El hombre nuevo: José Eugenio Sánchez
POR ROBERTO FRÍAS
El año era el 2007, la ciudad Barcelona, el festival literario de turno el Fet a Méxic. Estaba en un teatro y no sabía qué hacía ahí. De pronto comienza el espectáculo y un chico de cabello largo (pero con una calvicie muy clara en la parte superior de la cabeza, casi como una tonsura pop), camiseta y jeans, entra a escena y comienza a recitar un poema sin recitarlo, más bien lo dice en un estilo hip-hop, en lo que ahora, y desde hace un tiempo, conocemos como spoken word, acompañado de música y de una bailarina que hace toda suerte de movimientos imposibles mientras él se burla de todo y de todos, desde los literatos hasta George W. Bush. Al final se quita la camiseta, hace de sus manos dos pistolas con las que dispara al teatro entero y se incorpora al baile que la chica no ha parado de ejecutar. Alguien me dice que se trata de un poeta mexicano. ¿Este es un poeta mexicano?, le pregunto a la persona que me lo acaba de confirmar. Y sin esperar respuesta me quedo pasmado y pensando: ¿dónde está su traje y su corbata y su tono recitativo?, ¿dónde la solemnidad y la falta de humor?, ¿por qué no hay versos con imágenes estilizadas que hablan de erotismo (que no de sexo), de historia y de otras literaturas?
A Sánchez, como a otros poetas llegué tarde, está claro, sobre todo si pensamos que para 2007 ya casi se cumplían 10 años de la publicación de Physical Graffiti (Visor, 1998), ganador del premio Loewe a la creación joven, uno de los primeros pero también de los más significativos del autor por varias razones. El libro deja al descubierto la semilla de lo que será el estilo poético de Sánchez: agresivo, desenfadado, irónico, lleno de humor, hipercrítico, anclado en la tierra pero viajando entre nubes, emparentado claramente con la «tradición de la ruptura» contracultural, por lo que hace constantes homenajes a los beatnics; lleno de sexo descarnado y cultura pop, sobre todo estadounidense. Pero más importante aún es que quizá se trate del último libro que revela la fuerte influencia de Paz sobre su poesía. Todo lo que acabo de mencionar, se mezcla ahí con versos e imágenes más propias del Paz de Piedra de sol y de Ladera este, maridaje que se antoja indigesto si sólo se le describe, pero que en el libro mismo funciona como una suerte de diálogo intergeneracional que en realidad es un soliloquio, el de una conciencia poética que emerge de su tradición más inmediata para hallar su propio lugar en ella. El poemario es la prueba clara de que Sánchez no intenta matar al padre poético sino agradecerle y seguir de largo, aún cuando eso implique, paradójicamente, hacer que no aparezca en las siguientes fotografías del álbum familiar. El alejarse de Paz no es poca cosa pero sí un acto obviamente necesario y repetido por muchos otros poetas, de la generación de Sánchez y de otras posteriores. Pero, en su caso, el mayor mérito estriba en escribir, influido por él, una poesía diametralmente opuesta y que funciona. Recordara el ocupadísimo lector de esta época (o quizá no) la profusión de poetas imitadores de los beatniks o de Bukowski que asolaron con sus provocaciones vacuas el panorama de la poesía en español desde los años noventa hasta convertir la idea de lo contracultural en algo ridículo y a la moda. La diferencia con Sánchez, aventuro, es que su poesía se expresa con crudeza pero viene de otro lugar, el de una inteligencia que privilegia la más directa línea de comunicación con la honestidad y la crítica.
