El editor que “cruzó” el Muro

Feb 15 • Conexiones, destacamos, principales • 2772 Views • No hay comentarios en El editor que “cruzó” el Muro

POR YANET AGUILAR SOSA

 

Jaume Vallcorba (Tarragona, 1949) es filólogo, ensayista y doctor en filosofía y letras por la Universidad de Barcelona; es un editor que concibe que el arte de hacer libros sigue siendo un “oficio de caballeros”. Con Quaderns Crema (fundada en 1979) ha escrito una historia incomparable; con Ediciones Acantilado (creada en 1999) descubrió a los lectores mundos literarios inusitados.

 

El español que ha combinado la edición con la academia ha sido definido como un oficiante auténtico de una labor necesaria, un editor a la manera tradicional y un visionario que ha sabido conformar un catálogo ambicioso y diverso.

 

Jaume Vallcorba, quien en 2010 recibió el Reconocimiento al Mérito Editorial que otorga la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, conversó vía correo electrónico con Confabulario. En sus respuestas, Vallcorba describe sus pasiones por la literatura y los escritores de Europa Central que fueron ocultados por la Guerra Fría, y que conforman una parte sustancial de su catálogo.

 

—Cuénteme un poco las razones de su interés por rescatar en Acantilado a autores de Europa Central que, debido al Muro de Berlín y la Guerra Fría, no lograron traspasar las fronteras de sus países en su momento.

 

—Los autores de Europa Central han sido, y son, fundamentales en el panorama de la literatura contemporánea y también en el de la patrimonial. Roth o Zweig o Potocki son autores de una calidad tal, que no requieren explicación. De hecho, no eran desconocidos en la Europa occidental. Algunos ya eran más secretos: Ádám Bodor, Imre Kertész, László Krasznahorkai o Yuri Andrujovich, por ejemplo. Escoger algunos para Acantilado respondió al hecho de que tenían una categoría literaria excepcional pero que, por distintos motivos, el Muro entre ellos, habían quedado fuera del foco de atención en el mundo hispano. Y además iba muy bien para un catálogo de nueva formación. El campo a recorrer era mayor y menos concurrido.

 

—¿Qué tienen esas literaturas que lo atrajeron y lo decidieron a publicarlos?

 

—En su inmensa mayoría, eran autores que seguían una tradición literaria europea que en otros lugares había perdido fuelle. Piense que, para ellos, durante la dictadura, la literatura fue una forma de resistencia a la barbarie. De ahí que su compromiso con ella fuera decisivo y en cierta medida militante.

 

—¿Cómo fue incorporando las literaturas de esos escritores de Europa Central?, ¿por quién empezó, quiénes continuaron?

 

—En catalán ya había editado en Quaderns Crema a Bruno Schulz o Witold Gombrowicz, por poner un par de ejemplos. En Acantilado, el primero fue Arthur Schnitzler, a quien ya había editado en una aventura previa que tuvo poca fortuna. Siguieron los eslavos Ilf & Petrov (no estrictamente de la Europa Central), con un clásico de humor, Las doce sillas. Siguió, claro, Stefan Zweig, que había tenido un éxito extraordinario hacía años y que dormía en el olvido, cuando no en el desprecio, y después Imre Kertész, Joseph Roth, László Krasznahorkai, Jan Potocki, Yuri Andrujovich, Adam Zagajewski, Andrzej Stasiuk, Marek Bienczyk, Ádám Bodor, Zbigniew Herbert…

 

—¿Se puede hablar de historias comunes?, ¿de características que hermanen sus obras?

 

—Todas ellas tienen algo en común muy importante: todos sus libros tienen alma y todos nos interrogan.

 

—Entre los más reconocidos están Zbigniew Herbert y el mismo Stefan Zweig…

 

—Herbert se acerca a la historia cultural de Europa desde distintos ángulos, si dejamos a un lado su poesía y nos quedamos con sus ensayos. Habla del arte rupestre o de la pintura neerlandesa desde la certeza de que todo ello ha contribuido a la configuración de un entramado que nos sustenta. Lo hace además pensando que todo ello es piedra de sustentación de nuestra personalidad, y que somos continuación de los grandes nombres que configuraron este mundo que convenimos en llamar cultura occidental. Stefan Zweig, además de ensayos, escribió muchas biografías: la de Fouché, o la de Castellio y Servet, con los que se ensañó Calvino, imagino que tienen una función parecida. Pero Zweig, además, escribió novelas. En ellas hace un sabio y delicadísimo análisis del alma humana. Nos interroga y nos muestra.

 

—¿De qué literatura nos perdimos con el cierre de fronteras por la Guerra Fría?

 

—La división en dos mundos que estableció la Guerra Fría fue una tragedia de la que quién sabe si nos hemos podido recuperar como es debido. El desmoronamiento de algunos de los países que habían caído en el área de influencia soviética tras la desaparición del Muro es una trágica y triste herencia. El renacimiento del nacionalismo o el racismo, por ejemplo, ya son suficientes ejemplos de ello.

 

—¿Hay otros escritores que ha planeado sumar a su catálogo o ya los principales escritores de la Guerrea Fría han sido dados a conocer tanto por Acantilado como por otras editoriales?

 

—Hay todavía autores que se pueden rescatar de entre los de la tradición, pero también voces nuevas de un enorme interés. Permítame ser discreto.

 

 

*Fotografía: Jaume Vallcorba en una entrevista realizada en octubre de 2012/ARCHIVO EL UNIVERSAL

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