“El populismo es la enfermedad que curará la democracia”: Andrés Barba

Oct 22 • Conexiones, destacamos, principales • 1279 Views • No hay comentarios en “El populismo es la enfermedad que curará la democracia”: Andrés Barba

Autor de El último día de la vida anterior, el madrileño radicado en Argentina habla sobre literatura y la crisis que viven las democracias en España y América Latina

 

POR DONOVAN KREMER

Andrés Barba emerge de la crisis con un libro en la mano, un proceso que, contrario a lo previsto, resulta más colaborativo y terapéutico, sin que esto nos lleve a examinarlo dentro de los casilleros del psicoanálisis. Toda obra, resuelve el autor español, es el resultado de una crisis: cuando algo no se entiende, está implícita la necesidad de comprenderlo, forma parte del código humano.

 

De esa necesidad nace El último día de la vida anterior (Anagrama, 2023), una novela que conjuga el tiempo roto y la proyección de uno mismo a manera de fantasma. En palabras del autor, es una metáfora donde el tiempo es el protagonista, y donde lo espectral es metáfora del miedo más profundo que cargamos día con día.

 

Eso le sucede al personaje principal que Barba (Madrid, 1975) delinea en El último día de la vida anterior, una empleada de bienes raíces que tiene un encuentro con un niño que jamás parpadea mientras alista una casa abierta a la venta: la mujer habla con él hasta que, en un descuido, desaparece. Y más que el desconcierto, se genera una determinación: si el fantasma vuelve a aparecer, deberá responder a un diálogo inquisitivo que la mujer ensaya frente a un espejo, mientras ve en retrospectiva aquellos años de infancia, una vida anterior. Ahora está atrapada en un bucle del tiempo, junto al pequeño.

 

Detrás de ese espejo, está Andrés, viendo la vida real que la pandemia le arrebató, a él y a muchos más que en esos años nos encontramos encerrados, como espectros, en una casa, rondándola, memorizando los pliegues de una libertad deseada, salir al mundo y colisionar con los demás, con personas que nos liberen de ese bucle, dice el autor de Vida de Guastavino y Guastavino (2020).

 

El novelista y ensayista es unos de los autores contemporáneos consolidados en español, además de ser traductor de escritores como Herman Melville, Henry James, Joseph Conrad y Thomas de Quincey. Ha sido galardonado con el Premio Jaime Gil de Biedma (2016) por Crónica natural, el Herralde de Novela (2017) y finalista del Gregor Von Rezzori (Italia, 2019) y el Prix Frontières (Francia, 2021) por República luminosa.

 

Barba radica en Posadas, Argentina, la patria que lo ha acogido, y de la que conversa antes de las elecciones generales (que se realizan este domingo 22 de octubre), con el ultraconservador Javier Milei a la cabeza, un tipo a quien describe como el desquiciado con el que la gente se ha sentado a platicar, tan sólo para confirmar lo que Conrad anunció: si te sientas a hablar con un loco, acabarás igual.

 

Dentro de la novela El último día de la vida anterior, ¿lo fantástico está, más que en los hechos, en el razonamiento?
Como decía Charles Dickens, el padre de lo fantástico, los cuentos de fantasmas funcionan como una metáfora, y una metáfora que esconde un símbolo develado, porque los elementos del relato de fantasmas no poseen un contenido único, o significado, como bien sabía Juan Rulfo, sino a una especie de temperatura y ambiente. Los fantasmas son mentales: proyecciones de un miedo; en ese sentido, los fantasmas son el otro y, a la vez, la extensión de uno mismo. Cualquier fantasma que se nos aparece, es la extensión de nuestro miedo.

 

Ese fantasma del que hablas resulta provenir del pasado, es decir, un agente no redimido, ¿sucede lo mismo aquí?
En las novelas de fantasmas, el gran protagonista no es ninguno de los personajes sino el tiempo, pero no un tiempo normal; por el contrario, es un tiempo quebrado, se ha ido de madre y se ha desquiciado. No importa que sea el pasado o el futuro, es un fantasma que pertenece a un tiempo roto, incluso la protagonista cuando ve al fantasma se introduce en ese tiempo.

