El mal, voluntad de Dios en estado ‘high’
POR GERARDO ANTONIO MARTÍNEZ
“Sin libre arbitrio, la eternidad es monótona. Sin mal no hay acción ni relato”. Esta definición del hombre como especie retadora de la voluntad de Dios ilustra la filosofía con la que una pequeña banda de narcotraficantes desata uno de los asesinatos más perturbadores de los suburbios parisinos.
Para Karim Miské, novelista francés que llega a los lectores en lengua española con Arab Jazz, en esta historia el reto de toda policía de investigación consiste en interpretar el crimen, evadir las falsas pistas y entender el mal en su profundidad.
La anécdota inicial es elocuente pero llena de distractores intencionales: Fuera de la delincuencia habitual en un barrio multiétnico, Laura Vignola, joven azafata que reniega de su origen familiar de testigos de Jehová, aparece asesinada en su departamento de soltera del distrito 19 de París. Al levantamiento de las pruebas e interrogatorios acuden los detectives Jean Hamelot y Rachel Kupferstein, que presencian una escena del crimen en la que los primeros rastros hacen pensar en un móvil religioso: la vagina tiene heridas producidas por un cuchillo de carnicería, no hay rastros de esperma, y los muslos y piernas presentan manchas de sangre de cerdo.
“Para ellos el crimen está lleno de significados. La forma en la que se ejecuta un crimen tiene un significado. En este asesinato estuvieron involucrados grupos de fundamentalistas cristianos y musulmanes, en los que el puerco representa un tabú e impureza”, describe el novelista, quien encontró en el banlieue las polaridades movedizas entre el bien y el mal.
Aun cuando la pareja de detectives baraja las líneas de investigación más solventes, jamás titubean en su ejercicio de cuestionar las evidencias del crimen. Luego de leer el reporte forense, la teniente Kupferstein define en una frase su poca fe en el tablero religioso y adelanta los posibles escenarios: “los que lo hicieron deben sentirse tremendamente poderosos. Intocables. Quieren enviar un mensaje. Matar para decir algo”.
El autor de esta novela, que desnuda la doble moral de los dirigentes religiosos sin distinción de fe reflexiona: “Esta es una sentencia actual sobre la maldad. Pienso que es importante nombrarlo. Es importante en algunos personajes para que se entienda la idea de maldad, porque para ella no hay razones ni explicaciones. Para mí el crimen no es la idea de Shakespeare o Faulkner. Esa idea se sostiene en la percepción científica del bien y el mal. Pero hay otras formas sencillas para descubrir quién es bueno, quién es malo y algunas veces puede estar en la misma persona”.
Como parte de una generación de escritores que aspira más a la adaptación de sus historias en series televisivas que a los galardones literarios, este hijo de un diplomático mauritano reconoce la participación de los productos seriales en su narrativa. Una de ellas, Criminal minds, le ha dado la posibilidad de entender y explotar la polaridad humana.
Ante esa escena del crimen con que inicia su novela, Miské expone: “entonces los oficiales Kupferstein y Hamelot se dicen ‘OK, entonces ¿qué significa todo esto?’ Sabemos que en la escena del crimen había un trozo de carne de cerdo a un costado de cadáver. Tratan de seguir el camino que seguiría el FBI. Pero no están seguros aun cuando en la escena del crimen hay evidencias obvias que señalan a grupos de fundamentalistas”.
Así, mientras avanza la investigación, los genotipos de la voluntad humana entran a cuadro y cuando algunos personajes desempeñan su papel de los malos-malos de la historia, en otros se desdoblan las contradicciones del libre albedrío. Uno de ellos es Ahmed Taroudant, enamorado anónimo de la víctima que desde el inicio de las investigaciones se une a la mancuerna de detectives provee al relato de pinceladas existenciales.
En Arab Jazz los asesinos de Laura Vignola regentean la fe religiosa para ocultar sus negocios con el tráfico de drogas y para no olvidar el tributo a las sagradas escrituras bautizan sus narcóticos con referencias bíblicas. Godzwill (voluntad de Dios) es el nombre de la droga que Dov (ingeniero químico judío, lector voraz de chamanista Carlos Castaneda, con ínfulas de rastafari) diseña en los laboratorios de una universidad norteamericana y que como parte de una ocurrencia decide exportar a Europa con ayuda de sus contactos, entre ellos su rabino y un fanático testigo de Jehová. Las creencias religiosas no importan cuando se trata de exportar ese nuevo maná que promete dinero fácil.
Ya engallado, soberbio ante los alcances de su invento, este ex drogadicto converso acuña una frase llena de un contenido teológico: “ser Dios es ante todo comprender la necesidad del mal”. Los miembros de esta banda de traficantes experimentan la maldad como una voluntad de Dios en estado high.
Hay en esta novela de Karim Miské un germen de inconformidad hacia el concepto que las propias religiones han creado sobre sus padres y guías tutelares, pero también hacia la tipología criminal que surge de los prejuicios raciales y religiosos del primer mundo.
Ya desde sus primeras películas como en el documental Contes cruels de la guerre, Karim Miské había explotado el desarrollo del comportamiento de sus personajes en situaciones límites de conflictos bélicos. Cuestionado sobre cómo es que Arab Jazz logra entender las nuevas dinámicas sociales y de migración a partir de la novela policiaca, el autor responde:
“Viví por 15 años en el barrio en el que se desarrollan los hechos de la historia. Conozco los sitios que se describen en la novela. También uso caracteres de personas muy religiosas. Yo también he sido realizador cinematográfico y he conocido historias muy parecidas algunas más relacionas con aspectos geopolíticos, otras son historias transcoloniales, y unas cuantas relacionadas con las sociedades del este o los países musulmanes y que en Francia se convierten en minorías. Finalmente tenía toda la información que necesitaba para conducir una historia”, explica este novelista quien se reconoce deudor de la novela White Jazz, del norteamericano James Ellroy.
Arab Jazz no se lee en las tesituras del maniqueísmo religioso, sino en las claves de una advertencia que abarca por igual a todo tipo de patriarcas religiosos: No preguntes más de lo prudente al rabino de la sinagoga, al imán de la mezquita o al pastor evangélico.
*FOTO: Arab Jazz es la primera novela de Karim Miské, quien también ha incursionado en el cine documental con la cinta Contes cruels de la guerra/ Cortesía.
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