El mercado contra los bienes comunes: reseña de “El don. El espíritu creativo frente al mercantilismo”, de Lewis Hyde
En El don, Lewis Hyde señala que el espíritu mercantil rompe la convivencia social al erosionar el apoyo mutuo, radicado en las relaciones humanas
POR ALEJANDRO BADILLO
El filósofo y maestro de Harvard Michael Sandel publicó, en el 2012, Lo que el dinero no puede comprar: Los límites morales del mercado. El libro es una compilación de prácticas que demuestran los peligros de mercantilizar aspectos de nuestras vidas que, anteriormente, no estaban sujetos a la oferta y a la demanda. Uno de los casos más surrealistas —por llamarlos de algún modo— ocurre en Japón: si alguien quiere disculparse con una persona que ha ofendido, pero le cuesta trabajo hacerlo personalmente, puede contratar a una empresa que manda a un educado mensajero que ofrecerá un sentido mea culpa en nombre de su cliente. Cualquier lector pensará, sin duda, que esto es absurdo: el arrepentimiento no puede comprarse o venderse; además, las disculpas dichas por alguien que no estuvo involucrado en la afrenta son un gesto vacío e, incluso, insultante para quien las recibe, pues el acto, al ser delegado a otro, se vuelve intrascendente. Sin embargo, el servicio de disculpas a domicilio existió o existe y es una muestra de los extremos a los que se ha llegado en el afán de ponerle precio a todo y obtener ganancias a costa de lo que sea.
La crítica a la sociedad mercantil que hace Sandel, retomada también por otros autores como el italiano Nuccio Ordine en su libro La utilidad de lo inútil, encuentra una clara correspondencia con El don. El espíritu creativo frente al mercantilismo, del poeta y ensayista Lewis Hyde (Boston, 1945). El título, publicado originalmente en 1983, ahora es rescatado en castellano por la editorial Sexto Piso aunque sin la repercusión que merece un libro que se adelantó a muchas de las problemáticas de la sociedad de consumo del siglo XXI. El extenso ensayo de Hyde aborda el estudio antropológico, la sociológica y la crítica literaria, entre otras disciplinas que se mezclan en un hilo conductor que nunca pierde su objetivo original: señalar lo que perdemos cuando el espíritu mercantil rompe la convivencia social y erosiona relaciones cuya fuerza radica —diría el anarquista Kropotkin— en el apoyo mutuo. También, a través de la reconstrucción histórica y el análisis del folclor popular, muestra sociedades que pudieron sobrevivir gracias a la circulación del “don”, es decir, el aprovechamiento de los recursos y el conocimiento para el bien común.
La primera parte del libro de Hyde, “Una teoría de los dones” desmonta varios mitos o prácticas que, en la actualidad, hemos normalizado. Quizá la más importante es la de la usura, como anteriormente era conocido el cobro por el préstamo de los primeros bancos. Hyde, antes de llegar a ese punto, se remonta al inicio de la historia del ser humano para demostrar que el prestigio político, por ejemplo, no se lograba con la acumulación de posesiones materiales. Antropólogos como David Graeber o Marvin Harris han explicado que la capacidad de dar para fortalecer al grupo fue el elemento clave en el liderazgo de muchas comunidades antiguas. La usura, convertida ahora en intereses reglamentados y socialmente aceptados, es explicada por Hyde con todos sus pormenores porque refleja cómo las relaciones de confianza y, sobre todo, los vínculos de empatía ante la dificultad del otro, fueron sustituidos paulatinamente por contratos en el que alguien gana dinero gracias a la necesidad de un miembro de la comunidad.
La segunda parte del libro aborda la creatividad en el arte —la literatura, en particular— y cómo, a través de su circulación como un bien común cultural, retribuye no sólo a la sociedad, sino al mismo autor. El acto artístico se vuelve algo más cuando el don se materializa en los otros. Este tema, previsto por Hyde a inicios de los 80, tiene importancia capital en nuestros días. El mercado del libro dominado por gigantescas corporaciones, por ejemplo, o la captura de las actividades culturales por el sector empresarial, empobrecen la cultura al volverla sustituible por cualquier otro producto del mercado. A través de los ejemplos de Walt Whitman y Ezra Pound, el autor ejemplifica, detalladamente, las revelaciones que se pueden lograr a partir de la poesía. La comprensión del mundo, lejos de la mercantilización, hace que el ser humano obtenga una visión única de la naturaleza. Si toda esta experiencia se midiera o, como refiere Hyde, se racionalizara, el milagro se acabaría.
Leemos en los medios y en las redes sociales innumerables quejas acerca del egoísmo de la gente y la falta de comunidad. El asunto, como cualquiera puede imaginar, es muy complejo ya que intervienen numerosos factores. Uno de los más importantes es el resquebrajamiento del tejido social. Incluso, irónicamente, se quejan de esto los ideólogos del libre mercado, sistema que “subvierte las relaciones sociales y las formas de vida ética establecidas”, como dice el filósofo John Gray en uno de sus libros. Cuando el individualismo es la ideología dominante, es difícil restaurar formas de organización que antes nos protegían contra numerosos peligros. La génesis de lo que estamos viendo en el siglo XXI ocurrió, justamente, en los años 80, década en la que Lewis Hyde escribió su libro. El don es una lectura necesaria para reconstruir modos de entender la realidad que, para muchos, son sólo números.
FOTO: El ensayista y poeta Lewis Hyde/ Harvard Radcliffe Institute
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