El “enfant terrible” de la literatura inglesa, Martin Amis
El novelista falleció el pasado 19 de mayo, un crítico social implacable que narró los horrores de la época nazi
POR PEDRO B. REY
Geoff Dyer —el autor de But Beautiful— no es de caer en lugares comunes, pero no pudo sortear uno al recordar que para los ingleses de su generación Martin Amis fue, allá por los años 80, para los días de Dinero y Campos de Londres, algo así como la versión literaria de Mick Jagger. La asociación ya se había escuchado antes, pero Dyer no se limita a la fotogenia del escritor en su juventud. Alrededor de la “prosa electrificante” de Amis, dice, de los ecos norteamericanos de sus frases, de su linaje de irrefutable autor británico —para lo cual tallaba ser vástago de Kingsley Amis, un novelista tan díscolo como reconocido—, se formó pronto un culto que nunca rozaron coetáneos como Julian Barnes.
Amis era, más que una moda, sinónimo de contemporaneidad absoluta. A eso se le puede agregar otro elemento: fue —como su admirado Nabokov— un estratega de las “strong opinions”, esas declaraciones contundentes que escandía con regularidad de metrónomo en sus notas periodísticas y sus ensayos, parte clave de ese amplio iceberg que es su obra.
A Martin Amis —que murió el 19 de mayo— le gustaba que lo siguieran considerando el “enfant terrible” de las letras inglesas (Dyer, de nuevo) cuando hacía tiempo el documento contradecía el sustantivo. La constancia fue, en todo caso, una de sus características, como lo era para ese doble íntimo que fue su amigo Christopher Hitchens. En los últimos años, esa franqueza alborotadora le creó desdenes, como ocurrió con Inside Story (Desde dentro), la ácida y jocosa autoficción en que llegó a imaginar que tal vez fuera hijo de Philip Larkin, el cáustico poeta que fue carne y uña con Kingsley.
Desde dentro, sin embargo, conviene ser leída —en un autor que ya había explorado la autobiografía seria en Experiencia, libro capital— como la última ironía y expresión de ese estilo, casi un canto del cisne ante lo que toda una época clama que hay que evitar. Si de algo no era partidario Amis, digamos en su favor, era de autocensurarse. La grotesca figura femenina que se convierte en bestia negra del Amis joven de ficción no difiere, contra todo, de muchos de los personajes tan celebrados en el pasado y el propio protagonista que lleva la ambigua voz cantante —vale decir, él—, tampoco. Amis, podría argumentarse, se entrega voluntariamente a la disección anatómica y el vapuleo de una era a la que no se le ocurre que un libro quiera buscar todo lo contrario de su anuencia.
Era un estilista tan dotado —si se entiende por eso la capacidad casi deportiva de hacer con la lengua lo que se quiera— que no le importaba tanto, según él mismo aceptaba, la trama. Podría haber suscripto sin pestañear aquel dictum (apócrifo o no) de Osvaldo Lamborghini que decía: “El argumento te lo regalo”. La potencia de sus novelas, que tanto convulsionó en su momento de mayor auge, derivaba en realidad de la construcción de una voz narrativa avasalladora, casi un dialecto propio. Fuera de eso era un crítico social implacable, un satirista, por lo cual resulta imposible encontrarle personajes que le puedan caer como anillo al dedo a un lector. Los masculinos son vanos, brutos o llanamente estúpidos —hay cierta violencia hooliganesca que Amis retrató como nadie— y las mujeres cubren una amplia gama, en la que no falta alguna con cálculo e inteligencia superior. También en eso fue consecuente hasta el final, y a su manera leal a sus santos patronos, de los que escribió una y otra vez, sin temerle a la redundancia: Saul Bellow, Kurt Vonnegut, el propio Nabokov.
Esa seguridad en su propia dicción llevó a que las novelas de Amis no perdieran nunca expectativa, aunque la relativa desprotección de las tramas, al acudir a temas históricos —como en La casa de los encuentros, donde habla del Gulag, o La zona de interés, con campo de concentración nazi incluido—, fueran recibidas con desconcierto o la sospecha de que su mejor tiempo había pasado. De ahí también los malentendidos que, después de la corrosiva Desde dentro, se dieron urbi et orbi al momento de su despedida: la errada consideración de que con él se iba una época y no un escritor todavía filoso que, por esas cosas de la vida, deja el escenario antes de lo planeado.
FOTO: El escritor Martin Amis durante una entrevista en la FIL Guadalajara, en 2005. Crédito de imagen: Archivo El Universal
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