El ídolo vs. la marca
POR ALEJANDRA HERNÁNDEZ OJENDI
Antes de ser un ídolo de la lucha libre, de protagonizar una historieta que llegó a vender más de un millón y medio de ejemplares a la semana y de combatir a científicos locos, mujeres vampiro y otros entes del mal en más de 50 películas, Rodolfo Guzmán Huerta, el hombre que dio vida al Santo, peleó en arenas de segunda, viajó en camiones “con tablitas” y se hospedó en hoteles con cucarachas (así se lo cuenta a Elena Poniatowska en una entrevista realizada en febrero de 1977: “El Santo a dos que tres caídas”, Todo México, volumen I, Diana, México, 1990, pp. 257-258).
Su historia es, valga el adjetivo, la de un hombre luchador. Nació el 23 de septiembre de 1917 en Tulancingo, Hidalgo, en el seno de una familia humilde, y murió el 5 de febrero de 1984 en la ciudad de México convertido en un ícono popular que, además de fama, hizo fortuna. “Rodolfo opta por el gran recurso de los niños sin recursos: el triunfo deportivo”, escribió Carlos Monsiváis en “La hora de la máscara protagónica. El Santo contra los escépticos en materia de mitos” (Los rituales del caos, Era, México, 2008, p. 125).
El luchador conocido como El Hijo del Santo, cuyo nombre real es Jorge Guzmán, no niega que su padre haya hecho fortuna con el Santo. “Aunque cobraba bien en la lucha, hizo su dinero en el cine”, explica. Sin embargo, no sabe decir cuánto le pagaban por película: “A lo mejor 100 mil pesos”, especula.
Según lo que el propio Santo contó a Poniatowska en la entrevista mencionada, no ganaba nada mal, incluso, en cada nueva película le iba mejor: “Por Los Zombies gané 18 mil pesos [de esa época] y por El museo de cera, 20. Luego Las mujeres vampiro, 25 mil pesos […] Mi mayor paga ha sido de 250 mil pesos por película”.
Pese a esas cifras, El Hijo del Santo asegura que la herencia que su padre le dejó a él y a sus nueve hermanos no incluía dinero, sólo propiedades: “Dinero no dejó. Lo que él tuvo fue una buena costumbre de invertir en bienes raíces: compraba terrenos y construía casas, él mismo las diseñaba, nunca vi un arquitecto”.
Una de las casas que tuvo Rodolfo Guzmán Huerta, quien de niño vivió en el barrio de Tepito, estaba ubicada en Tulyehualco, Xochimilco. “Era una casa gigantesca, toda una manzana; creo que ahora ya no existe”, describe Pepe Návar, coautor del libro Quiero ver sangre. Historia ilustrada del cine de luchadores. Y cuenta que pese a que el Santo siempre quiso guardar su verdadera identidad e incluso llegaba a tomar hasta cinco taxis para despistar sobre su paradero, los micros que pasaban cerca de esa casa decían: “¡Parada casa de El Santo!”.
Los diez hijos de Rodolfo Guzmán reciben parte de las regalías que dejan las películas en las que actuó su padre. “La mayoría pertenece a los productores: mi padre no tuvo el cuidado o la debida asesoría para hacer un contrato como coproductor, así que no tuvo los derechos; solamente hay algunas regalías, pero son de risa. Cuando él abrió los ojos, se asoció con Guillermo Calderón y hay no más de diez películas en las que fueron coproductores, esas sí dejan un poco de dinero o un dinero importante porque mi padre fue dueño de ellas”, explica Jorge Guzmán.
Los derechos del uso del nombre y de la imagen del Santo los tiene sólo El Hijo del Santo, quien ha registrado varias marcas que aluden a su padre: El Santo, El Enmascarado de Plata, El Santo Segundo, La Sombra del Santo…
El heredero del Enmascarado de Plata asegura que su padre le autorizó que usara el personaje del Santo y le aconsejó que lo registrara como marca. Afirma también que a sus hermanos no les interesaba trabajar al Santo ni producir nada con él. Sin embargo, ha tenido problemas con ellos.
“Me criticaron mucho. Era como ‘estás explotando la imagen de mi papá’, cuando yo estoy explotando la imagen que mi papá me dejó a mí. Para evitar ese tipo de comentarios decidí explotarme a mí mismo y puse mi marca: El Hijo del Santo”.