Dicho esto, agreguemos otra razón de sobra conocida, que el presidente del jurado para aquel premio fue el mismo Paz, acompañado, entre otros, de Gonzalo Rojas. Fue el último premio que Paz dio, algo extremadamente simbólico si lo leemos como un pase de estafeta involuntario. «Tenía yo como treinta y dos años en esa época, ya me gustaba lo que hacían Luis Antonio de Villena y Gonzalo Rojas, pero en ese momento mi poeta favorito era Paz. Como fue el último premio que dio, surgió una broma entre mis amigos que dicen que Octavio Paz leyó el libro y se murió. Gonzalo Rojas me comentó un día que él, cuando el jurado estaba en sesión, había dicho que era el libro más joven que había leído. “Todos los que nos creíamos sofisticados y vanguardistas”, me dijo, “cuando leímos ese libro nos dimos cuenta que habíamos envejecido, que ya la forma había cambiado”. Y es curioso porque yo sentía que hasta ese momento había tenido mucha influencia de ellos dos. Nunca conocí a Paz, pero hablé con él por teléfono y fue una llamada muy divertida porque los de la Fundación Loewe me pusieron en contacto con él y se escuchaba una voz como de ultratumba, eran sus últimos meses de vida, yo me quedé sin saber muy bien qué decir así que le solté un: “no tengo nada que decir”, y él me respondió: “yo tampoco” y luego colgamos. Me parece muy simbólico».
Hablando de términos simbólicos, es muy probable que José Eugenio sea hijo de esos muchachos que, «En lo alto de la pirámide fuman marihuana», Paz dixit, y, por eso, su visión de la actual poesía mexicana sea ya muy otra. «La poesía mexicana de ahora la veo en el mismo nivel que el futbol, la seguridad, el gobierno, la educación, la salud, la economía, la alimentación, en ese mismo nivel está la poesía. El uso de los medios ha justificado la presencia de muchos advenedizos, que cualquiera pueda publicar un poema en Facebook o en Twitter, que hagamos un blog. Y luego, con la gran educación masiva que tenemos gracias a Televisa y a los diarios, donde le tenemos miedo al lenguaje y tenemos que sugerir lo que sucede, tampoco el tema de la seguridad lo tratamos de manera directa, nos dejamos embrollar por cuestiones externas. Seguimos en la misma retórica y en el mismo barroquismo de siglos anteriores, pero ahora nos vemos muy ridículos porque los medios masivos parecen mucho más inteligentes que los intelectuales».
El más reciente libro de Sánchez, Jack Bonner and The Rebellion (Almadía, 2014), es muestra clara de esa inteligencia que busca desmarcarse de la retórica de la solemnidad. Homenaje a los poetas beatniks, parte de la premisa de que Jack Kerouac hubiera escrito un libro de haikús que nunca publicaría, al que se referiría como Cuaderno inservible en una supuesta carta, y que el libro que el lector tiene en sus manos es una mezcla de esos haikús con otros poemas, muchos de los cuales hablan de todo el grupo beatnik y cuya voz es la de Sánchez. Las resonancias del poemario nos llevan en distintas direcciones, hacia la poesía beatnik, hacia las vidas de sus autores, hacia una posición estética frente a la poesía, hacia Sánchez y su propia poética, hacia un homenaje y un guiño irónico sobre los beats.
con una brisa
tibia en el culo
inició el verano
Entre los poetas incluso más jóvenes que tú parece que hay una idea de cierta manera de hacer poesía que es la aceptable, la que sirve para que te den becas, te publiquen, pareciera que el verdadero estigma de Paz es haber creado imitadores que llevan un programa.
