El papel en la transformación del mono en arte
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Helioflores es uno de los autores más originales en el arte mexicano, hoy por hoy el más grande caricaturista mexicano. Su obra exige pensar, reflexionar y, contradictoriamente, gozar con esa crítica del absurdo del poder. Confabulario presenta este ensayo y una entrevista con motivo de su cumpleaños número 79, que cumple este 8 de octubre
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POR AGUSTÍN SÁNCHEZ GONZALEZ
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En Mis confusiones, Rius afirma que Helioflores puede estar en una lista de los diez mejores cartonistas editoriales ¡del mundo!
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Comparto plenamente esa afirmación, pues la obra de Helioflores muestra un trazo estético complejo, original, crítico y con un matiz claroscuro difícil de igualar y de olvidar.
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Su caricatura es de una conformación plástica que mezcla el realismo con la vanguardia, donde lo onírico casi nunca es dulce, sino una pesadilla que sufrimos una y otra vez. Helio ha trazado con su plumilla este país durante casi sesenta años y su obra, que se ha publicado desde 1958 hasta nuestros días, es un retrato imprescindible para conocer nuestra historia, reconocer nuestra cultura y hasta para vislumbrar los años por venir.
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Nació en Xalapa, Veracruz, el 7 de octubre de 1938. Niño prodigio, a los doce años definió su vocación por el arte, a través del lápiz; tenía 17 años cuando ya se encontraba publicando en el Diario de Xalapa.
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Casi podemos asegurar que ningún caricaturista mexicano fue motivo de atención y crítica cuando apenas comenzaba a publicar. Helio Flores Viveros, empero, captó la mirada de Jorge Alberto Manrique, uno de los más importantes críticos e historiadores del arte mexicanos, que a finales de 1960 publicó una suerte de bienvenida al mundo del arte para este caricaturista xalapeño. Este ensayo tuvo sendos significados: asumir la importancia de la caricatura en el mundo de la plástica y dar un espectacular parabién al entonces joven artista, que a la sazón contaba con 22 años.
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El texto apareció en La palabra y el hombre, una de las revistas culturales emblemáticas del país. Ahí escribió Manrique: “Desde que empezaron a aparecer en el Diario de Xalapa tuvieron mucho éxito; la gente encontraba unas caricaturas diferentes a las largas series de temas políticos que aparecen en los grandes periódicos y que se ven con la esperanza de encontrar, siquiera de vez en cuando, alguna idea diferente”.
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Por entonces, el maestro Manrique ya le auguraba un futuro trascendente al ser “uno de los caricaturistas jóvenes más interesantes en México y con más posibilidades en el futuro. Un nuevo sentido de lo cómico, una percepción aguda y una crítica certera, servidos por un dibujo realmente efectivo, son las mejores cualidades que podemos encontrar en él”.
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La carrera de Helio, profesionalmente, comenzó muy pronto, y a pesar de los elogios que recibió entonces, hace unos años declaraba que sus primeros dibujos “eran muy malos, nada más daba palos de ciego”.
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Estudió arquitectura en la Universidad Veracruzana, al tiempo que empezaba a publicar. Sus monos se emparentaban con una tendencia de todo un grupo de jóvenes caricaturistas, que bien podía denominarse generación del medio siglo o generación de la ruptura, donde participan Rius, Vadillo, Almada, AB, Heras, Aragonés, Matz, El Nene, entre otros, y que aspiraba a sustituir a los grandes artistas como Ernesto García Cabral o Andrés Audiffred.
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Esos jóvenes gestaron una ruptura, no sólo estética, cambiando los trazos de museo por un lápiz vigoroso, sino que también gestaron una ruptura política, como veremos más adelante. No seguían a García Cabral ni a Audiffred ni a Arias Bernal, sino a Abel Quezada, cuya presencia significó una primera ruptura de las formas estéticas de los caricaturistas, creando cuadros con trazos simples y palabras, cartones con una gran inteligencia que veían al mexicano de manera diferente, ya no sólo como víctima y con personajes prototipo de la sociedad mexicana. Quezada decía de sí mismo: “yo hago textos ilustrados”.
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Pero más allá de la influencia del creador del perro “Solovino”, estaba la obra del rumano Saúl Steinberg, con líneas aparentemente sencillas, pero conformadas con una enorme complejidad. Esa generación, también veía la revista Ja-já. Síntesis del humorismo mundial, una publicación de bolsillo, editada por Excélsior, que dio oportunidad de publicar a un puñado de estos jóvenes mexicanos, al lado de consagrados de la caricatura, como Ernesto Guasp, o de muchas estrellas, como Eldon Dedini, del New Yorker, el argentino Oski, los franceses Chaval, Bosc o Trez, el catalán Conti, entre una lista enorme de artistas que permitieron a esa generación conocer y visualizar lo que se hacía en el mundo en el arte de la caricatura.
