El dolor que carece de nombre
POR ETHEL KRAUZE
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“Desde que se inició todo, trato simplemente de ser fiel a mi corazón y a lo que la oscuridad de mi noche interior –una extraña manera de la luz y de la poesía– me dice; trato de mantenerme, por lo mismo, en una íntima posesión de mí, de mi libertad y de mi amor”. Con estas palabras, Javier Sicilia tiende, al mismo tiempo, esa luz de su poesía para todos los que viven, como él, una noche oscura; y, reclama para todos la legitimidad del dolor. “Ese dolor que carece de nombre porque es fruto de lo que no pertenece a la naturaleza –la muerte de un hijo es siempre antinatural y por ello carece de nombre”. Quien ha sido víctima de esta inefable violencia, es una autoridad del sufrimiento. Y toda palabra del corazón es un poema en ristre.
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Movimiento por la paz con justicia y dignidad, volumen recientemente publicado por Era, con el apoyo de la Secretaría de Cultura de Morelos, y bajo la edición de Javier Sicilia y Eduardo Vázquez Martín, es una luz dentro del túnel. Lejos de ser un recuento de atrocidades, efectivamente cometidas con la eficacia del crimen organizado y por la inoperancia y aun la colusión de buena parte de las instituciones públicas, esta reunión de testimonios que conforman la historia del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, es una invitación a mirarnos con los ojos de quienes han levantado la cabeza y dado los pasos necesarios para recuperar nuestra palabra y nuestro corazón.
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Desde muchas dimensiones, el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad ha promulgado la creación de un nuevo ser: la víctima como sujeto social, con su necesidad de ser nombrado, con su espacio jurídico y su legitimidad, con su lenguaje, y su significado.
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No sólo hablar, alzar la voz, clamar. El Movimiento ha tendido los puentes para quien tenga la voluntad de escuchar. Ha tendido brazos y ha respondido con besos y con mesas de diálogo. Pero se necesita tiempo, mucho, para revertir la sordera, eliminar el estereotipo, sacudirse prejuicios, soltar ideologías. Escuchar para entender y transformar el espíritu de una nación no es cosa fácil. Por eso el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad es una apuesta de vida.
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El libro es un recuento de crónicas, encuentros, reflexiones, memorias, estampas de los protagonistas y participantes de las Caravanas por la paz, de Sur a Norte y allende las fronteras del país. Cada quien cuenta cómo fue consolado, cómo recobró la dignidad, cómo floreció de nuevo la esperanza y cómo alzó la cara por primera vez para mirarse, mirarse en otros, revivir. Acompañan a los testimonios fotografías en blanco y negro, sin adornos, reales. Hombres y mujeres cargando cruces, abrazando retratos de hijos muertos o desaparecidos, caminando por las geografías del país, concentrándose en plazas, formando corros, caravanas, lazos que nos envuelven a todos, más allá del papel impreso.
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Ninguna imagen muestra actos de violencia, cabezas cortadas ni mantas amenazantes. Desde ahí empieza la dignidad para tratar el dolor. Y, paradójicamente, la frescura, la esperanza y la humanidad en ese laberinto del horror donde el país anda sumido.
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La intensidad y la pulcritud con las que se expresan estos instantes imperecederos, logran que el testimonio adquiera el vuelo literario. El simple relato del drama de Araceli es una combinación de magia y de poesía en plena realidad: mataron a su hijo policía, los criminales le explicaron cómo disolvieron el cadáver en ácido y le dijeron dónde habían tirado los restos. Cuando llegó al Movimiento, estaba hecha pedazos. Ella fue en busca de un pedacito de su hijo. Sólo vio un campo de aguacates. “El único consuelo que me quedó fue tomar un aguacate y comerlo. Supe que mientras lo comía comulgaba con mi hijo”, cuenta Sicilia que ella dijo esto con una sencillez que aún lo trastorna, “una poesía que es fuerza de vida”. Ahí radica la fuerza de este Movimiento: “Permitió que volviera a florecer la humanidad de las víctimas. Esa humanidad que la violencia, el desprecio, el cinismo y la indiferencia amenazaban con aniquilar”.
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Como pocas veces, en este libro la literatura es el ojo para mirar la realidad. Una realidad que nos atañe día con día y a la que no encontramos cómo nombrar, cómo enfrentar. El dolor que no tiene nombre es también el dolor que siente un país, sus ciudadanos, por el desmoronamiento de los principios fundamentales como lo son la dignidad y la justicia.
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Todos los días amanecemos con muertos bajo la cama de la noche anterior y con muertos en la charola del desayuno. Todas las noches nos refugiamos en el insomnio o en la evasión del sueño con las imágenes de jóvenes pulverizados en basureros, de huesos brotando de fosas clandestinas. Todos los suspiros se nos van en el temor de ser extorsionados, secuestrados, criminalizados, victimizados, levantados, arrebatados de nuestro propio rostro, nombre y cuerpo. Todas las noticias vienen y van entre los grupos de poder culpándose unos a los otros, trenzándose en discursos inverosímiles y en promesas imposibles.
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Al final, el único discurso verdadero es el poema que se escribe con el propio dolor. Y así termina también este libro, con la voz de la tribu, la sección de poemas de hombres y mujeres que han aportado al Movimiento sus versos.
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No es un libro de horror, flota en sus páginas un aire de frescura que ilumina la sordidez que nos habita. Una puerta abierta a la esperanza y una forma legítima de nombrarnos, sembrarnos y reconstruirnos.
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FOTO: Movimiento por la paz con justicia y dignidad, Javier Sicilia y Eduardo Vázquez Martín (editores), México, Ediciones Era, 2016, 312 pp.