 

¿Por qué recurriste a la novela en lugar del cuento, mayormente asociado con el género?
Esto en realidad es un relato alargado, o una novela corta. Es cierto lo que dices: casi todos los textos importantes de fantasmas tienen la naturaleza de un relato. Pero bueno, si piensas en La vuelta de tuerca, es una novela de 200 páginas, pero es cierto que su condición es la de un relato, y eso tiene que ver con la intensidad que es precisa en una narración de fantasmas.

 

¿Qué nos dice la pérdida del asombro de un ser que es capaz de acceder al mundo fantástico, lo metafísico, incluso lo religioso, hablo por las nuevas generaciones que han perdido el contacto, atentos más a lo tecnológico?
El hecho de que haya acabado, de manera más o menos generacional, la relación con lo fantástico, no significa que haya acabado la relación con el pensamiento mágico, el mero hecho de que se corte el diálogo con lo religioso no significa que la gente no siga creyendo que haya instancias que escapan a la razón; por ejemplo, me he encontrado personas que cuanto más atea y absolutamente incapaz para creer en ninguna instancia religiosa, son aquellas que confían en los horóscopos y en los signos del zodiaco. De algún modo requerimos el pensamiento mágico, uno debe mesurar la condición, o la fuerza de su presencia, de su pensamiento mágico, ya sea institucionalizada o una extensión de lo racional-desquiciado. Al final, todos lo necesitamos. Ni siquiera el más ateo es capaz de escapar de esto en algún sitio del territorio de su vida.

 

¿Cuál es tu relación con el pensamiento mágico?
Una parte de mí es religiosa, importante, cristiana, pero no católica ni institucional. También hay un pensamiento sobre la energía, la reencarnación, son referentes que nunca formularía, pero que mi pensamiento está contando para dar una estructura de sentido del mundo.

 

En la sección de “Agradecimientos” escribes que la novela surgió a partir de una crisis, y también en otras entrevistas has mencionado esta condición como la vía para elaborar una obra, pasó con Vida de Guastavino y Guastavino. ¿La literatura surge a partir de las crisis?
Cualquier libro es el resultado de una crisis, porque uno necesita contar una historia aunque sólo sea para comprenderla, y eso deviene de una crisis; cuando uno no está entendiendo algo, requiere comprender. Partiendo de la base de que los libros nacen de una crisis, hay algunas más estructurales que otras, y existen momentos en la vida de un escritor que siente que ya no puede escribir más, o que ha escrito suficiente, o que no tiene sentido continuar el camino: no puede aproximarse a la literatura como antes. Por otro lado, hay crisis que son vitales, uno se ha convertido en otra persona, se ha envenenado, se vuelve alegre, después de la depresión ahora tiene fe en la humanidad y en la democracia. Las transiciones generan una crisis, y lo que sirvió, ha caducado. En el caso de Vida de Guastavino… y El último día de la vida anterior hubo dos crisis: la última estuvo relacionado con la pandemia, y pensé que no tenía sentido seguir escribiendo las novelas que escribía antes, más realistas; es decir, lo anterior estaba relacionado con haber muerto, de alguna forma, durante la pandemia, haber vivido una experiencia espectral, encerrado como un espectro en mi casa, sentí que me habían arrebatado la vida. Fue una experiencia compartida: la mayoría permanecimos aislados largo tiempo, como si hubiéramos quedado al otro lado del cristal de nuestra vida real y fuera irrecuperable: entramos en un bucle, y lo que necesitábamos era golpear con la presencia de otra persona, como dos electrones errantes que colisionan y se liberan.

