El incierto regreso del tiempo

Ene 24 • destacamos, principales, Reflexiones • 3935 Views • No hay comentarios en El incierto regreso del tiempo

 

POR ALBERTO RUY SÁNCHEZ

 

Autor del libro Una introducción a Octavio Paz (FCE, 2014); @AlbertoRuy

 

Aunque se anunciaron como conferencias y se llevaron a cabo como lecturas de poemas comentados, los seis actos públicos que Octavio Paz decidió hacer en marzo de 1975 fueron mucho más que eso. Y de ahí la importancia capital de este libro. El ciclo entero se convirtió para el poeta en una especie de ritual público del “fuego nuevo” que él describiría “como la ceremonia de los aztecas, donde el tiempo que acaba es el tiempo que comienza.” Tabla rasa que lo dejaba con la sensación de mirar hacia lo inesperado, como en el poema Primero de enero, que acababa de escribir y con el que cerró esas lecturas: “Las puertas del año se abren, como las del lenguaje, hacia lo desconocido”.

 

Esta dimensión de renacimiento fue tan importante en ese momento como la revisión de su pasado. Y, justamente porque estas conferencias fueron escritas frente a dos abismos indisolubles: donde lo que pasó se ha agotado y lo que viene es incierto, la tensión creativa y reflexiva que emana de este libro es extrema. En ese mismo poema final, Octavio Paz describió su doble incertidumbre temporal: “Por el segundo de un segundo sentí lo que el azteca, acechando desde el peñón del promontorio, por las rendijas de los horizontes, el incierto regreso del tiempo.”

 

Octavio Paz estaba a punto de cumplir 61 años y cuarenta de publicar poesía. Esta revisión pública de sus poemas implicó una rigurosa labor de descarte y reescritura. El resultado de esa reinvención de sí mismo en su obra se hizo evidente unos años después, cuando publicó el volumen Poemas 1935-1975. Es uno de los momentos más álgidos de su vida creativa. Y su ritual de fuego nuevo implicará también, necesariamente, una nueva toma de conciencia y formulación del sentido que había ido adquiriendo a cada paso su labor de poeta, es decir, su manera de estar en el mundo. Para él, la creación de poemas y la reflexión sobre el sentido de esa creación son vasos comunicantes, imposibles uno sin el otro. Así, otra parte fundamental de este ritual de fuego nuevo será el ensayo Los hijos del limo, balance de la poesía de Occidente desde el punto de vista de un escritor hispanoamericano. Publicado un año antes de estas conferencias.

 

Si su obra de creación y su reflexión son “dos alas del mismo pájaro” que vuela alto y veloz hacia el fuego del sol, estas conferencias son la columna vertebral de ese vuelo. Octavio Paz había hecho el mismo ritual casi veinte años antes, al editar Libertad bajo palabra 1935-1957, sobre una primera versión de 1949. Un volumen que asimila y transforma seis libros anteriores pero que él no consideraba una antología sino su verdadero primer libro. El único donde se manifiesta totalmente su propia voz. Y que culmina, como en cada ciclo, con un gran poema extenso. En aquel momento fue Piedra de Sol. Poema ritual si los hay, que sintetiza todas su experimentaciones y hallazgos. Aquel primer balance fue acompañado de un inusitado esfuerzo de reflexión poética que asombraría entonces y que sigue haciéndolo: El arco y la lira. En él responde a las preguntas que lo asediaban: ¿Qué sentido tenía obstinarse en escribir poemas? ¿No era una deserción ante los retos de la historia, de la vida? “El título viene de Heráclito y alude a la lucha de los opuestos, el arco del guerrero y la lira del canto personal, conflicto que la poesía convierte en armonía, ritmo e imagen.”

 

Los hijos del limo será la continuación de El arco y la lira. Y será también, veinte años después, el reconocimiento de la profundidad del abismo. De las relaciones paradójicas y contradictorias entre la Historia y la creación poética. Y al hablar del momento histórico que vive la poesía, Octavio Paz menciona abiertamente el final de un ciclo y el inicio de otro. Explica la convergencia de los poetas que imitan el pasado con los que tratan de romper con él. Tradición de ruptura y ocaso de las vanguardias. “Convergencia y disolución: entramos en un mundo desconocido.” Así, este segundo balance, estas lecturas comentadas se sitúan en un momento crucial, no a la mitad del camino de su vida creativa sino a dos terceras partes de ella. Que es justo también el tiempo del siglo en el que Octavio Paz considera que termina una época poética de nuestra lengua y del mundo. “La exploración de los nuevos poetas se va a encaminar por vías distintas a las de mi juventud”.