Esta marca es comercializada en la tienda El Hijo del Santo, ubicada en Tamaulipas 219, en la colonia Condesa, en la ciudad de México. Desde 2007 se venden ahí gorras, playeras, tazas, mandiles, mascadas, entre una gran variedad de artículos; la mayoría tiene la imagen del El Hijo de El Santo, aunque también hay algunos con la imagen de su padre. Los precios van desde los diez pesos, por una postal, hasta los dos mil pesos, por una cadena de plata, pasando por los seiscientos pesos que cuestan las corbatas de seda.
Además de ese establecimiento, El Hijo del Santo tiene una tienda en la terminal dos del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México.
Si bien el heredero del Enmascarado de Plata tiene registradas varias marcas que aluden a su padre, éstas no son comercializadas actualmente. Aunque en 2006 autorizó a Cartoon Network para que hiciera la miniserie animada Santo y ahora planea lanzar al mercado una línea de muebles con la marca El Santo o El Enmascarado de Plata.
A El Hijo de El Santo también le gustaría abrir una tienda en Tokio, “una ciudad donde se nos quiere mucho a mi padre y a mí”, o en Los Ángeles, Nueva York o Chicago, “donde hay mucha gente mexicana”. Además está en puerta la exhibición del documental El hombre detrás de la máscara, dirigido por Gabriela Obregón, esposa y representante de El Hijo del Santo, en el que se sigue a este en el ring y fuera de él y en el que también aparece su padre. Jorge Guzman planea la realización de un documental sólo sobre El Santo y espera la pronta publicación de un libro sobre la historieta de este héroe enmascarado, que hizo José G. Cruz.
El heredero de Rodolfo Guzmán Huerta afirma que también le interesa impulsar la creación de un museo sobre él y su padre, en el que se exhibirían los objetos personales del Enmascarado de Plata. Éstos se encuentran resguardados en la casa del Hijo del Santo, “en una habitación de tres pisos llamada El Santuario”.
Ahí se conservan máscaras, capas, botas, mallas, ropa, fotos y trofeos que pertenecieron al gran ídolo de la lucha libre. “Sería incapaz de venderlos”, asegura el hijo.
El luchador afirma que sus tiendas son un negocio muy noble. “Pero quiero crecer más. No es un negocio que todavía me dé para vivir. Hay que pagar muchas rentas, reinvertir, pero da para pagar gastos y queda algo de ganancia. Yo rento este edificio completo, pero me gustaría tener uno”.
“Estoy tratando de que mis hijos se involucren un poco en el negocio para que en un futuro se encarguen de él, porque finalmente es su patrimonio”, añade.
En febrero de 2009, El Hijo del Santo, quien en noviembre pasado anunció su retiro temporal del ring, presentó a su hijo menor, que actualmente tiene 17 años, como la tercera generación de la leyenda del Santo. “Está estudiando, porque tiene que terminar su carrera universitaria, pero le gusta la lucha y se fue dos meses a entrenar a Japón”. Después, Jorge Guzmán demandó a uno de sus sobrinos, llamado Axel, quien ha querido abrirse camino en el ring, por usar los nombre El Plateado y El Nieto del Santo, que él tiene registrados.
Admiradores y estudiosos del Santo como Pepe Návar no comparten la visión del heredero del Enmascarado de Plata. “El Hijo del Santo quisiera cobrar regalías por todo. No ha entendido que su padre es parte de la cultura popular, es del pueblo, no una marca registrada”, dice.
Al respecto, Álvaro A. Fernández afirma en el libro Santo, el Enmascarado de Plata. Mito y realidad de un héroe mexicano moderno: “el ‘nuevo Santo’ carga en todo momento un símbolo perteneciente a toda una cultura imposible de propiedad privada. […] Comprensiblemente ‘los derechos’ de la imagen de Santo pertenecen a su heredero, quien lo ha convertido en una marca registrada, que de no ser así podría pertenecer a algún oportunista cazador de símbolos y marcas registradas, sea mexicano o chino”. Y se pregunta: “¿Cómo puede una imagen simbólica, posesión de todo un pueblo, pasar a ser pertenencia privada y de una sola persona?, ¿cómo puede una imagen de tal naturaleza ser objeto de demandas y juicios jurídicos?”. He ahí la cuestión.
*Fotografía: El Hijo del Santo en su tienda ubicada en la colonia Condesa, en la ciudad de México/ PATRICIA SUÁREZ EL UNIVERSAL
« Un recinto para venerar al ídolo ¡México llamando al Santo! »