 

Concuerdo con que la pandemia patentó lo espectral, no sólo por las calles vacías. Tocó desencajar con rostros que parecían otros detrás de las máscaras.
Y sólo para mal. Lo comentaba con un amigo: hubo muchos enamoramientos con mascarillas. Personas que eran enigmáticas o hermosas con la mascarilla puesta, y luego se la quitaban y no, no concordaba la realidad con la imagen mental o espectral que te habías hecho de la persona.

 

Volviendo a los “Agradecimientos”, mencionas el apoyo que recibiste de ciertas personas como Carmen M. Cáceres. Uno tiene la impresión de que el escritor trabaja solo, es obra de un individuo ¿La escritura es más colectiva de lo previsto?
Es una noción que me germinó en este país adoptivo, Argentina, que tiene una enorme relación con el psicoanálisis, transferida a la creación literaria. No hay ni un sólo escritor argentino que piense que un libro se escribe solo, ellos creen que hay una terapia y un acompañamiento, alguien está trabajando contigo, no tanto para editar el libro, sino para hacer que descarriles de tu proyecto. En España la noción es europeísta, occidental: un genio solitario, que alguien se encierra en un cuarto, sale dos años después, despeinado y con barba, y en la mano lleva un manuscrito de La montaña mágica, es una ridiculez, porque los libros no sólo se escriben de una manera colectiva, en el sentido de que escribimos con un imaginario compartido, sino que el propio proceso de escritura es mucho más eficiente y afilado si se hace con un lector terapeuta que nos indica si nos perdimos.

 

Entonces en España es menos colaborativa la literatura con respecto a Latinoamérica. ¿Qué me dices de las obras producidas en una y otra región?
La diferencia entre España y Latinoamérica son muchísimas; aparte cada vez se me castiga más por castigar a España, como si fuera un renegado de la gran teta española. Entonces cada vez que habló mal de España siento un azote, la gente me insulta. Pero es evidente, lógico y razonable que es más interesante lo que se está produciendo en Latinoamérica, aunque sólo sea por una razón estadística, porque este es un subcontinente, y aquello es un país de 50 millones de habitantes. Hablemos sólo de Argentina. La relación con la literatura tiene una juventud y un dinamismo que hace siglos perdió la literatura española. Toda Europa literariamente está en decadencia. Europa es una vaca vieja que se arrastra, incluso las obras importantes que da Europa actualmente son libros decadentes. Tú miras los grandes autores europeos, a mí los que más me interesan son (los franceses) Pierre Michon, Michel Houellebecq y (el escandinavo) Karl Ove Knausgård, son decadentes: los grandes hitos de la producción europea, son de decadencia. En cambio, los hitos de la literatura contemporánea latinoamericana, son de juventud. Ese es el gran contraste. Es una literatura que no se debate en lo institucional o en lo editorial. En Latinoamérica hay escritores jóvenes de 70 años y en España hay escritores viejos de 20.

 

¿Cuál es tu postura frente al proceso político-electoral que está viviendo Argentina, tu segunda patria, y con este personaje polémico, Javier Milei?
Mi situación en Argentina es de un ciudadano, estoy naturalizado. Sigo con bastante pavor este proceso con Milei al frente. Es como estar frente a una persona que está a punto de tener un brote psicótico, y que está a un segundo de perder toda conexión con la realidad y hacer algo muy violento: se nota en la energía, en el aire, pero eso está por ocurrir en este país. La gente está dispuesta a quemar las instituciones que garantizan su seguridad antes que componerlas. La gente está entregada a manos de un engendro como Milei, que parece, más que un líder populista, la parodia de un populista; es un chiste humano, su propia dialéctica está descacharrada, es un tipo que balbucea más que hablar, es un violento y negacionista del cambio climático, tiene todos los rasgos delirantes de Trump y Bolsonaro, pero en él hay algo pasado de vueltas (lunático).