Paz propone una forma sencilla para los incultos poetas y escritores mexicanos de su época. Él está fuerte porque es un gran escritor en medio de un pueblo inculto, y tiene que validar a mucha gente para que lo validen. Hay ahí dos corrientes estéticas o formativas que no son invención de Paz, una es el hacer una forma sencilla, para que todo mundo lo imite y tenga seguidores y repercusión, y otra el tratar temas que atañen a casi todos. Pero también genera la cuestión de la mafia. No encuentro ninguna diferencia entre cómo funcionaba el grupo de Paz y cómo funciona La familia michoacana. Las armas son distintas pero los intereses son los mismos: yo te valido y tú me validas. Yo no sé en qué momento México clasificó de otra manera a los bandoleros o a los caciques, porque la revolución nunca empezó ni nunca terminó, más bien enarboló otros intereses. Pero sí hubo una necesidad en el país de bajar la violencia y por eso se generaron los partidos políticos y las instituciones, y todo eso empezó a darle otro giro. Pero ahora es muy similar a un estado de barbarie, donde parece que eso nunca existió. Yo no sé cuantos literatos reales surgen de los grupos de Paz, surgen unos cuantos, pero la mayoría son los que ganan también premios, publicaciones, espacios, poder, se hacen burócratas, deciden cosas, y ahí es donde yo digo que circulan igual que cualquier mafia, y abusando de la nobleza del gobierno, o del contubernio o de la complacencia.
Si hacerse de poder y hacer poesía comienzan a ir por lados separados, ¿en qué momento decides decantarte estrictamente por el lado de hacer poesía?
Alguna vez me pregunté como lector qué libros eran los que me gustaban, qué era lo que realmente me hacía sentir cosas, y decidí seguir a mis escritores, más que lograr hacerme con un espacio en la burocracia nacional. No hay un grupo privado de artistas que estén generando, vendiendo y ganando dinero de hacer proyectos. Todos estamos mantenidos por el gobierno. Pero para ser mantenido por el gobierno no hay que ser parte de él. Así como tampoco necesitas ser parte de la mafia para beneficiarte de ella.
¿Por qué en los temas que tratas está tan presente Estados Unidos? Su cultura popular, Frank Sinatra, los westerns, Nueva York.
Hay varias bromas. Yo vivo en una ciudad donde estoy más cerca de la casa de Sam Shepard que de la de Jaime Sabines, más cerca de donde nació Janis Joplin que de donde nació Lola Beltrán. Ahora que mis raíces puedan ser Ramón Ayala y Rigo Tovar también es equiparable con que las raíces de ellos sean Sam Shepard y ZZ Top. Es bien extraño pero es una cuestión geográfica. Los gringos también establecen que la literatura se hace con base en la inteligencia, y que la inteligencia es el síntoma del buen humor y del sentido del humor, a partir de ahí se genera el chiste de la inteligencia. Nosotros el chiste lo generamos en Televisa a partir del bullying, del albur, del malentendido, una cuestión muy estúpida, entre el Chavo del ocho, que es la máxima comedia que existe en el mundo, y Woody Allen, hay millones de años de diferencia. La inteligencia es un tema elemental en la literatura gringa, no sé si lo es tanto en la mexicana. Somos costumbristas, somos revolucionarios o posrevolucionarios, prehipster, antihipster, pero no sé si somos muy inteligentes.
Pero el humor también. La poesía mexicana carece de eso en general.
Uno de los grupos de rock más significativos de este país es Botellita de jerez. Fue validado por sus fans adolescentes pero consolidado por estos mismos hasta que crecieron, volviéndose parte del mainstream, y eso sucedió porque la gente sospechaba que eso que podía ser divertido amenazaba con ser real. Como si fuera una broma de mal gusto tener buen humor. Y ahora tenemos todos estos grupos de rock que recibieron la influencia de Botellita: Moderatto, Molotov, Caifanes, La maldita vecindad, Café Tacuba, Genitálica. Y aún así, para el momento de Botellita, las bandas de rock españolas tenían veinte años haciendo humor y, en Estados Unidos, Frank Zappa lo hacía desde los sesenta.
Tu poesía tiene mucha rabia y mucho coraje pero lo expresas con humor.