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Helioflores y sus monstruitos de pies descalzos
Una mirada a las primeras caricaturas de Helioflores denota estos trazos complejos, aunque aparentemente sencillos. Resulta maravilloso partir de ahí para observar la evolución de su caricatura, en un proceso que bien podía denominarse la transformación del mono en arte, parodiando a Engels.
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Sus inquietudes por la caricatura le motivaron a enviar, por correo, una serie de cartones a La Gallina, que era editada por Rius, en 1959, junto con el cómico Gila; era una espléndida revista que buscaba ser el espejo de la emblemática Codorniz española, una publicación que tuvo una vida efímera: de sólo nueve ediciones, pues la revista norteamericana Life los demandó por usar su cabeza.
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Con Rius también participó en El mitote ilustrado, el suplemento de humor de Sucesos para todos, donde coincide por vez primera con Rogelio Naranjo; tampoco el suplemento tuvo muchos números; era 1965.
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Justo en ese año, llegó por vez primera a EL UNIVERSAL, en una plana dominical llamada Revista de la Semana; era un espacio en el había estado Rius meses atrás.
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En 1966 viajó a Nueva York para estudiar en The School of Visual Arts, lo que sin duda modificó su visión del arte y del humor. Era una época que presagiaba, desde aquel país, vientos de cambio y protesta ante la agresión norteamericana, a través de la guerra, a Vietnam.
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Su regreso a México fue por demás significativo. Junto con Naranjo, Rius y Vadillo inicio su participación en la revista Por qué?, en marzo de 1968, donde nació uno de los personajes fundamentales de la historieta mexicana: El hombre de negro.
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La portada del primer número fue ilustrada por personajes de cada uno de los caricaturistas que colaboraron, así que El hombre de negro, aunque aún no lo llamaba así, nació a todo color. Helioflores esbozó, en esa revista lo que sería una de sus grandes creaciones misma que, se puede afirmar, es una de las más hermosas e inteligentes historietas que se han publicado. El hombre de negro aparece hablando, es un decir, a través de un globo de diálogo, con un paisaje maravilloso.
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En Por qué? Helioflores participó en seis números y luego trasladó a El hombre de negro a una revista que iba a conmocionar y a convertirse en punto de partida de la libertad de expresión: La Garrapata. El azote de los bueyes, Catorcenario de humor y malas mañas, la última gran revista de humor que hubo en México y que apareció hace ya medio siglo, en noviembre de 1968.
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La Garrapata tuvo tres etapas y Helioflores fue el único que participó en la dirección de la revista en todas las épocas. Una de las imágenes más impresionantemente hermosas, conmovedora y de una plasticidad que lleva al éxtasis, es la imagen de octubre de 1980 donde a través de una docena de cuadros se llega a la entrega de una rosa en la tumba del 2 de octubre, un enorme homenaje del caricaturista xalapeño a las víctimas de Tlatelolco.
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Muy pocas veces habló El hombre de negro, casi siempre aparece con una presencia sin palabras que, a pesar de ello, genera un lenguaje complejo que requiere la lectura de imágenes, la mirada profunda, la reflexión y el viaje a un mundo absurdo.
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Rius escribió: “Esa extraña historieta, porque a todos nos parecía de lo más extraña, quizá por lo novedoso”. El propio Helio le contó a Elvira García: “Yo traté siempre de que la historieta –desde el formato hasta los textos– fuese distinta; en las páginas había un desorden aparente que me gustaba. Luego me di cuenta de que el lector se confundía demasiado, yo le pedía mucha concentración y eso es difícil de lograr de buenas a primeras… Mi intención era no dar al lector todo el material digerido, El hombre de negro era complicadísimo; a veces se convertía en una madeja difícil de desenredar”.
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El hombre de negro estuvo presente en las tres épocas de La Garrapata, casi a la par en otras revistas como Quecosaedro. Todas las caras del humor (1979), en Rino, El humor es algo cálido (1991-1992) y finalmente en Bucareli 8, semanario de EL UNIVERSAL.
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En 2007 se publicó un libro dedicado a este personaje, con más de doscientas páginas, de la serie dibujada por Helioflores, que incluyó un inédito. Fue prologado por Rius, con textos de Carlos Monsiváis, y un estudio de las siete décadas de caricaturista, por parte de Mercurio López. (Pero faltaron las imágenes aparecidas en la revista Por qué?)
