“El lenguaje se construye en la calle”: entrevista con Claudia Piñeiro
La escritora argentina defiende los usos generacionales y actuales del idioma, a propósito de su libro El tiempo de las moscas; además, recalca su compromiso con el feminismo
POR GUILLERMO ROZ
Madrid.— Nos espera en las oficinas centrales de Penguin Random House, del frío enero de Madrid, concentrada en su teléfono móvil, concentrada en las noticias que le inspirarán sus celebradas ficciones. Es Claudia Piñeiro (Buenos Aires, 1960), la escritora que un día eligió cambiar la contabilidad para conectarse al éxito literario. Gracias a sus novelas inquietantes, que tanto tienen de criminales como de políticas, y a sus adaptaciones al cine, además de su abierto apoyo a causas feministas, Piñeiro es hoy la escritora más popular en Argentina.
En la mesa de la editorial, una pila de su nueva novela que está presentando en estos días, amerita la primera pregunta…
Poner en libertad a la Inés de El tiempo de las moscas, que hace casi 20 años fue apresada en tu novela Tuya (2005), debe de haber sido un desafío porque el mundo ha cambiado y esto se ha notado en el cambio que ha traído la revolución por los derechos de la mujer.
Claro. Hace casi 20 años Inés era muy machista. Con una concepción de la mujer que en ese momento causaban gracia y que hoy no. Me parecía interesante enfrentar a este personaje a un mundo que ha cambiado tanto, que ha progresado más que lo que dice el calendario.
En este cambio, el lenguaje es uno de los asuntos más notables. ¿Tuviste que encontrar un nuevo lenguaje para poder ponerla en escena?
Me hizo revisar muchos aspectos del lenguaje, no solamente el que usa ella, la protagonista. Ella sabe que no puede hablar como lo hacía antes, sabe que hay cosas que no puede decir y sabe que tiene que incorporar nuevas palabras. En sus monólogos interiores se pone entre paréntesis lo que ella no se atreve a decir. Ya no se puede decir puta, hay que decir yuta. Ya no se puede decir guardiacárcel sino agente penitenciario. Y después está todo lo relacionado con el lenguaje inclusivo.
A mí, como autora, también me planteó el desafío de cambiar mi lenguaje. Por ejemplo, Inés en Tuya, puede decir “cuando uno piensa”. Si está hablando en El tiempo de las moscas va a decir “Cuando una piensa”. Es incorrecto para la RAE pero una se sienta más incluida.
¿Cómo te posicionas frente al desafío del lenguaje inclusivo, adentro y afuera de la literatura?
Para mí lo peor es lo que hacen algunos, lo de negar el lenguaje inclusivo. Decir: no existe. Negarlo no sirve para nada porque si la gente lo usa, existe. El lenguaje se construye en la calle y atrás vienen las academias. Y acá hay una cosa rara, porque las academias habilitan palabras que tienen que ver con la tecnología, con las palabras extranjeras adaptadas a nuestro idioma. Y todo lo que tiene que ver con el género le cuesta muchísimo. Hay una sensibilidad que va más allá del lenguaje en estos temas. Pero hay algo que es innegable, hay muchas mujeres que estamos incómodas con el lenguaje armado desde el universal masculino. ¿Eso quiere decir que todos tenemos que hablar con e? No, no necesariamente. A muchas personas le sale naturalmente y a mí no me molesta para nada. A mí no me sale naturalmente porque me crié en otro contexto, me cuesta incorporarlo. Sin embargo, me siento incómoda usando el universal masculino. Por ejemplo, si estoy en un auditorio con cien mujeres, dos hombres y alguno que no sé ni a qué genero responde, no diré: “Los aquí presentes”, sino “quienes están aquí presentes”, o alguna forma de decir diferente a como lo decía antes, que yo sienta que incluye a todos. Nuestro lenguaje quedó corto.
¿En la literatura vamos a ver un cambio en este sentido? ¿Vamos a leer novelas que usen el lenguaje inclusivo?
Sí, creo que vamos a ver cambios de este tipo. Ya hay libros muy radicales que traen el lenguaje inclusivo. Por ejemplo: Vikinga Bonsai de Ana Ojeda, publicado en Argentina, es una novela que trabaja todo el tiempo con lenguaje inclusivo. Y no solamente en la novela, sino que pone un prólogo que toma del Facundo de Sarmiento y lo pasa a lenguaje inclusivo. Facundo se convierte en Facunda, y todo lo que es masculino se convierte en femenino. Es una manera de romper con un texto que es fundacional en la literatura argentina.
¿Te parece una misión de la literatura ser política?
La lengua es una manifestación política y por eso complica tanto esto del lenguaje inclusivo. Pero la lengua siempre está planteando discusiones. Mira, por ejemplo, en el último Premio Alfaguara del que yo fui parte del jurado, se discutía el título de la novela ganadora. Se trata de Cien cuyes, de Gustavo Rodríguez. Cuyes es el plural de cuy, un animal latinoamericano. En España, quizá no iban a entender de primeras la palabra. Sin embargo, muchos defendimos ese título, porque si no sabés qué quiere decir, lo averiguas, incorporas una palabra. Además, tal como está el título, es muy sonoro, muy potente. El cuy, además, es el alimento de las clases más carenciadas del Perú y de otros lugares de Latinoamérica. Tiene una connotación fuerte que hay que respetarla.