Me aburre la grandilocuencia. Por eso utilizo letras minúsculas, busco temas que no sean interesantes para tratamientos filosóficos y hablar de cosas serias tratando de que no lo parezcan. Eso también se lo aprendí a los gringos dentro de su libertad de expresión. Hay un escándalo porque Monica Lewinsky se la mama a Bill Clinton. Hay doscientas maneras de interpretar eso. Desde el recalcitrante conservador, quien piensa que es un insulto para todos los americanos, hasta el idiota bobo que está buscando una beca en Harvard para que se la mame alguien algún día en la Casa Blanca, pero todos saben que la investidura del Presidente es la de un personaje transitorio en una gran obra de teatro. Y aquí estamos muy asustados, rindiéndole pleitesía a las cosas que no existen. Por ejemplo, homenaje literario a fulanito de tal por cincuenta años de trayectoria, no por un libro en particular sino por existir. O vamos a tomar en cuenta ahora al poeta Germán Liszt Arzubide porque cumple cien años, aunque nunca lo pelamos. Así es el mexicano frente a su cultura. Primero somos muy envidiosos y egoístas y, luego, como somos muy incultos, sospechamos que nada tiene calidad.
¿Qué poetas estadounidenses te llaman la atención ahora mismo?
Releo a muchos, a Whitman, Dickinson, Sexton, Ginsberg, Kerouac, Corso, Creeley, Shepard, Strand, Simic. A los del black mountain college, al colegio de Nueva York, los poetas indigenistas como Jerome Rothenberg. Me he acercado a la poesía gringa desde varios niveles. Entiendo la existencia de los beats y también como se diluye esa generación y esa etiqueta para dar versatilidad a una poesía más coloquial. Hay muchas lecturas de los beats, están los chicos intelectuales y listos que quieren ser rebeldes, los judíos homosexuales que quieren ser judíos y quieren ser homosexuales, y están los hijos de los grandes millonarios que están muy asustados de que sus hijos sean unos drogadictos, y de pronto como que los beats hacen un muestrario de las generaciones posteriores de los Estados Unidos y borran el mapa del beat, se convierte en lo que tú quieras: new wave, new age, whatever. Eso le da fuerza a toda la gente que está en contra de lo establecido, que los gringos se dan cuenta que son casi todos. Los gringos coinciden en el uso de las tarjetas de crédito, en la manera de vivir, en buscar los beneficios, ya sea de la pobreza o de la riqueza, en eso se parecen, y también en que todos odian a su gobierno y en que todos tienen una plataforma para expresarlo, y al gobierno le interesa que todos estén en desacuerdo para generar mucho dinero en las elecciones, muchos programas de televisión, propuestas, intercambios, es decir, hacen un show de todo. Y la poesía beat permite que la poesía sea también un espectáculo. Abre la posibilidad de que entren en ella el stand-up comedy, los monológos y el spoken word. Muchas de las cosas de los beats surgen del jazz y los beats se lo devuelven al jazz, cuyos compositores comienzan a elaborar trabajos a partir de eso y se lo devuelven a los beats. Aquí en México todavía estamos disociados en la cultura, de hecho el FONCA todavía tiene rubros, vas a los encuentros de jóvenes creadores y están todos separados como si fueran criptógamas, fanerógamas, vertebrados, invertebrados… El país es una broma, la única manera de tomarlo en serio es inventándose que las cosas son serias.
Y tu poesía es totalmente antisolemne…
Confío en la inteligencia del lector, confío en que el lector es una persona que vive y siente como cualquier otro.
Hablando de borrar las divisiones entre disciplinas artísticas, ¿cómo comenzó´ tu colaboración con bailarines, músicos, etc.? Tú más reciente espectáculo, Un país cayendo a pedazos, ya tiene influencias de muchas cosas, desde el cabaret hasta el spoken word.