 

Las primeras conferencias y lecturas, como es lógico, dan testimonio de la formación del poeta, sus búsquedas y errores, lo que él llama su primera carpintería. El oficio y sus avatares. Hace un recuento de todo lo que va asimilando de las vanguardias de su tiempo y de la poesía barroca. Lo clásico y lo nuevo. Cuenta con qué modulación vivió cada encuentro con obras y personas y sensibilidades colectivas. Tiene al comienzo el aire entusiasta de “cartas a un joven poeta” que va ganando densidad histórica y va madurando entre más riesgos corre. Leemos y oímos al poeta experimental que prueba varios caminos y no siempre acierta. Pero que es ávido aprendiz eterno del oficio. En el sentido material y espiritual del término. Todo lo devora y lo transforma desde su cuerpo múltiple, con su voz cambiante, en algo nuevo. Lo vemos recorrer continuamente otros horizontes hasta llegar a los de la India, Pakistán y Afganistán, donde sucede su descubrimiento radical de que “el tiempo del amor es el mismo para los dioses y para los hombres. Es una de nuestras posibilidades, diríamos, para trascender nuestra visión humana.”

 

Uno de los tesoros de este libro es la introducción detallada que nos da de su complejo poema Viento entero. Sutilmente distinta a otras que no fueron dichas sino tan sólo escritas. Quienes lo escuchamos en vivo podemos notar en la escritura de todas estas conferencias pero especialmente en el comentario de este poema, el grano de su voz, la palpitación peculiar de sus razones errantes. Y aunque en esta ocasión la nota directamente autobiográfica no es explícita, podemos darnos cuenta de que ha entrado en su vida y en su poesía una presencia, en el sentido tanto corporal como espiritual del término, que transformará a partir de ese momento su poética en una erótica. Especialmente cuando nos dice: “en cada estrofa, paisaje nocturno, la mujer como anima mundi, es decir como centro y alma de la noche universal.”

 

Lo escuchamos después dubitativo: “Estas lecturas retrospectivas han provocado en mí emociones y sentimientos contradictorios: simpatía y repulsión por el que fui, aprobación y disgusto por lo que escribí.” En esa misma sesión, la penúltima, su recorrido deja de ser estrictamente cronológico y geográfico para explorar “la fuerza de gravedad del amor” como deseo de regresar al comienzo. Y la poesía no como conocimiento sino como reconocimiento. “La poesía, el amor y la contemplación son maneras de reconocer, de reconocernos a nosotros, a los otros y al mundo.” Octavio Paz esboza aquí las ideas que desarrollará en las siguientes décadas sobre lo que la poesía puede ofrecer al mundo moderno que comienza apenas a darse cuenta de la inmensa fragilidad humana atrapada en los engranajes del rudo avance económico y lo destructivo que puede ser creer en el progreso a ultranza. Menciona, incluso, en ese 1975, los riesgos del “calentamiento excesivo de la atmósfera”, entre otros. “Si la poesía no es progreso tampoco es retroceso, es regreso. Volver al comienzo, hacia el comienzo. Regreso a nosotros mismos.”

 

Mientras que la ciudad de México a la que regresó le parecería devastada por una equívoca idea de progreso y de modernidad, su poesía se adentraría en ese viaje “Hacia el comienzo”, como titularía uno de sus poemas clave de entonces. No hay mención directa en estas conferencias pero es importante saber que mientras las daba, en la revista Plural, que editaría de 1970 a 1976, lleva a cabo una batalla por transformar al país criticando el anquilosamiento ideológico generalizado y el anquilosamiento antidemocrático: “La petrificación de los espíritus.”

 

Es significativo que aquel último poema leído en esas sesiones sea a la vez un poema de amor, rasgo que será dominante en lo que vendrá de su obra. Pero al mismo tiempo un poema de complicidad con la amada ante los retos inciertos del instante. Veinte años después, su último gran poema extenso será Carta de Creencia, una cantata sobre el amor desde el amor. Así, en este segundo balance muchos temas y caminos apenas enunciados, no sólo el del amor, se desarrollarán ampliamente en las décadas siguientes. Se puede decir que aquí están los apuntes de mucho de lo que luego escribirá en otras obras, extensas y breves.

 

Habrá, casi otros veinte años después, un tercer balance marcado en el vaso comunicante de la reflexión por el libro La otra voz: poesía y fin de siglo. Y en el vaso de la creación, por la edición de su Obra poética 1935-1998. A la hora de editar sus obras completas, Octavio Paz decidió que el primer volumen, llamado La casa de la presencia: poesía e historia, debería contener sus reflexiones sobre la poesía. Fundamentalmente los tres libros mencionados: El arco y la lira, Los hijos del limo y La otra voz. Y el último volumen debería contener sus poemas. Entre esos dos libros, todos los demás. Como dos paréntesis mayores, la poesía y la reflexión sobre ella concentran, contienen, justifican, multiplican, suman y restan en la obra de Octavio Paz a los ensayos políticos, literarios, culturales, estéticos. Y es precisamente en estas conferencias del fuego nuevo donde el poeta muestra cómo y por qué, todo en su escritura y su reflexión emana y está vinculado neurálgicamente a la creación poética.

 

*Fotografía: Carlos Fuentes, Marie Jo Paz y Octavio Paz durante la Navidad de 1968 / Antonio Gálvez.

 

 

 

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