 

Estos personajes son un bucle, se repiten; sabemos que sus narrativas están caducas, pero se siguen consumiendo. ¿Por qué?
Hay algo que se alía con Milei que sabía muy bien Joseph Conrad. Casi toda la narrativa de Conrad es la colisión entre la razón y la locura. Es interesante lo que ocurre en su obra, en los relatos de Conrad tú no te puedes sentar a hablar con un loco de verdad, como Milei o Trump —cuya conexión con la realidad está tan resquebrajada que, en algún punto, es más sólida que la nuestra—, porque te vuelves loco tú también. El tema de la parodia está instalado en el propio personaje. Ahí está Boris Johnson. Es muy difícil atacar a estos personajes políticos porque contienen su propia parodia, son ellos mismos con su lado positivo y el lado “B”, monstruos de varias cabezas, no puedes hacer la parodia de Trump, porque la parodia es el propio Trump. No puedes traer a un loco a la realidad sin sufrir daño, como Alicia en el país de las maravillas hablando con el Gato de Cheshire, que parece más cuerdo que Alicia. Ese efecto está ocurriendo en la política de Argentina hoy. Esa desconexión, quiero decir, es impregnante, es tóxica. La única forma de hablar con un loco, es no hablar con él, sacarlo de la ecuación, pero ahora es imposible porque el país está incendiado porque hay una hiperinflación de la hostia. Y en ese estado Milei ha instalado la fantasía de la destrucción. Cuando un país está dinamitado, como Argentina, la fantasía de la destrucción es algo real, y cuando esto suceda, el país se irá al cuerno. Milei es posible que gané en segunda vuelta, más del 40% de los argentinos votaron por él en las primarias.

 

¿Qué transmite el respaldo argentino que tiene Milei?
Ante la crisis institucional, la gente está deseando enloquecer. “Ya da igual”, existe esa sensación, es posible que se materialice.

 

Argentina no es la única que arrastra estos espectros ultraconservadores, otras partes de Latinoamérica se suman.
En España estamos viendo nacer un lenguaje racista, están hablando como si los muertos estuvieran saliendo de sus tumbas, como hablaban los fascistas en 1936, exactamente igual. ¿Qué es lo que ha ocurrido? Ha ocurrido que esos discursos que formaban parte de un lenguaje subterráneo de lo social, que no se atrevían a emerger, ahora forman parte de un caldo de cultivo donde es posible que los locos hablen. Y nos hemos dado cuenta que cuando los locos hablan, hay más locos de lo que pensábamos. Por ejemplo, Patricia Bullrich (exministra de Seguridad Nacional de Argentina), que era la representante de la mano dura: “Todos a las cárceles”, “Ni un chorro (delincuente) más en las calles”, “Si delinquen con 14 (años), que se pudran”, era una tipa con un discurso que daba miedo, pero de repente la rebasaron por la derecha un (auto) Fórmula 1 a 400 kilómetros por hora ―que es Milei―, y ahora Bullrich, que es un bulldog, parece una viejita del parque. Es alucinante. Incluso un discurso de la derecha, cuando aparece un tipo así, queda anulado. Y esto es una manifestación del colapso del sistema democrático, que la gente vote masivamente a personas que obviamente van a prender fuego a las instituciones, a los derechos humanos, a la democracia, y a este gente no la votan marcianos que aterrizaron en nuestro país, la vota nuestro primo Manuel, nuestra tía Margarita, es decir, no es gente lejana.

 

¿Habrá remedio cuando el caos se desate e incendien la democracia?
Estamos en un momento de transición importantísimo. Quiero creer que esta es la enfermedad que curará; en mis momentos de esperanza, pienso que el populismo es la enfermedad, igual que las dictaduras y los totalitarismos fueron la enfermedad del siglo XX que saneó la democracia y los derechos fundamentales; el populismo es la enfermedad que curará la democracia… pero habrá que colapsar antes: habrá pobreza, sangre derramada, vamos a un lugar oscuro. Como decía Marx: primero como tragedia, luego como parodia. Estamos en el ciclo paródico de la historia: lo que ocurrió como tragedia en el siglo XX, lo vamos a vivir como parodia en el XXI.

 

 

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