Primero me fueron invitando ellos. En el caso específico de Un país cayendo a pedazos sí noto una diferencia con respecto a las otras cosas que estaba haciendo porque en los primeros casos, el músico, el bailarín, todos tenían un gran respeto por el poema, guardando, igual, una gran solemnidad hacia el texto, y se generaba poesía musicalizada, poesía bailada. En cambio, en Un país cayendo a pedazos hay una correspondencia entre la actitud de la música y la del texto. Es un producto que nos acerca a un público y a unos foros que pueden no ser los literarios, llegando a un público sí ávido e inteligente pero cuya prioridad es pasársela bien, porque la gente que quiere pasársela bien no creo que quiera ir a una lectura de poesía. Van a un table o van al cine o a un concierto. También es cierto que los poetas se han dedicado a exterminar la diversión del lenguaje. De pronto son más comunicativos los raperos que los que hacen revistas culturales. También es un problema del sistema educativo, no darle oportunidad a las personas de divertirse o pensar. La manera en que se suele presentar la literatura es como una invitación para no volverla a tocar. Tú eres mexicano, yo soy mexicano, y sabemos que somos esos casos raros de personas que leen. Si te pones a investigar, verás que el motivo por el que lees también es muy extraño porque no fue en una escuela, ni una maestra bien buena ni un romance lo que te hizo leer, fueron otras circunstancias que no tienen nada que ver con la educación que ofrece el sistema. Fue porque había libros en tu casa o porque alguien te dijo que se podía leer. Los libros son un artículo que ya no está en ninguna casa, yo he visitado muchísimas casas donde no hay un pinche libro ni un catálogo ni un programa de las actividades del Zócalo. Quizá la lectura debería ser ilegal para hacerla más atractiva, que alguien hiciera un chingo de dinero con eso y el gobierno lo solapara, y todos lo consumiéramos como locos. Decirle a la humanidad que la poesía te destruye.
¿Cómo empezaron a trabajar en Un país cayendo a pedazos?
Un día me invitaron a leer unos poemas en la terraza de un edificio en Monterrey, algo muy Beatle, así que le hablé a [Enrique] Camacho y le pregunté si no quería aventarse un solo. Camacho preparó toda su batería, éramos los que hacían más show de todos los que iban a leer, de volada nos dimos cuenta que había comunicación, que pasaban cosas. Después escribí un texto y cuando quise corregirlo se me ocurrió ir a casa de Camacho para grabarlo, escucharme y empezar, a partir de ahí, la corrección. La siguiente vez, Camacho me presenta una maqueta con música y decidimos continuar el experimento, trabajando cada texto como una pieza.
Enrique Camacho, músico con muchos años en la música electrónica y el rock, nos ah observado pacientemente durante toda la entrevista desde su look millennial rockero, lo cual quiere decir que su barba y sus tatuajes no son contradicción a su clara asiduidad al gimnasio. Desde ahí, agrega algo sobre el trabajo en colaboración que llevan desarrollando desde hace tiempo. «El reto era poder musicalizar las palabras y las ideas de José Eugenio, encontrar la explosividad que tiene cada palabra, el sarcasmo, colorear con los sonidos sus palabras. Tomo palabras claves y el concepto del poema y me siento por horas a jugar con los sonidos y los ruidos para darle el énfasis o la calma que requiere. Y, claro, ahora me he ido involucrando escénicamente y participo, hacemos una especie de coreografías, la idea nos sigue llevando a un espectáculo que no sólo es poesía. Estamos tratando de crecer y tener colaboraciones de otros músicos, de bailarinas, interactuar nosotros con el público, hasta cierto punto se están volviendo como escenas».
No sé cuántas cervezas después, la entrevista termina en un silencio satisfecho. La actitud artística de Sánchez podría haber parecido hace diez años algo que iba de salida, pero los tiempos han cambiado mucho, quizá este resistirse, este acento en lo contracultural vuelve a tener importancia en un mundo donde los atropellos suceden con la connivencia de un establishment enfocado, quizá aún más que antes, en el dinero. ¿Será este poeta el viejo nuevo poeta? ¿Una especie de hombre nuevo?
*FOTO: El poeta jalisciense también es autor de los libros Galaxy limited café, Escenas sagradas del oriente y La felicidad es una pistola caliente. En la imagen, en la Plaza Río de Janeiro, en la colonia Roma de la Ciudad de México/ Juan Carlos Reyes. EL UNIVERSAL.