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El hombre de negro, por sí solo, ya es una obra trascendental en la historia del humorismo gráfico mexicano.
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Casi como una evocación infantil, en 1985 el caricaturista Pepe Palomo coordinó una colección infantil llamada De la caricatura al cuento, publicada por la Editorial de libros infantiles de la SEP, e invitó a Helio a hacer un fantástico libro llamado Aventuras extravagantes del infante Patatús.
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A través de enigmáticos cuadros, y sin palabra alguna, Patatús es una aventura onírica extraordinaria, una lectura bastante compleja y una nueva innovación en el arte de hacer libros. Ignoro qué impacto tuvo en el público infantil; lo real es que a los adultos nos dejó en un sueño etéreo.
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Helioflores en EL UNIVERSAL
Como ya señalé, a EL UNIVERSAL llegó en 1965, pero tras marchar a Nueva York y colaborar en otras publicaciones, como Novedades, donde sustituía y compartía espacio con dos grandes de la caricatura: Ernesto García Cabral y Ernesto Guasp, regresó en 1972 para no volver a dejar sus páginas, aunque durante muchos años participó en otras publicaciones nacionales y extranjeras, como Pardon, de Alemania o en la agencia Rothco, de Nueva York.
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Hoy, con 79 años que justo este domingo cumple, se ha convertido en un decano del diario, tras llegar hace más de cinco décadas en un momento en que el control y la censura estatal aún estaba presentes. EL UNIVERSAL asumió el reto de tener a dos de los más importantes caricaturistas del mundo: Helioflores, cuya visión crítica y demoledora ya era una realidad, al lado de Rogelio Naranjo, otro gigante de la caricatura.
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El universo estético de Helio parte de un punto de fuga que aparece con un resplandor, con gran luminosidad a pesar de los, casi siempre, toques lúgubres. Sus cartones, al contrario de muchos de sus contemporáneos, carecen la mayoría de las veces de texto, obligando sutilmente, a la reflexión lo que genera un mayor impacto en el lector.
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Su trazo es una referencia obligada en el arte mexicano. Su nombre está inserto ya en la historia de la caricatura universal pues ha obtenido premios de verdadera trascendencia, como el Grand Prix del Salón Internacional de la Caricatura de Montreal, Canadá, en dos ocasiones, y que sólo ganaron otros dos mexicanos: Dzib y Rius. También, el Instituto Quevedo del Humor, de la Universidad de Alcalá de Henares, lo invitó a participar en el proyecto Humoristas gráficos por los objetivos del milenio, en 2008, que reunió a un grupo que consideró a los mejores caricaturistas del mundo. Ello sin contar muchos otros galardones más. En 2008, la Universidad Veracruzana le otorgó el Doctorado Honoris Causa.
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No es gratuito, Helioflores es uno de los autores más originales en el arte mexicano. Referente fundamental del mismo. Sus personajes, ángeles y demonios, son tratados desde una singular perspectiva, una suerte de close-up que abre y reduce las imágenes en forma tal que desnuda al poder y reduce su ropaje a la burla, a la manera del cuento del traje del emperador.
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Alguna vez escribí que observar su obra exige pensar, reflexionar y, contradictoriamente, gozar con esa crítica del absurdo del poder, de una soberanía caracterizada por el autoritarismo, frente a una suerte de ángeles que quisieran volar, sublevarse, salvarse de ser aplastados pero que permanecen atados en el éter, buscando romper las cadenas que la caricatura de Helio sugiere.
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Más allá de la estética, la caricatura tiene un lenguaje político. En un país que tuvo un presidencialismo autoritario, que aplastó durante décadas al periodismo crítico y, por ende, a la caricatura, la obra de Helioflores resultó demoledora para romper el presidencialismo.
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Sus retratos a los presidentes de los últimos cinco sexenios resultan devastadores para desquebrajar esa piedra autoritaria, respondiendo su caricatura al sentir popular, a la necesidad de romper ese dique y abrirse a una democracia que ha costado consolidar, por cierto. Su retrato del absurdo, sus trazos de la tragicomedia mexicana, su imagen de la desproporción política y social conforman la obra maestra que Helioflores nos ha legado, ya para siempre, y lo han convertido, hoy por hoy, en el más importante caricaturista mexicano, un autor fundamental para entender lo que somos.
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FOTO: La tira cómica El hombre de negro es una de las más representativas de Helioflores / Tomada de El Chamuco