El libertino: la burla a la moral

Jul 4 • Escenarios, Miradas • 3947 Views • No hay comentarios en El libertino: la burla a la moral

 

POR JUAN HERNÁNDEZ 

 

Poner sobre la mesa temas serios, relacionados con el librepensamiento, para poner en jaque las trampas de la moral dominante y subrayar el poder de la razón, es una hazaña lograda por el dramaturgo francés Eric-Emmanuel Schmitt, nacido en 1960, en la obra El libertino.

 

 

La comedia que el director de escena Otto Minera monta en el Teatro Helénico, con las actuaciones de Rafael Sánchez Navarro (Diderot), Marina de Tavira (Anna Dorothea Therbouche), Karina Gidi (Mme Diderot), Marcela Guirado (Angelique), Andrea Guerrero (Miie de D’Holbach) y Alberto Dányuro (Baronnet), resulta ser una experiencia teatral tanto divertida como elocuente respecto a los señalamientos que hace a la doble moral, la cual es presentada como producto del hombre servil que no se atreve a pensar por sí mismo.

 

 

El espíritu de La Ilustración sobrevuela la escena, que se desarrolla en un pabellón de caza, en donde Diderot da rienda suelta a su vocación hedonista, conducta justificada con reflexiones inteligentes que convencen al más escéptico.

 

 

Rafael Sánchez Navarro encarna al libertino: nihilista empedernido, contrario a preceptos elaborados por la sociedad intelectualmente decadente. Basados en la razón y el orden natural, los argumentos de Diderot son siempre ágiles, elocuentes y aparentemente irrefutables; lo que hace que la conducta libertina quede impoluta, pues no es otra cosa que la consecuencia lógica de la naturaleza humana hecha consciente y aceptada como un hecho que está por encima de cualquier prejuicio e imposición moral.

 

 

El actor construye a un personaje verosímil, con un aire de desparpajo. Quizá hace falta un poco más de malicia en la construcción del libertino entregado a la “descreencia” y a la construcción de un pensamiento racional más allá de la moral, de la religión y de los roles sociales.

 

 

Sin embargo, vestido con bata de descanso, el histrión consigue dar vida a un Diderot que a la par de su razonamiento lógico, manifiesta una profunda fragilidad emocional. Cabe subrayar que Sánchez Navarro realiza un desnudo completo, que resulta imprescindible en la exploración de los límites morales del personaje, así como para poner a prueba la coherencia entre su pensamiento y acciones.

 

 

El libertino recula cuando su hija, Angelique, le manifiesta el deseo de embarazarse de un hombre, del cual sólo desea el semen, porque le parece que tiene genes que darán fuerza y salud a su futuro hijo. Su intención, manifiesta sin el menor recato, las justifica con las enseñanzas recibidas por su padre. Diderot, puesto en aprieto, no tiene más que desdecirse y trata de convencer a su hija de que el matrimonio es necesario para la conservación de la especie.

 

 

La obra de Schmitt resulta entonces fascinante por la manera en que juega con la razón y las pasiones del ser humano. A través del pensamiento puede encontrar el sentido de las cosas y de las acciones, al mismo tiempo que, apartadas de ese sentido racional, las emociones parecen moverse por sí mismas. La condición humana con sus contradicciones se revela como una paradoja que deja al individuo, nada más y nada menos, que como a un personaje de comedia.

 

 

El montaje mexicano de la obra del dramaturgo francés cuenta con dos actrices del teatro nacional, cuya solvencia está más que comprobada. Karina Gidi, como Mme Diderot, quien aparece en una sola escena, hace una actuación deliciosa como la esposa del libertino que intenta poner un alto a la conducta disoluta de su marido, pero al final es convencida y seducida por los razonamientos irrefutables de Diderot. Flexible, la actriz solicitada frecuentemente para los dramas más amargos, ahora se da vuelo en esta comedia que le sirve para desempolvar el músculo humorístico.

 

 

Marina de Tavira, por otro lado, no puede negar la cruz de su parroquia. Formada en las huestes de su tío, Luis de Tavira, en La Casa del Teatro, es una actriz rigurosa, que respeta los cánones del teatro y se atiene a ellos de manera disciplinada. Un virtuosismo que en algunos momentos, y aunque parezca contradictorio, la pone en aprietos, pues a veces quisiéramos verla menos precisa y   técnica, a favor de una expresión más verosímil en el sentido humano. Una apreciación personal que no hecha por tierra su gran capacidad histriónica, que en El libertino se vuelve fundamental tanto en el ritmo de la puesta en escena como en el desarrollo del conflicto dramático.

 

 

Como Anna Dorothea Therbouche, Marina de Tavira es la otra cara de una moneda que no admite verdades absolutas y complementa el sentido de la condición humana. Se trata de un personaje que seduce y engaña. Una bribona que pone bajo la lupa la doble moral burguesa, los prejuicios en torno a la feminidad y la masculinidad, para terminar uniéndose al libertino en un mismo estado del ser.

 

 

El libertino es una comedia divertida, inteligente, cuyo objetivo es el disfrute; pero no se trata de un entretenimiento vacuo, toda vez que la obra desnuda y deja al descubierto la doble moral y la inconsistencia de la conducta humana, en cuyo drama nos deslizamos todos.

 

 

 

*El libertino, de Eric-Emmanuel Schmitt, traducida por Elisa Aranda y Otto Minera, dirigida por Minera, con Rafael Sánchez Navarro, Marina de Tavira, Karina Gidi, Marcela Guirado, Andrea Guerrero y Alberto Dányuro, escenografía e iluminación de Jorge Kuri Neumann, vestuario, tocados y accesorios de María y Tolita Figueroa, se presenta en el Teatro Helénico (Av. Revolución 1500, Guadalupe Inn), viernes a las 20:30, sábados a las 18 y 20:30 y domingos a las 17 y 19:15 horas, hasta el 2 de agosto.

 

*FOTO: El libertino, de Eric-Emmanuel Schmitt, resulta un fascinante juego entre la razón y las pasiones del ser humano. La participación de los actores principales despliega una gran capacidad histriónica/Juan Vargas

 

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