Si tuvieras que imaginar una historia que suceda dentro de 30 años, relacionado a los asuntos de la evolución y los cambios en cuanto al feminismo y a las demandas del colectivo LGTBI, ¿Qué historia crees que deberías contar?
Es difícil, yo no lo veré, quizás sí… Tendría menos de 100 años. La verdad, quisiera un mundo donde no importe si es mujer, si es varón, si es lo que sea. Me gustaría un mundo en el que el género no sea una cuestión, una clasificación de las personas.
¿Te tienta la política como actividad? ¿Ya te han tentado?
Me tentaron, pero a mí no me tienta nada. Los hombres siempre están buscando mujeres para llenar el cupo. Una actriz, una escritora, alguien conocido. Una cara conocida siempre arrastra algún voto.
¿Cuál es tu experiencia sobre el criticado tema de la mala distribución de los libros de escritores que redactan en castellano, en el ámbito del mercado en español?
Durante mucho tiempo eran compartimentos estancos. Los latinoamericanos teníamos que tener la validación de España para circular, porque las casas matrices estaban aquí. Entonces a Argentina no llegaba un autor uruguayo hasta que España convalidaba. Eso era lastimoso, que adentro de Latinoamérica no circularan los textos. A partir de la aparición de muchas editoriales independientes y de los mismos editores yendo con sus mochilitas a las ferias del libro, la circulación fue mucho más fluida.
Lo mismo pasó en la pandemia. Durante ese tiempo, en Argentina el libro se declaró servicio esencial. Comida y libros se podía vender. Entonces llamabas a una librería independiente y te tocaban el timbre con el libro. Hay un video en el que se ve a una persona confinada que desde un balcón hace bajar con una soga una canasta, desde abajo le ponen el libro en la canasta y el cliente lo sube. Editoriales y librerías independientes fueron más libres de burocracia que los grandes grupos.
En este último tiempo un elemento que puede cambiar el oficio de los escritores son las plataforma audiovisuales, como Netflix, con la cual has trabajado ¿Qué riesgos y beneficios trae esto al mercado literario?
Por lo pronto, lo que aporta es una remuneración importante a los escritores. Porque en la literatura no hay tanto dinero para pagar un trabajo que es muy esforzado, que lleva mucho tiempo. Los ingresos de lo audiovisual es un ingreso muy bienvenido por todos nosotros. Hay un gran apogeo de compra de libros por parte de las empresas de streaming.
Después, está lo de si se hace la película o la serie. Eso te pone en lugares en los que nunca hubieras llegado solo con el libro. Por ejemplo, en Corea alguien ve una película que hiciste o escribiste en Argentina.
¿Qué tipo de aporte literario te ha traído escribir guiones de series televisivas?
No puedes escribir literatura como escribes un guion porque si no, no sería literatura y se impondrían cosas que no son buenas para un texto literario. Pero sí hay elementos del guion que ayudan a un escritor a armar una historia y que a veces la sostienen. A mí me pasó muchas veces lo de leer borradores de novelas en concursos que vienen maravillosas al principio y después se caen al final, y parece que el escritor al final la terminó tirándola, porque no sabía cómo resolverla. Tiene que ver con no pensar una estructura. Es algo que cuando escribes guiones, piensas mejor. Piensas los puntos de giro, la curva dramática de los personajes, pensar hacia dónde crecen. Las cuestiones que tienen que ver con el manejo del suspenso. Hay herramientas en el guion para usar en la literatura.
El otro día, un director técnico de futbol decía que dado los festejos por el Mundial conseguido en las calles argentinas, este era el país indicado para ganarlo. ¿Crees que dada la cantidad de historias rocambolescas que también suceden en Argentina, es el país indicado para ser escritor, registrador de esa realidad?
No sé si es el país indicado para ser escritor, pero sé que hay una gran cantidad de buenos escritores y escritoras, y que hay mucha gente escribiendo. Sé que tuvimos muy buenos maestros. Y, de alguna manera, fueron maestros que nos dieron permisos. Por ejemplo, de la literatura policial, una literatura que en tantos lugares se la ve como una literatura menor. En Argentina los primeros fanáticos fueron Borges, Bioy Casares y Ricardo Piglia. O Juan José Saer, con La pesquisa. Entonces tenemos grandes maestros, tenemos sus permisos y gente escribiendo.
¿Qué le diría esta Claudia Piñeiro exitosa a la chica que inició estudiando contabilidad en Buenos Aires?
Bueno, primero que valió la pena el esfuerzo y el cambio. Una vez, me contó Samanta Schweblin, que le preguntó a Liliana Heker, la escritora con la que ella se formó, si debía seguir con su profesión o hacerse escritora. Heker le contesto: mira, si eres escritora no vas a ganar nunca tanta plata como ganabas, pero vas a estar contenta y vas a conocer el mundo gratis, porque te van a invitar a todas partes. Entonces, yo digo, Liliana Heker tenía razón. No deja de ser un incentivo interesante conocer otras personas, conocer otras historias, otros mundos, otras vidas y eso tiene un valor. Uno está acostumbrado a valorizar todo con dinero y todo lo que a mí me pasó por ser escritora, tiene un valor insuperable.
FOTO: Claudia Piñeiro fue premiada en España. Crédito de foto: EFE
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