“El Hilador” y el poder transformador de la ficción
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Escrita y dirigida por Paula Zelaya, esta obra, que se presenta en el Teatro Helénico de la Ciudad de México, desenmascara la hipocresía de las relaciones humanas en el mundo real, valiéndose de un humor negro y una lúgubre escenografía
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POR JUAN HERNÁNDEZ
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La puesta en escena El Hilador es una apuesta por la ficción. Una posibilidad de atesorar la imaginación, como la posibilidad de distanciarse de manera crítica de la realidad cotidiana que genera vacío espiritual. Es también la demostración del talento para narrar una historia y darle vida, en una puesta en escena que no esconde los tejidos y su exposición es una travesía por lo inimaginable y fantástico.
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Escrita y dirigida por Paula Zelaya Cervantes, con las actuaciones de Ana González Bello (Elena), Evan Regueira (Quirón) y Marcos Radosh (Muerte), esta obra es la entrada por la puerta grande al mundo del teatro de una talentosa creadora mexicana, en cuyos hombros recae una gran responsabilidad: superarse a sí misma y desarrollar proyectos que amplíen la gama de su quehace r como dramaturga y directora.
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No será tarea fácil, pues con El Hilador Zelaya llega a un punto alto con una obra madura, consecuencia de talento nato para imaginar mundos imposibles, contrastarlos de manera crítica con la cotidianidad, emprender virajes inesperados y sumergirse en universos fantásticos.
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Resalta el logro estilístico de una dramaturgia dueña de una identidad. Esa “narraturgia” excepcional, que convierte a los personajes en contadores de historias. Historias que se enuncian para detonar la acción. Que se dicen de manera natural, aunque se trate de sucesos extraordinarios y llenan el instante de verdad, gracias a la convención que hace posible la ficción.
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Disfrutable de principio a fin, El Hilador se presenta en el Teatro Helénico, con escenografía de Sergio Villegas, diseño de iluminación de Matías Gorlero, vestuario de Sara Salomón, utilería de Elda Ruth Hernández y David Ahedo, música original de Iker Madrid, efectos de sonido de Manuel G. Aguirre, y coreografía de Pablo Rodríguez y Jimena Saltiel. Un equipo creativo, sin cuyo talento y aportación sería inconcebible una puesta en escena, como quien dice, “tan hecha a mano”.
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El trabajo colectivo tiene una objetivo: crear un universo posible, en el dislocamiento de lo cotidiano. Esa rasgadura que permite arribar a parajes que tienen sentido en la profundidad psicológica, en una percepción que se despierta con la elocuencia del discurso, y que toma en cuenta al espectador como un ser también creativo, pensante y capaz de habitar y formar parte de la experiencia de vida que es el teatro.
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La elaboración de un artefacto escénico que funciona con puntualidad es consecuencia del entendimiento que el colectivo tiene del discurso. Una claridad sobre lo que se quiere decir en el espacio-tiempo de una proposición lúdica, con un humor negro decantado. La búsqueda del goce, en medio de una escenografía lúgubre, con una música colocada en una posición que desvela el drama en su intimidad, efectos sonoros reconocibles que aparecen en circunstancias inauditas, y la muerte no como personaje sino, paradójicamente, como la posibilidad de existir y trascender.
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El amor es el motor de la acción, aún en aquellas decisiones que moralmente pudieran resultar cuestionables; propuestas, en el terreno de la ficción, para desenmascarar la hipocresía de las relaciones humanas en el mundo real, en donde el vacío es abismal.
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A veces construida desde la convención del juego infantil, en el que todo es posible, la puesta en escena es invención, resonancia de la imaginación, posibilidad de descubrimiento de mundos tangibles, de enorme fuerza simbólica, para dejar salir la energía, las obsesiones, los miedos y los deseos.
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El Hilador no es del tipo de obras que intelectualiza el estudio de la condición humana. Su proceso es en sentido inverso: hace comprensible y gozoso lo que se antoja complejo y de difícil aprehensión.
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Con actuaciones sólidas de Ana González Bello, Evan Regueira y Marcos Radosh, quienes no sólo enuncian y construyen presencias simbólicas, sino permiten, a través de un lenguaje corporal estudiado, detallado, la creación de una danza cuyo lenguaje es tan poderoso como el de las palabras, El Hilador permite a los espectadores ser partícipes y habitantes de la ficción como el momento excepcional de la experiencia humana.
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Paula Zelaya es una talentosa dramaturga y directora mexicana joven quien, de seguir en este camino, desarrollará una trayectoria importante, con un teatro que, desde ahora, tiene un sello particular, tanto en la manera de ser narrado, como en la forma de entender la constitución de la puesta en escena. Enhorabuena.
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FOTO: El Hilador cuenta con las actuaciones de Ana González Bello, Evan Regueira y Marcos Radosh. Leany Tejeda / Cortesía de Once Once Producciones
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