El filósofo de hoy

Sep 24 • destacamos, principales, Reflexiones • 9169 Views • No hay comentarios en El filósofo de hoy

Clásicos y comerciales

POR CHRISTOPHER DOMÍNGUEZ MICHAEL

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Al fin pude hacerme de un par de libros de Byung-Chul Han (Seul, 1959), el filósofo de hoy, llamado a relevar a Giorgio Agamben y a Peter Sloterdijk. De su escueta biografía, se sabe que tras estudiar metalurgia en Corea del Sur, emigró a Alemania donde abrazó la filosofía. Inició, a los veintitrés años, sus estudios del idioma alemán y se internó en las selvas de Kant y Heidegger.

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A quienes venimos de tradiciones historicistas y hegelianas nos es difícil entender modelos filosóficos abstractos donde la historia se ausenta, como ocurre en La sociedad del cansancio (Herder, 2012), de Han. Una tratadística como la de John Rawles, decía Paz, no es lo suficientemente concreta para los hijos, agregaría Ricoeur, de los consabidos maestros de la sospecha: Marx, Nietzsche, Freud.

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Los seres cansados, cuyo cansino arquetipo es el Bartleby, de Melville, tanto para el coreano alemán como para Agamben, el maestro del cual el coreano pretende distanciarse sin demasiada determinación, no son, se infiere con facilidad, los indígenas sobrevivientes del Amazonas o los obreros de la China postcomunista, ni las prostitutas de la colonia Escandón en la Ciudad de México o los casi esclavos afganos que viven miserablemente en Teherán. Son los estudiantes y profesionistas de las grandes urbes del planeta, conectados durante la mayor parte del día a las redes sociales y prisioneros, en una sociedad, que en vez de explotar, fatiga.

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El siglo XX, dice Han, no sin cierta originalidad positivista, fue inmunológico. Se trataba de cuidar a las sociedades de los virus de la otredad, mientras que el XXI pretende abolir toda diferencia, justamente en una época culturalista donde la apología de éstas oculta la verdadera expoliación neoliberal, punto en que Han concuerda con Zizek, para quien es más dañino –tanto peor, mejor– el consenso “liberaloide” en torno a la señora Clinton que Trump. La primera oculta sus macabras intenciones mientras que su rival las muestra, monstruoso y circense.

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Han parece ser heideggeriano, no postmarxista, de tal manera que los desheredados no le interesan como moldes filosóficos. Si entiendo bien La sociedad del cansancio, la xenofobia antimexicana de Trump sería un remanente del siglo pasado más que un fenómeno propio de la sociedad del espectáculo, ante la cual Han sólo desarrolla lo enunciado antes por Guy Debord y Jean Baudrillard; asemeja, en uno de sus escasos apuntes históricos, a la vida de las élites actuales con las del XVIII, otro siglo global y uniformador. Han, como algunos otros antes que él, le da a los personajes de Hawthorne y Kafka, una significación profética y metafísica desmesurada.

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Hace cincuenta años esas creaturas, literarias no se olvide, de uno y otro autor, significaban, en su naturaleza, otra cosa: la premonición del genocidio –entre el Castillo, el Proceso y Auschwitz sólo había un camino: el que siguieron las hermanas de Kafka y del que se libró el tísico Franz– y la burocratización del mundo, común, decía Bruno Rizzi desde 1939, a las antagónicas sociedades capitalista y socialista. Contra lo que se temía hasta los años setenta, el mundo no se burocratizó: se descentralizó, el poder se volvió mutante, la economía gerencial, la vida, horizontal, el trabajo departamental. De destruir lo público, paradójicamente, se encargó la democracia postliberal, no el totalitarismo clásico. Ganó Comte, no Weber.

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Los hombres del XXI, dice Han, estamos cansados de lo idéntico, vivimos en una sociedad homeopática, agregaría yo, donde a la negatividad del espíritu inmunológico se opone la violencia neuronal de la semejanza. Hemos llegado, por otro camino, al comunismo, parece creer Han, irremediable platónico. Todas las diferencias de las que nos gloriamos y cuyo respeto exigimos son, otra vez, las sombras de los esclavos de la caverna. Este irracionalismo, en autores más combativos y menos neutros o “débiles” de lo que parece ser Han, es una condena de la sociedad democrática liberal y une a neocomunistas y neonazis, al viejo maoísta Alain Badiou con Carl Schmitt, el hoy muy bien ponderado jurista del Reich. Esa condena sumaria la abortó el marxismo (reducido a ser una variante belicosa del progresismo victoriano) a través de la Escuela de Frankfurt, el enemigo más letal que haya tenido el liberalismo, que fue a buscar la leña verde en la maldita Ilustración. La modernidad será totalitaria o no será. El cansancio no tiene remedio hasta que no surja una nueva vacuna revolucionaria. Mientras, la figura a estudiar –nuestro cadalso– no son las instituciones represivas descritas por Michel Foucault sino el centro comercial, el teléfono inteligente y el gimnasio: la obsesión ya no es caminar, sino correr emulando a un robot quien va registrando no el esfuerzo, como creen los madrugadores velocistas, sino el cansancio.

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Un sentido más inquietante le encontré a La sociedad de la transparencia (Herder, 2013), el segundo libro de Han que leí. La exigencia política de la transparencia, máxima aspiración democrática, corresponde con toda exactitud al mundo de Face Book. Ahora sí que en verdad lo privado es público. No es casual, dice el filósofo cuya cátedra está en Berlín, que la empresa de Zuckerberg no admitiera el “no me gusta” aunque muy recientemente sus técnicos han subido emoticones que reflejan actitudes un poco más diferenciadas para que el a la vez anónimo y personalizado usuario, califique lo que ve colgado en la red de redes.

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Retomando el romanticismo que lo llevó a Alemania, Han aboga por el secreto, el misterio, la negatividad, por abandonar lo “adictivo” y retomar lo “narrativo”. Pero allí, en ese punto, impera otra vez el filósofo que se busca en la tradición y Han vuelve a Roland Barthes. Nada menos erótico que la pornografía, que como lo supieron desde el principio los buenos lectores (luego vinieron los pedantes germanopratenses) del marqués de Sade, no narra sino petrifica o congela. “En la sociedad de la transparencia”, concluye Byung-Chul Han, “no se forma ninguna comunidad en el sentido enfático” de la palabra. Si se trata de poner sobre la mesa un escoliasta de nuestros tiempos sin duda Han es una buena oferta didáctica. En buena ley. Autoayuda o anagnórisis a gusto del cliente.

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FOTO: En La sociedad del cansancio y La sociedad de la transparencia el pensador coreano Byung-Chul Han explora las paradojas de los principios liberales y los nuevos totalitarismos. / Especial

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