El destino diferido en el jazz; Ahmad Jamal y las muertes prematuras

Abr 22 • destacamos, Miradas, Música • 1534 Views • No hay comentarios en El destino diferido en el jazz; Ahmad Jamal y las muertes prematuras

 

El pianista fallecido a los 92 años fue un brillante exponente del style life de la década de los 60, remontó el declive de la popularidad del género y el patrón funesto

 

POR PEDRO B. REY
No resulta justo definir a un pianista de jazz con pocas palabras. De Ahmad Jamal —quien murió el domingo pasado a los 92 años— se ha dicho que “tenía las dos manos iguales” para indicar que manejaba la derecha y la izquierda con una destreza indistinta. También que su estilo era minimalista y su swing, único. Podría agregarse, como dato de época, que se benefició del destino diferido de varios longevos del jazz: virtualmente olvidado, tuvo su revival en este siglo, cuando algún productor alerta recordó que aquel músico al que Miles Davis declaró como fuente de inspiración seguía activo.

 

La sobrevivencia de Jamal —como la de Hank Jones, revalorizado también años antes de su muerte, o la del coloso del saxo Sonny Rollins, hoy nonagenario y retirado— fue doble: logró remontar el declive de popularidad del jazz posterior a los años sesenta y también no caer en el lugar común de la muerte temprana, destino de tantos compañeros de generación. Los gigs en continuado, la vida a deshoras, los excesos de drogas y alcohol, la humillación del racismo (en el caso de los jazzmen negros, la mayoría) era un combo vertiginoso: vivir en el puro presente, a tono con la improvisación, dejaba secuelas.

 

La muerte precoz de Charlie Parker, en 1955, es la más simbólica: según la leyenda, falleció durante un ataque de risa mientras observaba por televisión el show de los hermanos Dorsey en el hotel en que lo había guarecido la baronesa Pannonica de Koenigswarter, mecenas clave del jazz. Parker —se repite siempre— tenía 34 años, pero la autopsia le calculó entre 50 y 60.

 

Otro caso siempre a mano es el de Billie Holiday, consumida por el alcohol tras la vida de miseria que refleja su autobiografía. Otro, más cercano, el del autodestructivo Chet Baker. Pero ya en el mismo comienzo del jazz, mucho antes del Bebop, la tragedia rondaba a sus practicantes: Buddy Bolden (el precursor, previamente a cualquier registro discográfico), se extravió en la locura y el cornetista Bix Beiderbecke expiró (a los 26, en 1931) tras un ataque de delirio. El trompetista Fats Navarro fue de los primeros a los que se llevó la droga (1950), pero no sólo esa dependencia se cobró víctimas. John Coltrane se había recuperado de las adicciones (aunque lo habían debilitado) cuando a los cuarenta años sufrió una meteórica enfermedad terminal. La muerte de Scott LaFaro en un accidente (en 1961, a los 25 años) privó al trío de Bill Evans de un contrabajista innovador, pero también hundió al pianista en una depresión que alguien calificó como “el suicidio más largo de la historia”. El saxofonista free Albert Ayler apareció ahogado en el río Hudson (1970) y el trompetista Lee Morgan fue asesinado por su pareja en el local en que tocaba (1972). Son unos pocos nombres que recuerdan que el jazz era una música con riesgos y épica.

 

Para homenajear a los que se fueron pronto y a los que, como Jamal, lograron torear la desgracia, se puede acudir a un standard: “I Remember Clifford”, que ata cabos entre pasado y presente. La actualidad es que su autor, el saxofonista Benny Golson sigue, a los 94 años, entre nosotros. Lo remoto es que lo escribió en 1956, poco después de la muerte del trompetista Clifford Brown, aquel que apuntaba a dejar a Miles Davis en segundo plano. En tiempos en que la heroína hacía estragos entre los músicos, Brown se mantuvo aparte, sin interesarse siquiera por el alcohol. Falleció a los 25 años cuando se dirigía en auto a Chicago con el pianista Richie Powell (el hermano de Bud) para otro concierto, y quien iba al volante (la mujer de Richie) perdió el control. Es todavía hoy una de las muertes más lamentadas del jazz —absurda, porque no había nadie más “limpio” que el trompetista—, pero que encuentra al menos la compensación de que Golson —o quien esté ejecutando su tema— pueda seguir recordando a Clifford con emoción, a través de los años, una y otra vez.

 

FOTO: El pianista y jazzista Ahmad Jamal, durante un concierto en el Festival de Jazz de Marciac, Francia, en agosto de 2016. Crédito de foto: Archivo AFP

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