacidad creadora del ser humano que es también el impulso que da origen a otros mundos y verdades.

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La puesta en escena actual de Él, en el Teatro El Milagro, demuestra el carácter atemporal de la misma. A casi un siglo de haber sido escrita, la obra impone retos de infinito riesgo tanto a los actores, que en este caso también son directores, como a los espectadores.

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El vestuario elegido para el montaje es colorido, almidonado; las pelucas, de cabellos tiesos, que llevan los actores, y los ojos de plástico azules colocados sobre sus pupilas, los hacen ver como muñecos de ventrílocuo. No son personajes “reales”, pero son verdaderos; precisamente por no responder a la lógica de la vida cotidiana, resultan infinitamente más potentes: lanzan al vuelo las ideas, las cortan, cambian de rumbo en un instante, no se quedan en una emoción ni la llevan hasta sus últimas consecuencias, se transforman constantemente.

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Laura Almeda, Daniel Giménez Cacho y Rodrigo Espinosa se acoplan en este juego vertiginoso y arriesgado. El mundo es puesto de cabeza en un tipo de teatro que hoy no es posible sin la experimentación creativa. Cabe recordar que esta obra fue traducida por Tina French (quien actuó en Fando y Lis, película de Alejandro Jodorowsky, realizada en 1968) y Juan José Gurrola (México, D.F., 1935-2007), pilar del teatro universitario, experimental y de vanguardia en la década de los años 60 del siglo XX, quien montó esta obra de Cummings y estuvo muy interesado en la propuesta del dramaturgo estadunidense.

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Algo que llama poderosamente la atención de esta obra es el planteamiento sobre la neurosis del artista como elemento esencial de la creación de mundos y verdades. El dramaturgo dibuja al creador como un hombre que escapa de la cotidianidad para generar universos nuevos, en intentos infinitos, incompletos, insatisfactorios, en donde la condición del humano se muestra sin velos.

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En ese sentido la pieza de Cummings dialoga con una contemporaneidad que no puede ser pensada desde la racionalidad, la armonía y el orden. La naturaleza del hombre es el caos y también la del mundo que construye a su semejanza. Él es un cuestionamiento violento tanto al quehacer del artista, como a la lógica del racionalismo que no percibe la naturaleza caótica y autodestructivas de lo humano.

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La puesta en escena de Almela, Giménez Cacho y Espinosa, en el Teatro El Milagro es una experiencia de peligro. El actor es llevado por un camino radical de experimentación y el público es incluido en el montaje a través de una serie de espejos que le reflejan y lo ponen al descubierto.

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El espectador no tiene la protección de la oscuridad que le proporciona anonimato en los montajes tradicionales; la iluminación clara deja al descubierto al público, y cuando no hay luz en escena, la oscuridad es para todos: actores y espectadores se pierden en la negrura del espacio y la alerta de la intuición se enciende.

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Él, de Cummings, es una obra para ser vivida. Cada espectador la leerá, percibirá y sentirá a su manera. El resultado de este encuentro y diálogo pueden ser diversos: desconcierto, interés, inconformidad, desprecio, empatía, rechazo; cualquiera que sea la reacción será consecuencia del encuentro. Un encuentro que no es ni convencional, ni complaciente.

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*Él, de Edward Estlin Cummings (mejor conocido como e.e. cummings), traducción de Tina French y Juan José Gurrola, espectáculo de Laura Almela, Daniel Giménez Cacho y Rodrigo Espinosa, iluminación de Gabriel Pascal, se presenta en el Teatro El Milagro (Milán 24, colonia Juárez), jueves y viernes a las 20:30, sábados y domingos a las 19:00 y 21:00 horas, hasta el 11 de octubre.

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**FOTO: Él, de Edward Estlin Cummings (mejor conocido como e.e. cummings), traducción de Tina French y Juan José Gurrola, espectáculo de Laura Almela, Daniel Giménez Cacho y Rodrigo Espinosa, iluminación de Gabriel Pascal, se presenta en el Teatro El Milagro (Milán 24, colonia Juárez), jueves y viernes a las 20:30, sábados y domingos a las 19:00 y 21:00 horas, hasta el 11 de octubre/Cortesía Teatro El Milagro.

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